Quantcast
Channel: DOMVS PVCELAE
Viewing all 1422 articles
Browse latest View live

Fastiginia: La Biblioteca del Colegio de San Gregorio en un dibujo de Valentín Carderera de 1837

$
0
0
Biblioteca del Colegio de San Gregorio. Valentín Carderera, 1837
Estampas y recuerdos de Valladolid

El 3 de noviembre de 2014, hace ahora un año, presentábamos en esta sección los dibujos realizados por Valentín Carderera reproduciendo el aspecto de la fachada y el patio del Palacio Real tal como él los pudo conocer personalmente, un documento gráfico impagable para la historia de nuestro patrimonio. Hoy recurrimos de nuevo a un documento testimonial elaborado por este pintor, arqueólogo, historiador de arte y coleccionista, durante su estancia en Valladolid a partir de 1836.

De nuevo nos encontramos ante un dibujo coloreado a la acuarela, cuyo original se conserva en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid, que nos ayuda a reconstruir mentalmente un enclave monumental de la ciudad, en este caso el aspecto de la que fuera la importante biblioteca del histórico Colegio de San Gregorio, muy próxima a la célebre biblioteca reunida por el Conde de Gondomar en el palacio que hoy conocemos como Casa del Sol. Uno y otro edificio actualmente forman parte de las dependencias reconvertidas en Museo Nacional de Escultura.

La antigua biblioteca del Colegio de San Gregorio convertida en las
actuales salas del Museo Nacional de Escultura
Tenemos que recordar que tras la Desamortización de Mendizábal de 1835 algunos edificios exclaustrados conocieron un destino incierto, hecho que despertó la inquietud de artistas e intelectuales que plantearon la necesidad de salvaguardar y proteger muchos monumentos españoles que, sin una funcionalidad efectiva, corrían el riesgo de desaparecer para siempre al estar abocados a la ruina, en muchos casos víctimas de la rapiña institucional.

Con el fin de inventariar los monasterios desamortizados en las provincias de Valladolid, Palencia, Burgos y Salamanca, en 1836 Valentín Carderera era comisionado por el gobierno español para realizar esta misión, para lo que emprendió un periplo por estas provincias de la región, conocida por entonces como Castilla la Vieja, que tendría continuidad por otras tierras de España.

Fue entonces cuando recala en Valladolid, una ciudad floreciente en el siglo XIX que en esos tiempos conocía una radical transformación desde su condición de ciudad levítica o conventual a otra industrializada y cosmopolita de acuerdo a los nuevos tiempos, expuesta en muchos casos a tener que sacrificar edificios históricos y monumentales en aras del progreso, como ocurriera con el exterior e interior de la Casa de Berruguete, para adaptarla a su nueva función cuartelaria, o con el Palacio del Almirante, derribado en 1864 para construir el Teatro Calderón, por citar dos ejemplos que también fueron dibujados por Valentín Carderera permitiéndonos conocer su aspecto original.

Elementos originales de la biblioteca del Colegio de San Gregorio
conservados en el Museo Nacional de Escultura
Eso mismo ocurre con este dibujo de la que fuera biblioteca del Colegio de San Gregorio, cuyos espacios, que recreó el pintor incluyendo un pequeño escritorio y personajes ambientados en el siglo XVII, todavía son perfectamente identificables en las actuales dependencias por algunos de los elementos originales conservados. Entre ellos la sala del primer plano, cubierta por armadura mudéjar ochavada, apeada sobre trompas y decorada por casetones dorados y una gran piña de mocárabes en el centro, así como por un friso con los emblemas del fundador, todo ello original. Otro tanto ocurre con el arco carpanel, parcialmente conservado, que comunica con la sala contigua y que presenta el intradós decorado con casetones renacentistas.

Más difícil es identificar la gran sala contigua, en cuyos muros se aprecian los preceptivos estantes, cubierta por una enorme cubierta mudéjar que fue desmontada en el siglo XIX. Actualmente este espacio está cubierto por una techumbre moderna de madera, con función de claraboya, y en él se asienta la impresionante sillería de coro procedente del monasterio de San Benito el Real de Valladolid, obra coordinada por Andrés de Nájera.

Cubierta ochavada mudéjar y casetones en el intradós del arco
Al fondo también se aprecia la amplia sala que está cubierta por otro artesonado ochavado original, con decoración mudéjar de lazo, en la que hoy se expone en impactante grupo del Santo Entierro de Juan de Juni.       

Conviene recordar que el Colegio de San Gregorio fue fundado en 1487 por el dominico Fray Alonso de Burgos, Canciller Mayor del reino, obispo de Palencia (a cuya diócesis pertenecía Valladolid) y confesor de la reina Isabel la Católica, ocupando un costado del monasterio dominico de San Pablo, con la finalidad de convertirse en un centro de estudios teológicos, estando dotado, para cumplir su función docente, de patios, aulas, biblioteca, refectorio, salón de grados y sala capitular. Allí se formarían escritores místicos, juristas e inquisidores, conociendo la presencia de personajes tan relevantes como Bartolomé de las Casas, Bartolomé Carranza, Luis de Granada, Melchor Cano o Francisco de Vitoria.

El Colegio, centro de estudios de primer orden, fue escenario de decisiones y debates de gran trascendencia, como la definición de la postura española en el Concilio de Trento, la discusión para dirimir la conveniencia de la lectura de las obras de Erasmo de Róterdam en España o la célebre Controversia de Valladolid, alentada por Carlos V para debatir sobre los derechos de las poblaciones indígenas de América, un hecho extraordinario para su tiempo que se ha considerado como el germen de la futura declaración de los Derechos Humanos.


* * * * *

Bordado de musas con hilos de oro: PENSAMIENTO DE OTOÑO, de Luis Felipe Vivanco

$
0
0
PENSAMIENTO DE OTOÑO

Aún quedan viejas tapias en el mundo.
(Sabemos que morir no es estar muertos).
Aún quedan en el alto acantilado
                flores de brezo.

Sabemos al morir que nuestros pasos
cansados no querían ir tan lejos.
(Aún queda esa colina bronceada
                de helechos secos).

La entraña del pinar es sombra pura.
Rayos de un sol de otoño velan, trémulos,
su orilla de vivientes florecillas
                y húmedo suelo.

Rayos de un sol de otoño, nuestros pasos
no nos quieren llevar fuera del tiempo.
Morir —o huido barco entre las olas—
                no es estar muertos.

LUIS FELIPE VIVANCO (1907-1975)

* * * * *

Visita virtual: LA BALSA DE LA MEDUSA, de Théodore Géricault

$
0
0




LA BALSA DE LA MEDUSA
Théodore Géricault (Ruan, 1791-París, 1824)
1818-1819
Óleo sobre lienzo, 4,91 x 7,17 m.
Museo del Louvre, París
Romanticismo



Esta impactante composición es un icono universal del género pictórico de catástrofes o "desastres" y es equiparable, por citar dos elocuentes ejemplos, a Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya o al Guernica de Picasso, todas alusivas a momentos dramáticos vividos en determinado momento histórico en el mundo occidental. Hoy día es una de las obras más emblemáticas de cuantas se exponen en el Museo del Louvre de París por un cuádruple motivo. Primero, por la originalidad y la calidad alcanzada en la representación del drama por su autor, el célebre pintor francés Théodore Géricault. Segundo, por las enormes dimensiones de la pintura: 7,17 m. de largo x 4,91 m. de alto. En tercer lugar, por representar una crónica visual de un suceso histórico ocurrido dos años antes de ser plasmado de forma tan realista, lo que le confiere un carácter documental de primer orden como testigo de la Historia. Finalmente, porque esta obra supone la cumbre de la corriente decimonónica que hoy conocemos como Romanticismo.

Sin embargo, esta pintura que hoy produce tanta admiración por sus valores plásticos, provocó un gran escándalo cuando fue presentada por primera vez en el Museo del Louvre en agosto de 1819. No por sus indudables valores artísticos, sino por la forma tan sutil y expresiva con que daba a conocer al mundo lo más oscuro del sistema político vigente por entonces en Francia a través de un episodio ocurrido durante los primeros años de la Restauración, régimen implantado en 1815 tras la derrota definitiva de Napoleón y el retorno al trono francés de la dinastía borbónica.
Puede decirse que Géricault debe gran parte de su fama y su fortuna histórica en el mundo del arte a su arrojo para representar esta célebre escena que adquiere el valor de verdadera denuncia, algo inusual en el ambiente oficial del mundo artístico francés del momento.

LOS HECHOS: EL NAUFRAGIO DE LA FRAGATA "LA MEDUSA"

Restablecida la paz tras las guerras napoleónicas, Francia decidió enviar una flota a África, cuya misión era recuperar el control de las antiguas posesiones francesas en aquel continente, que acababan de ser devueltas por Inglaterra. Para ello, en julio de 1816 zarpaba de la isla de Aix, cerca de Burdeos, la fragata La Medusa acompañada de una pequeña flotilla, cuyo destino era la ciudad portuaria de Saint-Louis, una colonia en Senegal. A bordo viajaban militares, funcionarios, algunos colonos y, como era costumbre en la época, varios científicos que portaban material de observación.

El buque insignia era la fragata La Medusa, a cuyo mando se había colocado al capitán Hugues de Chaumareys, un oficial de marina afín a los círculos ultramonárquicos que por haber estado exiliado llevaba más de veinte años sin navegar. En la misma también viajaba a bordo el coronel Julien Schmaltz, recientemente nombrado gobernador de Senegal por el rey Luis XVIII.

Estando la expedición en marcha, comenzaron los errores del capitán Chaumareys, que, ignorando los consejos de los oficiales más experimentados, se alejó del resto de los navíos emprendiendo la ruta en solitario. Pero el principal problema surgió cuando, tras equivocarse en la interpretación de los mapas, se introdujo en el llamado banco de Anguin, una zona de aguas poco profundas a la altura de Mauritania. Debido a este error, el 2 de julio la fragata embarrancó en aquel lugar al rozar la quilla el fondo de arena. Para colmo de males, cuando parte de los tripulantes intentaban reflotar la fragata, se desencadenó una fuerte tormenta que produjo daños irreparables, comprendiendo la tripulación, integrada por casi 400 personas, que era conveniente abandonar el barco y alcanzar la costa africana con el material disponible, una decisión que, sumida en la mayor confusión, se convirtió en un desesperado ¡sálvese quien pueda!

Tan dramático momento se complicó por los efectos del alcohol consumido por los marineros, incluido el capitán, que junto a otros oficiales pasaron a ocupar los botes de emergencia. Al mismo tiempo, se improvisó una balsa de 15 x 8 metros con los restos leñosos de la fragata y con la intención de ser remolcada por los botes hasta la costa, pero su peso quedó lastrado al apiñarse en ella 150 marineros y soldados y una cocinera de la fragata. Ante tan difícil situación, el capitán Chaumareys decidió soltar las amarras, abandonando a su suerte a la balsa y sus ocupantes.

Fue entonces cuando la situación de los desesperados naúfragos se convirtió en un infierno, tanto por la falta de espacio como por los bordes de la balsa, que se hundían y desintegraban. En la primera noche se ahogaron veinte personas y en la segunda los soldados armados mataron a sesenta y cinco de sus compañeros bajo el pretexto de haberse amotinado con la intención de destruir la balsa. Al cabo de una semana a la deriva, quedaron veintiocho supervivientes, muchos enfermos, heridos y enajenados, de modo que, cuando el hambre y la sed comenzaron a causar estragos, se produjo un enconado debate tras el que se decidió arrojar al mar a trece de ellos.

Sobre la balsa quedaron quince supervivientes a la deriva que, al cabo de trece días,  tras agotar el poco vino acopiado, de beber agua del mar y la propia orina, así como de realizar desesperados actos de antropofagia para sobrevivir, avistaron una embarcación que se aproximaba. Se trataba de un bergantín de la flotilla que había zarpado junto a La Medusa y que había llegado al puerto de Saint-Louis. Había sido enviado por el capitán Chaumareys, que con uno de los botes había llegado al mismo puerto, pero no con una misión de rescate de posibles supervivientes —que poco le importaban—, sino para recuperar todo el material posible de la balsa.

Cuando dos supervivientes de la expedición, el cirujano Jean-Baptiste Savigny y el geógrafo e ingeniero Alexandre Corréard, publicaron en 1817 un libro titulado ElNaufragio de la fragata La Medusa, en el que relataron los desgraciados hechos del naufragio, denunciando la negligencia y la cobardía del capitán, así como las atrocidades cometidas por los marineros borrachos, se produjo una gran conmoción en Francia, siendo difundidas las imágenes del horror en panfletos, grabados y gacetas que narraban el suceso con todo lujo de detalles. El clima de indignación fue aprovechado por la oposición liberal al régimen borbónico, que tras denunciar la incompetencia de la monarquía borbónica restaurada, consiguió la dimisión del ministro de Marina y que el capitán Chaumareys fuese condenado por un consejo de guerra a tres años de cárcel.     
       
EL TEMA TRATADO POR UN ARTISTA

Théodore Géricault vivió el tenso ambiente social originado por aquellos hechos cuando tenía 28 años. Por entonces acababa ver rechazada la petición de una beca en Roma para perfeccionar sus estudios de pintura, a pesar de que sus obras no habían pasado desapercibidas entre los críticos, por lo que pensó que un tema de tanta actualidad como el naufragio de La Medusa le serviría para realizar una pintura impactante que relanzara su carrera. El resultado sería una genial obra maestra.

Antes a acometer el trabajo, el pintor se reunió con los dos supervivientes de la tragedia para realizar esbozos basados en los testimonios que éstos le proporcionaron. Ordenados todos ellos, se propuso plasmar el drama de la forma más realista posible trabajando en un lienzo de grandes dimensiones, para lo que tuvo que abandonar su taller de la Rue des Martyrs por otro más amplio en la Rue du Faubourg-du-Roule, camino de Neuilly. Después encargó a un carpintero, que también había sobrevivido al naufragio, una maqueta de la balsa, haciendo posar a los supervivientes, a su asistente Louis-Alexis Jamar y a su buen amigo, el gran pintor Eugène Delacroix. La obsesión por plasmar la escena con un profundo realismo incluso le llevó a realizar bocetos sobre cadáveres reales, incluyendo miembros amputados, en una morgue cercana, para lo que contó con la ayuda de un amigo médico.

Según narra Charles Clément, biógrafo del pintor, en un principio pensó en representar las escenas de canibalismo, pero ante el temor de que la obra fuese censurada, decidió plasmar el esperanzador momento en que los naúfragos supervivientes divisan en el horizonte el bergantín que sería su salvación, una escena en la que estuvo aplicado sin descanso durante ocho meses, de noviembre de 1818 hasta junio de 1819, durmiendo en un altillo del taller, alimentándose de la comida que le proporcionaba la portera y con la única compañía de su asistente Jamar. El resultado fue espectacular. La pintura fue premiada con una medalla de oro en el Salón de París de 1819.

Con ella Géricault se colocaba en la cumbre del Romanticismo en Francia, un movimiento que vinculado a la literatura, la filosofía y la arquitectura, y hermanado a los movimientos sociales y políticos generados tras la Revolución francesa, suponía la contraposición a la pintura neoclásica del siglo XVIII. Este movimiento, que fue adaptado a principios del siglo XIX a las artes plásticas, después de su aparición en el campo de la pintura en 1770, alcanzaría su máximo apogeo en los países europeos entre los años 1820 y 1850, mostrando en cada país peculiaridades propias. A él quedan adscritas las últimas pinturas de Goya en España —Pinturas negras de la Quinta del Sordo—, las sutiles creaciones inglesas de Constable y Turner, o las impactantes composiciones francesas debidas a Delacroix y Géricault, con profusión de personajes que se aglomeran en la representación de escenas históricas o de tema social.

En La balsa de La Medusa (en general en toda la obra de Géricault) se quieren encontrar influencias de la obra de Miguel Ángel en el estudio de los cuerpos musculosos y de Rubens en el empastado de los colores. De acuerdo a la tradición, la composición se articula en torno a dos formas piramidales, una definida por la plataforma y el mástil de la balsa, donde aparecen esparcidos los naúfragos vencidos, y otra formada por los cuerpos que con esfuerzo gastan su último aliento en hacer señales al bergantín que se aproxima. En un caso y en otro predominan las formas agitadas y retorcidas que contribuyen a expresar el sufrimiento humano, en este caso bañadas por un claroscuro producido por el contraste violento de la luz y el color.

Théodore Géricault. Autorretrato
De forma perfectamente calculada, La balsa de la Medusa está recorrida por numerosas líneas diagonales que acentúan la inestabilidad del momento y resaltan la intensidad emocional y dramática. Pero no sólo eso, sino que una hipotética diagonal, que une el vértice superior izquierdo y el vértice inferior derecho, divide la composición en dos espacios distintos y complementarios. En el inferior se concentran los cuerpos vencidos —muertos, moribundos y meditativos con actitud estática— en un espacio dominado por la muerte como signo de tragedia y del hombre vencido por la naturaleza. Por el contrario, en el superior se amontonan los cuerpos que levantan con esfuerzo sus brazos y agitan paños para dar señales de vida al lejano barco que se aproxima, convirtiendo la esperanza de ser salvados en un gesto lleno de vida. En definitiva, la sublimación del contenido emocional de la vida y la muerte como protagonistas del naufragio.

En el espacio en que se amontonan los sufridos personajes se pone de manifiesto la fragilidad de las construcciones humanas —la balsa destartalada— frente a las fuerzas de la naturaleza —un mar picado que zarandea la balsa—, de modo que, a pesar de acumulación de una veintena de personajes, es la potente naturaleza la que adquiere el auténtico protagonismo al convertirse en fuente de sentimientos, de tal manera que, a través de la observación científica, el pintor actúa como intérprete entre la naturaleza y el espectador.

Para ello utiliza el color de forma violenta, destacando el sombreado de los cuerpos desnudos, impecables estudios anatómicos en múltiples posturas, el uso subjetivo y selectivo de los rojos en sustitución de la sangre, y el celaje lleno de nubarrones en un momento crepuscular que acentúa la tragedia, tanto evocada como sugerida de forma implícita.

En conclusión, un ejercicio antinormativo, lleno de talento e intensidad emocional, que con sutileza produce cierto desasosiego e impotencia en el espectador al hacerle partícipe de un hecho real en el que la supervivencia quedó debilitada al aflorar los comportamientos más viles del instinto humano: la vanidad, el egoísmo, la insolidaridad, la irresponsabilidad,  la hipocresía y la muerte.


Informe: J. M. Travieso.

* * * * *

Exposición: MEMORIA DE UN SUEÑO. COLECCIÓN 1954, del 6 de noviembre 2015 al 10 de enero 2016

$
0
0

SALA MUNICIPAL DE EXPOSICIONES DEL MUSEO DE LA PASIÓN
Calle Pasión s/n, Valladolid

El sueño del coleccionista se revela en su forma de convivir con los significados de las obras que adquiere. El gestor de 1954 llegó a convertir su entorno vital en un templo para el arte, donde obras, arquitectura y visión cosmopolita establecieron un universo singular aderezado de múltiples y significativas conversaciones.

Los ecos de aquellos diálogos resuenan en la Sala de Exposiciones ‘La Pasión’ del Ayuntamiento de Valladolid, años después, al atisbar en la diáspora artística española y en el escenario circunscrito de creadores que -sin ser aún completamente conscientes- comenzaban a llamar la atención del sistema internacional del arte.

La resonancia es mayor porque esta exposición constituye el estreno de una colección inédita. ‘1954’ se hace pública por primera vez en un esfuerzo consciente por brindar a la sociedad la visión de un momento de esplendor creativo en el contexto del arte contemporáneo español al que tuvo acceso el coleccionista cuya identidad es, en este caso, deliberadamente anónima.

En esta historia no existen casualidades sino confluencias porque 1954 fue el detonante del conjunto de emociones que inocularon en el coleccionista un profundo, sostenido y visionario interés por el arte moderno y contemporáneo. El título genérico autorreferencia el año en que acontecieron dos sucesos indisolubles y propiciadores de la posterior existencia de la colección y su vehemente precursor.

Artistas en la exposición:

• Miquel Barceló
• María Blanchard
• Eduardo Chillida
• Equipo Crónica
• Luis Feito
• Pablo Gargallo
• Ramón Gaya
• Julio González
• José Guerrero
• M. Hernández Mompó
• Carmen Laffón
• Baltasar Lobo
• Jorge Oteiza
• Pablo Palazuelo
• Pablo Picasso
• Manuel Millares
• Manuel Rivera
• Gerardo Rueda
• Pablo Serrano
• Antoni Tápies
• Esteban Vicente
• Fernando Zóbel

HORARIO DE VISITAS
De martes a domingo y festivos, de 12 a 14 y de 18,30 a 21,30 horas.
Lunes cerrado

Entrada gratuita.

Más información: Catálogo

* * * * *

Exposición: GRABADOS, del 6 de noviembre 18 de diciembre 2015

$
0
0

LA MALETA. GALERÍA DE ARTE
Calle Norte, semiesquina con calle Toreros, Valladolid

Esta galería de arte ofrece una muestra antológica del vallisoletano Alberto Valverde, cuya obra se halla repartida a escala internacional, con obras de diferentes formatos y técnicas.

Una nueva ocasión para que los amantes del grabado contemporáneo puedan apreciar la creatividad del que fuera maestro del Taller Municipal de Grabado Calcográfico, una iniciativa encomiable en el campo de la cultura que incomprensiblemente fue clausurada por el Ayuntamiento en 2012.

Durante la muestra el gran maestro grabador impartirá una serie de talleres a todos aquellos artistas interesados en la compleja técnica del grabado.

HORARIO DE VISITAS
De martes a viernes, de 19 a 21 h.

Información en telf. 609 809 077.

* * * * *

Reportaje: Crónica breve de un recorrido por Cuba en octubre 2015

$
0
0
Santiago de Cuba
Entre los días 6 y 20 de Octubre de 2015 un grupo de gente predispuesta a sacar el máximo partido a una experiencia que se nos ofrecía prometedora salimos de Barajas camino de Santiago de Cuba, donde, a la primera impresión física del calor del Trópico se fueron añadiendo las sensaciones que producían su rica arquitectura colonial, el calor y la alegría de su gente, y la presencia de la épica de la revolución castrista, omnipresente en multitud de frases, eslóganes cargados de mensajes políticos animando a la lucha y la resistencia o evocaciones del Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Fidel, y por supuesto, el venerado José Martí.

Ya en Santiago tuvimos el primer encuentro con el son cubano, acompañado de chachachá, mambo o bolero, en la Casa de la Trova, una institución fundamental en todas las ciudades principales que ofrece lo mejor del repertorio musical de la isla.

La catedral, el Museo Bacardí, el palacio de Velázquez, fundador de la ciudad fueron elementos destacados de la visita a Santiago, junto al castillo, a cuya vera almorzamos con una visión extraordinaria sobre la costa y el mar inmenso.

Baracoa. Cruz de la Parra
De Santiago, atravesando el hermoso y verde  campo cubano, dominado por la palmera real, árbol nacional junto con la ceiba, divisamos desde lejos la base de Guantánamo, un bocado asestado a la integridad geográfica del país, para, entre montañas donde  asoma el mar a retazos, dirigirnos a Baracoa, primera fundación castellana en la isla, donde muestran orgullosos el punto que la tradición señala lugar de desembarco de Colón y la cruz de Parra, la única conservada de las que el Almirante implantó en América.

La subida a Sierra Maestra, y concretamente al paraje de la Gran Piedra, tuvo el encanto del paisaje frondoso y agreste, la evocación de la guerrilla emboscada en ella, la presencia de plantas y flores exóticas, y la visita de una factoría antigua de café donde malvivían los esclavos haitianos que mantenían las instalaciones.

Como una concesión al descanso, la estancia en el complejo playero de Guardalavaca permitió cierto relax, en que pudimos alternar las instalaciones “todo incluido” con los turistas mayoritariamente canadienses que lo frecuentaban. Algunos aprovechamos para hacer una escapada a la ciudad costera y desconocida de Gibara, con algunos edificios interesantes.

Baracoa
Acompañados siempre por nuestra excelente guía, Cristina, y el siempre jovial y dispuesto conductor, Wilson, vamos conociendo paulatinamente las ciudades más representativas de la isla en una auténtica y documentada inmersión en el paisaje, la historia, el paisanaje,  y el día a día del país.

Así visitamos Holguín, con sus tres céntricas y animadas plazas de llamativos edificios coloniales; Camagüey, patria del poeta Nicolás Guillén, con un notable casco histórico bien conservado declarado Patrimonio de la Humanidad, si bien la lluvia nos truncó el paseo nocturno que preveíamos. Sorprendía agradablemente constatar la huella española en algunos  edificios del siglo XIX que ostentan aún el escudo real en sus fachadas.

Particularmente emocionante  fue visitar en Santa Clara el monumento al Che, y el sencillo panteón en que reposan sus restos junto a los demás guerrilleros que le acompañaban en Bolivia en lo que sería su última batalla, todo ello ilustrado en el museo adjunto lleno de testimonios gráficos, objetos personales del guerrillero más emblemático de la revolución cubana. También el monumento al tren blindado capturado por el Che en un momento decisivo de la guerra evoca su paso por esta ciudad. Sancti Spiritus, conserva bonitos edificios restaurados y una iglesia de notable sabor barroco.

Camagüey
Trinidad es una ciudad colonial que mantiene un conjunto muy bien conservado, también Patrimonio Mundial, cuyas calles empedradas y ventanas enrejadas parecen recordar otras andaluzas. Es muy agradable perderse por sus calles, como repetimos a la noche, con un ambiente más calmado que realzaba la hermosura del conjunto. En el cercano Valle de los Ingenios, el de Iznaga permite visualizar el injusto sistema de producción azucarero basado en la mano de obra esclavista.

De camino hacia La Habana parada en Cienfuegos, ciudad animada, con un aire distinto al resto,  con un cierto toque francés y magníficos edificios rodeando principalmente el Parque José Martí. También, para que no faltase de nada en el itinerario, paseo en lancha en Guamá por el Lago del tesoro, aldea taina y la reserva de cocodrilos.

Y por fin La Habana, en toda su enorme variedad, con zonas bien restauradas, como las plazas de Armas, San Francisco o la Plaza Nueva, junto a otras más degradas de la ciudad vieja, como la Calle de San Ignacio,  con excelentes casas españolas que esperan una restauración urgente.

Santa Clara. Monumento al Che Guevara
El casco de La Habana se define según zonas, por las poderosas fortalezas españolas de los siglos XVI al XVIII que defendían la bahía: el Morro, la Cabaña, el castillo de la Fuerza; las iglesias y monasterios a la sombra de la catedral de San Cristóbal; los palacios y casonas; las animadas calles, como la de Obispo; comercios tradicionales, como la farmacia Taquechel;  los bares y tabernas (las más famosas La Tabernita del Medio y el Floridita); el elegante y evocador Paseo del Prado;  el malecón donde rompe el mar con fuerza cuando está agitado, lugar  favorito de paseo y de plática de la gente habanera; las plazas de potentes edificios de principios del siglo XX que recuerdan el Madrid del entorno de la Gran Vía; los museos, empezando por el de la Revolución que refleja el arranque de la Cuba de hoy;  los grandes hoteles de la zona del Vedado  -Nacional, Capri, el nuestro, Habana Libre-, alojamiento este último de los guerrilleros tras su llegada a La Habana; los encantadores  chalets ajardinados de la zona de Miramar o Siboney.

Particularmente sorprendente es la abundancia de extraordinarios autos americanos de los años 50, de llamativas carrocerías, que se mantienen en funcionamiento gracias al ingenio de los cubanos y su capacidad de inventar. Todo ello hace de La Habana, y de toda Cuba, un verdadero museo vivo de automóviles antiguos.

Trinidad
La Habana es todo un mundo por descubrir y disfrutar, como hicieron los compañeros que se acercaron al Tropicana para vivir una experiencia sólo posible allí.

Avanzando más hacia el Oeste, en nuestro propósito de peinar la isla a lo largo, recorremos el valle de Viñales, un paisaje extraordinariamente verde y montuoso, con sus formas caprichosas de relieve, con visita espeleológica en barca a la Cueva del Indio.

El recorrido previsto se ha cumplido en un apretado programa en que ha habido de todo: un calor notable, lluvia a ratos tempestuosa, buena comida que nos acercaba también a la cultura tradicional del país, trato con una gente cordial y respetuosa, llena de dignidad. En definitiva, una inmersión histórica y cultural en un país con el que tenemos tantas cosas en común, y un vínculo humano que es fácil reanudar a poco que se converse con su gente, que se merece el que les vaya bien tras estos años de esfuerzo.

La Habana
En el avión, los más rumbosos vienen cargados con maracas, guayaberas y otras vestimentas, cajas de los mejores puros, botellas de ron, blanco y añejo, a las que es difícil resistirse después de visitar el Museo Habana Club. Todo ello les permitirá sin duda prorrogar un tiempo más, ya en Valladolid, el recuerdo de este encantador viaje cubano.

Unas pinceladas éstas demasiado pobres sin duda para la riqueza de conocimientos y el cúmulo de sensaciones que nos ha aportado este viaje, realizado en un momento muy oportuno, mientras aún se vive en la isla el régimen nacido de la Revolución, y antes de que los cambios que previsiblemente se impondrán en el próximo futuro desdibujen la auténtica Cuba de estos últimos 56 años. Sin duda que estar allí en este momento ha sido todo un privilegio.

Texto: Jorge Juan Fernández


Trinidad

Imágenes para el recuerdo.















La Habana














* * * * * 

Teatro: EL MALENTENDIDO, de Albert Camus, 14 de noviembre 2015

$
0
0





GRUPO DE TEATRO DOMUS PUCELAE
Villafrechós (Valladolid)


Sábado 14 de noviembre
Salón Multiusos de Villafrechós (Valladolid), 20 horas.
EL MALENTENDIDO, de Albert Camus.
Grupo de Teatro Domus Pucelae.
Entrada gratuita.



* * * * * 

Conferencia: EL PRADO Y LA PRADERA: EL PATRIMONIO ARTÍSTICO, LA DIVERSIÓN POPULAR Y EL CONSUMO A FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX, 16 de noviembre 2015

$
0
0


MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. PALACIO DE VILLENA
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

DÍA DEL PATRIMONIO MUNDIAL

Lunes 16 de noviembre
Salón de Actos del Palacio de Villena, 20 h.
EL PRADO Y LA PRADERA: EL PATRIMONIO ARTÍSTICO, LA DIVERSIÓN POPULAR Y EL CONSUMO A FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX 
Eugenia Afinoguénova. Marquette University, Milwaukee (Estados Unidos).


Entrada libre hasta completar aforo.


* * * * *

Theatrum: CRISTO DE LOS CARBONEROS, un simulacro de convincente naturalismo

$
0
0












CRISTO DE LOS CARBONEROS
Francisco de Rincón (Valladolid 1567-1608)
1606
Madera policromada
Iglesia penitencial de las Angustias, Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana















Entre la abundante serie de esculturas que integran el patrimonio de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, perteneciente a la Cofradía de la misma advocación, una buena parte de ellas se deben al talento del escultor Francisco de Rincón, que trabajó para esta iglesia realizando diferentes modalidades escultóricas, relieves y esculturas exentas, en piedra y en madera policromada, en las que dejó impregnado su sello personal e inconfundible.

A él corresponde el retablo mayor de la iglesia, que elaborado entre 1602 y 1604 está presidido por el monumental altorrelieve de la Anunciación, con las imágenes de San Agustín y San Lorenzo a los lados, así como una Piedad que corona el ático y los Cuatro Evangelistas incorporados al banco. Esta actividad tuvo continuación en el exterior del templo, para cuya fachada esculpía en piedra en 1605 las esculturas de San Pedro y San Pablo y los grupos de la Anunciación y de la Piedad. Muy satisfecha debió quedar la Cofradía con estas obras, puesto que en 1606, terminada la iglesia, de nuevo se le encargaban dos imágenes para presidir sus correspondientes capillas: Santa Gertrudis y el Cristo de la Luz, conocido popularmente como Cristo de los Carboneros.

Este sobrenombre fue aplicado a la escultura en 1805, por ser vigorosos jóvenes del gremio de los carboneros quienes lo portaban en procesión, finalidad para la que fue concebida desde que fuera encargada a Francisco de Rincón por la Cofradía de las Angustias, como se puso de manifiesto durante el último trabajo de restauración llevado a cabo por María del Carmen Santamaría en su taller vallisoletano, donde se pudo comprobar que la monumental imagen, que supera con creces el tamaño natural, está completamente ahuecada en su interior, llegando a reducir el espesor de la madera a casi 2 milímetros a la altura de las rodillas, reduciendo así el peso a soportar por los costaleros.

Con ello Francisco de Rincón consolidaba un tipo de escultura procesional que, enteramente tallada en madera, venía a sustituir a las viejas y endebles escenas elaboradas en imaginería ligera —cabezas y manos talladas en madera y cuerpos de papelón y telas encoladas—, cuyo punto de inflexión lo había marcado el propio Francisco de Rincón cuando en 1604 realizó el paso del Levantamiento (Elevación de la Cruz) para la Cofradía de la Sagrada Pasión, compuesto por ocho figuras, con el que marcó la senda que sería inmediatamente seguida por  Gregorio Fernández en sus célebres composiciones procesionales.

Francisco de Rincón en el Cristo de los Carboneros abandona la estética de la corriente romanista implantada en la ciudad por Esteban Jordán, último aliento del manierismo renacentista, para emprender un cambio estético hacia lo que Jesús Urrea ha definido como "serenidad naturalista", propiciando con ello el asentamiento de las incipientes formas barrocas.

El monumental crucifijo es una muestra de impresionante corrección anatómica y de esbeltez, estableciendo el escultor un arquetipo de crucificado que entre 1606 y 1608 repetiría en sucesivas ocasiones, como puede apreciarse en el que se conserva en el convento de las Descalzas Reales de Valladolid, en el que recibe culto en la Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria), el de la ermita del Santo Cristo de las Eras de Peñaflor de Hornija (Valladolid) y en el llamado Cristo de las Batallas que, destinado a una desaparecida capilla situada en el Cerro de San Cristóbal, se conserva en la iglesia de la Magdalena de Valladolid.

El arquetipo rinconiano que encarna el Cristo de los Carboneros se caracteriza por una depurada y esbelta anatomía en la que el torso y las piernas se arquean levemente, por la cabeza caída e inclinada sobre el hombro derecho, por presentar una gruesa corona de espinas tallada en el mismo bloque y por un trabajo de la cabeza que repite en su Cristo yacente (Convento del Sancti Spiritus de Valladolid) y en sus Nazarenos (Colegiata de San Antolín de Medina del Campo y ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey), caracterizados por un rostro ancho, ojos muy separados y cerrados en forma de media luna, barba de dos puntas de trazado simétrico, nariz afilada, boca entreabierta, abultados cabellos con mechones apelmazados que por la izquierda caen hacia atrás dejando visible parte de la oreja y por la derecha penden en vertical sobre el pecho dejando espacios calados, así como por remontar la pierna derecha sobre la izquierda con pies huesudos y verticales.

Aunque los elementos que llegan a convertirse en la marca del taller de Rincón son el tratamiento del perizoma o paño de pureza, sujeto a la cintura por una cinta, anudado en la parte derecha dejando visible parte de la pierna y con un plegado al frente. Otro tanto ocurre con la disposición de los brazos inclinados por el peso del cuerpo y el torso abatido hacia adelante y despegado de la cruz. La disposición de los brazos en forma de "Y" cada vez fue más pronunciada en sus crucifijos, alcanzando el límite en el Cristo de las Batallas.

La figura presenta un destacable virtuosismo anatómico, fruto de un minucioso estudio del natural, que se traduce en una serenidad con matices de solemnidad, factores que denotan el grado de madurez y de innovación alcanzado por el artista. Desgraciadamente, su trayectoria profesional quedaba interrumpida por la muerte prematura del escultor en 1608, recién superados los 40 años, privando a la escultura castellana de lo que habrían sido geniales creaciones a juzgar por la obra conservada, en la que cabe destacar la creación de modelos precedentes de algunas obras de Gregorio Fernández, tales como la modalidad de Cristo yacente o la Piedad, así como en la creación de arquetipos, del que este Cristo de los Carboneros es una buena muestra.

Con Francisco de Rincón arrancaba una saga de escultores vallisoletanos, aunque ni su hijo Manuel de Rincón, ni su nieto Bernardo de Rincón, a pesar de realizar algunas obras notables, nunca lograrían un corpus capaz de equipararse con su significativa e innovadora producción.

Desde 1618 hasta 1926 el Cristo de los Carboneros se integraba en los desfiles procesionales organizados por la Cofradía de las Angustias, aunque después de la renovación de la Semana Santa vallisoletana, impulsada a partir de 1920 por don Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid, que fomentó la creación de nuevas cofradías, comenzaría a desfilar como imagen titular de la Cofradía de la Preciosísima Sangre desde 1929, año de su fundación, hasta 1942, cesando en esta función al detectarse su delicado estado de conservación, lo que obligó a la nueva cofradía a recurrir a un Cristo crucificado de Juan de Juni conservado en el convento de Santa Catalina (hoy en el presbiterio de la iglesia de San Pablo), hasta que la misma causa obligó a encargar en 1953 una talla al escultor Genaro Lázaro Gumiel que emula aquel modelo juniano.

Restaurado, consolidado y limpiado de oscuros barnices, el Cristo de los Carbonerosforma parte del importante elenco de crucificados que se conservan en Valladolid, en su mayor parte vinculados a las celebraciones de su famosa Semana Santa. En la actualidad, desfila con la Cofradía de las Angustias, su propietaria, en la procesión de Regla o "Sacrificio y Penitencia" que la cofradía organiza en la madrugada del Viernes Santo.     

    
Informe y fotografías: J. M. Travieso.



Bibliografía

MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios Histórico-Artísticos. Valladolid, 1901.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura barroca castellana, tomo I. Valladolid, 1959.

URREA FERNÁNDEZ, Jesús. El escultor Francisco de Rincón. BSAA, Universidad de Valladolid, 1973.
El Cristo de los Carboneros en su capilla de la
iglesia de las Angustias, Valladolid

URREA FERNÁNDEZ, Jesús. La escultura en Valladolid hacia 1600. Valladolid, 1985.












* * * * *

Exposición: NADA TEMAS, DICE ELLA. CUANDO EL ARTE REVELA VERDADES MÍSTICAS, del 18 de noviembre 2015 al 28 de febrero 2016

$
0
0

MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

El Museo abre por primera vez de manera conjunta sus tres sedes —el Colegio de San Gregorio, el Palacio de Villena y la Casa del Sol— para acoger esta exposición, que propone un acercamiento a la influencia de la espiritualidad, el misticismo y lo sagrado en el arte contemporáneo a través de la obra de veintiún artistas internacionales.

Rosa Martínez, está al frente de esta muestra, organizada por AC/E Acción Cultural Española y el Museo Nacional de Escultura con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa.

HORARIO DE VISITAS
De martes a sábado, de 11 a 14 y de 16.30 a 19.30 h.
Domingos, de 11 a 14 h.

Entrada gratuita a las sedes del Palacio de Villena y Casa del Sol.

* * * * *

VIAJE: EXPOSICIONES EN MADRID, 15 de diciembre 2015

$
0
0
ACTIVIDADES NAVIDAD 2015

Salida a las 7,45 h. desde Vallsur y a las 8,00 desde la plaza de Colón con dirección a Boadilla del Monte (Madrid) para visitar la exposición permanente del Banco de Santander (que  cierra el 18/12/2015 y no será nuevamente expuesta hasta julio 2016). Al finalizar salida hacia Madrid para visitar el Museo Romántico. Almuerzo en el  restaurante Café Gijón a las 15,15 h. Por la tarde visita a la exposición "Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas" en CaixaForum Madrid. A las 19,30 h. salida hacia Valladolid. 

PRECIO SOCIO: 50 €
PRECIO NO SOCIO: 60 €

REQUISITOS: Grupo máximo 37 personas.

INCLUYE:
Viaje en autocar, seguro y dossier, entradas a las visitas especificadas y comida.
Las visitas al Museo Romántico se realizarán en grupos de 12 personas.

NO INCLUYE:
Gastos extras.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 a partir de las 0 horas del día 16 de noviembre.


* * * * * 

VIAJE: CONDADO DE TREVIÑO - VITORIA, 29 de diciembre 2015

$
0
0
ACTIVIDADES NAVIDAD 2015

Salida a las 7,15 h. desde Vallsur y a las 7,30 h. desde la plaza de Colón con dirección a Puebla de Arlanzón para visitar la población. A continuación salida hacia Treviño y a últimas horas de la mañana visita a la ermita de San Vicentejo. Almuerzo en un restaurante tradicional. Alrededor de las 16 h. visita guiada a la ciudad de Vitoria con guía local. Posibilidad de visitar el Museo de Arte Sacro. A las 18,30 tiempo libre. Salida hacia Valladolid a las 19,30 h.
 
PRECIO SOCIO: 45 €
PRECIO NO SOCIO: 50 €

REQUISITOS: Grupo mínimo 30 personas.

INCLUYE:
Viaje en autocar, seguro de viaje, dossier de viaje, visitas guiadas por el Condado y Vitoria y almuerzo en restaurante.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 a partir de las 0 horas del día 17 de noviembre.

* * * * * 

VIAJE: EXPOSICIONES EN MADRID, 30 de diciembre 2015

$
0
0
ACTIVIDADES NAVIDAD 2015

Salida a las 7,45 h. desde Vallsur y a las 8,00 desde la plaza de Colón con dirección a Madrid para visitar las exposiciones:
Julio Verne: Los límites de la Imaginación. Fundación Telefónica.
Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas. CaixaForum Madrid.
Max Bill. Fundación Juan March
Bonnard. Fundación Mapfre-Recoletos
 
PRECIO SOCIO: 50 €
PRECIO NO SOCIO: 55 €

INCLUYE:
Viaje en autocar, seguro y dossier, entrada a la exposición "Mujeres de Roma" y comida.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 a partir de las 0 horas del día 18 de noviembre.


* * * * * 

Socios de Domus Pucelae: COMIDA DE HERMANDAD, 12 de diciembre 2015

Música en noviembre: GALLARDA NAPOLITANA, de Antonio Valente (1520-1580), en versión de Jordi Savall

$
0
0


Intérpretes:
Jordi Savall (Viola de gamba)
Rolf Lislevand (Guitarra barroca)
Arianna Savall (Arpa)
Pedro Estevan (Pandereta)
Adela González-Campa (Tambor)

Festival de Música Antigua de Lanvellec (Francia) - 2002

* * * * *

Theatrum: LA PIEDAD, una persuasiva plástica de inspiración literaria

$
0
0











LA PIEDAD
Anónimo (Simón de Colonia?)
Finales siglo XV
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente del convento de Santa Clara de Valladolid
Escultura gótica. Escuela hispano-flamenca














Esta escultura de la Piedad es una de las más antiguas de este género iconográfico en Valladolid, una ciudad en cuyo patrimonio figura una serie de "piedades" de notable calidad, desde el modelo germánico que se expone en el Museo Nacional de Escultura, de principios del siglo XV, hasta la realizada por Alejandro Carnicero en el siglo XVIII, que corona el retablo de la Buena Muerte en la iglesia de San Miguel, pasando por la denominada Virgen de la Pasión, obra de Francisco Giralte en el siglo XVI y conservada en la iglesia de San Quirce, y por las geniales creaciones del siglo XVII salidas de las gubias de Francisco de Rincón (Iglesia de las Angustias) y Gregorio Fernández (iglesia de San Martín y Museo Nacional de Escultura), por citar los ejemplares más significativos.

El tema de la Piedad es uno de los más recurrentes en el arte cristiano por sus valores dramáticos, especialmente idóneo para conmover a los fieles. Básicamente consiste en la representación de Cristo muerto, recién descendido de la cruz y puesto en los brazos de su Madre, ajustándose cada artista a resaltar con distintos recursos plásticos los principales aspectos de un momento tan trágico, generalmente con un trasfondo de exaltación mariana que incide en la Compassio Mariae o papel copasionario de la Virgen, dando como resultado un momento conmovedor que incita al espectador a compartir con la Virgen la adoración del Redentor con un dolor íntimo y contenido.

Izda: Piedad Liebieghaus (vesperbild) c.1390, Frankfurt am Main, Alemania
Dcha: Piedad, finales XV, Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Curiosamente, este tema tan efectista no aparece descrito en los Evangelios, sino que tiene su origen en las representaciones de teatro sacro medievales, pasando de los Misterios basados en las Meditationes Vitae Christi a su representación plástica. Junto a estas fuentes no escritas, las fuentes informativas que alimentaron la iconografía fueron el Evangelio apócrifo de Nicodemo y la literatura mística bajomedieval.

Tras la divulgación de las homilías de Jorge de Nicomedia en la segunda mitad del siglo IX, y de los escritos del hagiógrafo Simeón Metafrastes en el X, a mediados del siglo XIII el dominico Santiago de la Vorágine ya exaltaba la aflicción de la Virgen dedicando un capítulo a la Piedad en su célebre obra La Leyenda Dorada. Asentado sobre estas bases, el tema hizo su aparición en la escultura a comienzos del siglo XIV debido a la divulgación de escritos como Stabat Mater, del franciscano Jacopone de Todi (1236-1306), una loa a los sufrimientos de la Virgen convertida en pieza fundamental en los Breviarios de la Pasión de las comunidades de monjas. Otras obras de literatura mística que incidieron en el tema fueron las Meditaciones de Pesudo-Buenaventura (c. 1300), las Efusiones del beato Enrique de Berg (1295-1366), las Revelacionesde Santa Brígida de Suecia (1303-1373) y el Planctus Mariae del cisterciense Ogiero de Locedio (U1214), refiriéndose en todos estos escritos a los aspectos emocionales producidos al colocar el cuerpo muerto de Cristo en el regazo de su Madre.

Tipología de Shonnes Vesperbilds. Izda: Piedad, 1420, The Cleveland Museum of Art (USA)
Centro: Piedad, 1400, The Cloisters-Metropolitan Museum, Nueva York (USA)
Dcha: Piedad Křivákova, 1390-1400, Museo Archidiocesano de Olomouci (República Checa) 
Se ha querido encontrar una explicación al éxito popular de las representaciones de la Piedad en dos acontecimientos que de alguna manera marcaron el fin del medievo en Europa: los nefastos efectos producidos por la Peste Negra y la inseguridad producida por la Guerra de los Cien Años. Estos sucesos habrían impactado sobre el pueblo trastocando sus sentimientos religiosos, favoreciendo nuevas expresiones devocionales a través de imágenes con valores dramáticos humanizados de fácil comprensión, encontrando en el patetismo de la Pasión ciertas similitudes a las experimentadas por los fieles cristianos occidentales en la segunda mitad del siglo XIV, para estimular especialmente la devoción a los dolores de la Virgen a través del cuerpo torturado de su Hijo.   

La Piedad, como tema iconográfico, apareció en el siglo XIV en Alemania, en los conventos femeninos del valle del Rin. Su composición pudo tener un origen muy sencillo: la transmutación de las tradicionales imágenes de la Virgen con el Niño por otras en que el infante fue sustituido por el cuerpo inerte del crucificado, motivo por el que la figura de María, en muchas ocasiones, conserva su juventud adolescente. Desde este territorio se propagaría por Francia, sobre todo en el siglo XV, a través de las cofradías de Nuestra Señora de la Piedad, muy populares en aquellas tierras.

Ya en el siglo XIV se había consolidado en tierras germanas un tipo de grupo escultórico conocido como Vesperbild, que en alusión a las Vísperas del Viernes Santo representaba a Cristo muerto en brazos de la Virgen en la celebración de la hora canónica, una representación de fuerte carga dramática que venía a sintetizar toda la Pasión y cuya representación más antigua es el grupo tallado en madera en 1360 que se conserva en el Museo Veste de Coburg (Alemania). Sin embargo, por influencia del gótico internacional, tan dramática representación —en algunos casos con rasgos expresionistas muy marcados— sufrió una transformación hacia un dolor más contenido y figuras más amables, dando lugar a los grupos hoy conocidos como Shonnes Vesperbilds, en los que, no obstante, se mantenía la fidelidad a los relatos místicos, como el presentar el cuerpo de Cristo rígido, según el rigor mortis descrito por Santa Brígida, en posición horizontal sobre las rodillas de la Virgen.

También en el siglo XV la tipología comenzó a evolucionar enriqueciéndose con la incorporación de nuevos personajes, como San Juan, la Magdalena, José de Arimatea, Nicodemo, etc., apareciendo la modalidad del Llanto sobre Cristo muerto, un episodio que antecede al Santo Entierro y que igualmente tuvo gran expansión.

Las relaciones comerciales entre Castilla y Flandes favorecieron la llegada de la tipología de la Piedad a Castilla en el siglo XV a través de las ferias celebradas en Medina del Campo, Villalón de Campos, etc., así como la masiva llegada de artistas nórdicos para trabajar en los innumerables proyectos de toda la geografía española, algunos de los cuales ya conocían el modelo que con tanto éxito sería acogido por los españoles, tan gustosos de las representaciones dramáticas, especialmente por las órdenes monásticas para la decoración monumental de sus monasterios (tímpanos, altares, etc.) con la finalidad de estimular la piedad popular. A finales del siglo XV y principios del XVI las representaciones de la Piedad se generalizaron en España tanto talladas en madera o labradas en piedra como pintadas sobre tabla.

Una vez establecida la razón de ser de la iconografía de la Piedad, podemos acercarnos a esta obra de Valladolid intentando entender su significado. Llama la atención el sentido verticalista de la composición, con el cuerpo de Cristo dispuesto en diagonal, lo mismo que el exacerbado dramatismo de las figuras, factores que, junto a la presencia en la base de una calavera que identifica el espacio como el Gólgota, inevitablemente remiten a los modelos germánicos de las Vesperbilds, que sin duda debía conocer su autor.

Sin embargo, la talla de esta Piedad presenta rasgos característicos de los autores hispano-flamencos que trabajaron en la escuela burgalesa a finales del siglo XV, a pesar de que su policromía muestre sucesivos repintes. Por este motivo, en la clasificación realizada por Julia Ara Gil1, la escultura es puesta en relación con los prestigiosos talleres de Gil de Siloé, destacado escultor llegado a Castilla desde Flandes. Otros autores la consideran obra de Simón de Colonia (así consta en la cartela del Museo), escultor y arquitecto nacido en Burgos a mediados del siglo XV e hijo del arquitecto Juan de Colonia, que procedente de dicha ciudad alemana llegó a Burgos para trabajar como maestro de obras de la catedral. En uno y otro caso conocerían la modalidad de las populares Vesperbilds, a la que la escultura se ajusta con precisión.

La Virgen, de cuerpo muy estilizado, aparece sedente sobre una base de peñascos. Está representada como una viuda, con una túnica de tonos rojizos que produce duros pliegues junto a los pies, una toca blanca de bordes fruncidos y un manto azul que le cubre la cabeza y cuyos bordes están recorridos por un cenefa dorada de gran relieve. Con la mano derecha sujeta el torso de su Hijo a la altura de la herida del costado, mientras coloca la izquierda sobre su pecho con gesto de resignación. El rostro es alargado y más inexpresivo que ensimismado, con los globos oculares muy resaltados, ojos con forma de media luna y grandes lágrimas talladas (mal repintadas), nariz larga y boca pequeña.

El cuerpo de Cristo se presenta algo envarado por un claro deseo del autor de recordar su posición en la cruz, ajustándose de este modo al rigor mortis descrito por Santa Brígida, efecto reforzado por la colocación de la cabeza elevada y los ojos entreabiertos y dirigidos a lo alto, lo mismo que la boca, como si acabara de exhalar su último suspiro, siendo el brazo derecho desplomado el que delata la muerte. Toda su anatomía está recorrida por infinidad de llagas que muestran las huellas de la tortura, destacando en la frente los regueros de sangre producidos por la corona de espinas, que ligeramente mutilada aparece apoyada en la base.

El conjunto ofrece una imagen desoladora de la muerte, a lo que contribuye la presencia de un cráneo colocado entre los peñascos de la base. La talla es minuciosa, de acuerdo a los cánones flamencos, aunque el trabajo de las manos dista mucho de los dedos largos y expresivos que caracterizan las tallas de Gil de Siloé, situándose más próxima, por los rostros, manos y plegados, a la obra de Simón de Colonia, escultor que pasó una prolongada estancia en Valladolid como artífice de notables trabajos escultóricos en las portadas de la iglesia de San Pablo.                 
    

Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 ARA GIL, Clementina Julia. Escultura gótica en Valladolid y su provincia. Institución Cultural Simancas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1977, p. 429.







* * * * *

Concierto: CANTAR ALLA VIOLA, 28 de noviembre 2015

$
0
0

MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. CAPILLA DEL MUSEO
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

MUSLYRAMUS
Música de vihuelas en el Museo. Unas pinceladas de sonido

Sábado 28 de noviembre
Capilla del Museo Nacional de Escultura, 20 h.
CANTAR ALLA VIOLA
Nadine Balbeisi, soprano
Fernando Marín, vihuela de arco
Eugène Ferré, vihuela de mano

Actividad programada por la Asociación de Amigos del Museo.
Entrada gratuita previa recogida de invitación en la Asociación de Amigos del Museo (Tienda del Museo).


* * * * *

Obras comentadas del Prado: TRÍPTICO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO, SANTA CATALINA Y SANTA BÁRBARA, del Maestro de Francfort

$
0
0


La restauradora María Antonia López de Asiaín comenta la restauración de las tres tablas del Tríptico realizado por el Maestro de Francfort entre 1510 y 1520, cuya tabla central fue adquirida por el Museo del Prado en 2008 permitiendo la recomposición original del tríptico.

* * * * *

Theatrum: EL SACRIFICIO DE ISAAC, las huellas de una formación italiana

$
0
0











EL SACRIFICIO DE ISAAC
Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1489-Toledo, 1561)
1526-1532
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del monasterio de San Benito el Real de Valladolid
Escultura renacentista española. Escuela castellana












Entre el año 1526 y 1532 Alonso Berruguete, después de su regreso de Italia, estuvo trabajando en Valladolid materializando un monumental retablo que le fue encargado por el monasterio de San Benito el Real para presidir la capilla mayor de la iglesia del que fuera el más importante centro benedictino de España. En esta obra monumental el polifacético artista palentino incorporó pinturas y esculturas en las que quedaba definido su personal estilo de acuerdo a un programa iconográfico convenido con la comunidad benedictina, que le trasladó sus inquietudes a través de fray Alonso del Toro, abad del monasterio.

Integrando el conjunto, el escultor elaboró un amplio santoral en el que la gran mayoría de las esculturas integrantes están consideradas como grandes obras maestras de la escultura renacentista hispana, entre ellas la que representa El sacrificio de Isaac, un episodio bíblico de fuerte contenido dramático en el que el artista sintetiza la influencia que sobre él ejercieron los modelos italianos que tuvo la oportunidad de conocer durante su periplo formativo por aquellas tierras, reinterpretando la iconografía con un estilo muy personal —plenamente imbuido en un manierismo radical— que se revelaría alejado de la tradición y muy vanguardista para su tiempo.



EL RETABLO MAYOR DE SAN BENITO EL REAL

Toda aquella maquinaria retablística presentaba una gran originalidad, desde la disposición de su planta hasta el gigantesco remate del ático en forma de venera, incorporando toda una serie de pautas estéticas basadas en el mundo clásico que son equiparables a las innovaciones que Giovanni Antonio Amadeo, junto a otros artífices como Solario, Cristoforo Mantegazza y Benedetto Briosco, incorporaron a finales del Quattrocento a la fachada de la Cartuja de Pavía, paradigma de una decoración exuberante aplicada a la arquitectura lombarda, de modo que si esta fachada es un feliz colofón a una grandilocuente construcción gótica, el retablo de Berruguete igualmente venía a transformar las espaciosas naves góticas de San Benito en un recinto de aire renacentista.

En base a los requerimientos de la comunidad benedictina, Alonso Berruguete diseñó un programa iconográfico dotado de gran erudición, pero también con imágenes asequibles a los monjes y los fieles. Manuel Arias ha analizado e interpretado el conjunto como una imagen de la Jerusalén celeste o Ciudad de Dios en la que el Antiguo y Nuevo Testamento conviven para compartir la llegada del Mesías1, exaltando la figura de San Benito como puente entre la Antigua y la Nueva Ley, en definitiva, poniendo el arte de la imagen al servicio propagandístico de la comunidad comitente.

Si el escultor tuvo que ajustarse a los términos del contrato en cuanto a la presencia de San Benito como santo titular, de la Asunción de la Virgen y del Calvario, todos en la calle central, el resto de los elementos fueron respondiendo a peticiones de la orden benedictina y a sugerencias del propio escultor, de modo que las catorce esculturas concebidas para el banco, en las que figuraba el Sacrificio de Isaac y Jacob con sus doce hijos, todos ellos patriarcas de la Antigua Ley, representaban una prefiguración de los doce Apóstoles colocados en el primer cuerpo.
A ellos se venían a sumar seis figuras de un santoral ajustado a las líneas generales del programa general, entre ellos las imágenes de San Sebastián, San Cristóbal y San Jerónimo, santos de gran devoción popular de repetida presencia en los retablos de la época. Se completaba el programa con dos relieves y dos pinturas de la infancia de Cristo, cuatro episodios en relieve de la vida de San Benito y otros dos relieves dedicados a San Gregorio y San Ildefonso, los santos más célebres de la orden.

Para el resto de los elementos decorativos Alonso Berruguete recurrió a un repertorio de origen miguelangelesco que sin duda le debió de impactar cuando el 10 de agosto de 1511 tuvo el privilegio de asistir en Roma a la apertura al público de la Capilla Sixtina, de donde tomó inspiración para la inclusión en el retablo de San Benito de soldados en posturas arriesgadas, de adolescentes desnudos sujetando pebeteros, de figuras de sibilas emparejadas y de bustos de profetas dentro de tondos, toda una serie de innovaciones para el arte español.

El retablo adquiría un aspecto deslumbrante por la aplicación de una policromía selectiva en la que prevalecen los reflejos de las superficies doradas, aunque lo que realmente puede llegar a sorprender al espectador es el atrevido manierismo de las composiciones, con expresivas figuras en actitudes desgarradas y nerviosas, inestables y asimétricas, arrebatadas y con un tallado minucioso en los detalles, lo que confiere un proverbial dinamismo al conjunto.

EL SACRIFICIO DE ISAAC

Los hallazgos estilísticos de Alonso Berruguete en el retablo de San Benito, que tanta fama le proporcionaron, se pueden rastrear en cada una de las esculturas, todas ellas obras de gran singularidad. Una de las obras más expresivas, tanto por su componente dramático como por la exhibición de una estética muy personal, es el Sacrificio de Isaac, obra maestra que ocupaba una hornacina del banco del retablo.
La escultura muestra el momento en que Abraham, retorciéndose de dolor ante la incompresible petición de Dios del sacrificio de su hijo Isaac, como prueba de su sumisión a la voluntad divina, se dispone a consumar la matanza como prefiguración del sacrificio de Cristo. En el trágico trance, Isaac muestra un gesto de desconcierto mientras aparece arrodillado sobre una pira a punto de ser encendida, con las manos amarradas en la espalda y sujeto por los cabellos por su padre.
Izda: Detalle del Sacrificio de Isaac. Alonso Berruguete, 1526-1532, MNE, Valladolid
Dcha: Detalle de Laocoonte y sus hijos. Agesandro, Atenodoro y Polidoro, 50 d. C., Museos Vaticanos

La figura del patriarca no puede ser más expresiva, con la pierna izquierda adelantada para acentuar su inestabilidad física, las manos agarrotadas por el nerviosismo y el rostro elevado hacia el cielo en actitud suplicante. La tensión emocional queda descrita en el magistral trabajo de la cabeza, elevada y ligeramente inclinada hacia la derecha, con la boca abierta en un grito sordo de desesperación convertido en fortaleza frente a la adversidad (ataraxia) y los ojos elevados a lo alto, mientras el viento agita su cabellera y repliega la punta de la barba puntiaguda contra el pecho formando un arco. De nuevo la brisa agita con brío la banda que le sirve de cinturón rodeando la túnica que deja la mitad del torso al aire.

Izda: Sacrificio de Isaac. Donatello, 1421. Museo de la Opera del Duomo,
Florencia. Dcha: Sacrificio de Isaac, Alonso Berruguete, 1526-1532, MNE
El tema sirve de pretexto al escultor para ejercitar la representación anatómica en las dos figuras al gusto renacentista, aunque el trabajo primordial se centra en la violencia de la situación. En ella no está ausente la influencia ejercida sobre los escultores italianos, también sobre aquellos foráneos que vivieron en Italia en aquel momento, por el grupo deLaocoonte y sus hijos, la célebre escultura marmórea de la escuela rodia que fue descubierta en 1506 en un terreno del Esquilino romano que antaño había formado parte de la Domus Aurea de Nerón, un grupo escultórico en el que los artistas reconocieron la perfección anatómica y la máxima expresión del dolor humano, lo que tomaron como referente para sus obras.

En esta escultura el contacto de Berruguete con los modelos de la antigüedad se complementa con las aportaciones de grandes maestros renacentistas, ya que el planteamiento iconográfico deriva directamente de la obra del mismo tema realizada en 1421 en Florencia por Donatello (Museo de la Opera del Duomo, Florencia), tanto en la disposición de las figuras como por el tratamiento de diferentes elementos, como las largas barbas de Abraham, la banda que diagonalmente recorre su pecho, la disposición de una pierna flexionada por la rodilla, la forma de sujetar la cabeza de Isaac por los cabellos e incluso la pequeña pira de la base, formada por pequeños troncos. No obstante, Berruguete se decanta por un lenguaje manierista radicalizado que realza su expresividad dramática, muy alejada de la serenidad de tendencia clasicista del original de Donatello.

Izda: Detalle del Sacrificio de Isaac. Donatello, 1421, Museo de la Opera del Duomo, Florencia
Dcha: Detalle del Sacrificio de Isaac. Alonso Berruguete, 1526-1532, Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Asimismo, la huella miguelangelesca de la bóveda de la Capilla Sixtina (1508-1512), que está presente en todo el retablo, también se aprecia en esta escultura, especialmente en la figura de Isaac, cuya disposición corporal aparece estrechamente relacionada con uno de los ignudi (desnudos) que encuadran la escena de La separación de las aguas y la tierra, repitiendo el torso inclinado hacia adelante, la pierna derecha muy flexionada y la colocación de los brazos en la espalda. En base a estas similitudes, Manuel Arias llega a equiparar, tanto teórica como formalmente, lo que supuso la obra de la Capilla Sixtina en el Vaticano con el conjunto entregado por Berruguete a la orden benedictina, cuya finalidad era la exaltación de la cabeza de la Congregación en Castilla2.

Izda: Detalle de Ignudi. Miguel Ángel, 1508-1512, Capilla Sixtina, Vaticano
Dcha: Detalle del Sacrificio de Isaac. Alonso Berruguete, 1526-1532, Museo Nacional de Escultura, Valladolid 
Sin embargo, la obra expresa el personalísimo estilo del escultor de Paredes de Nava, capaz de expresar como nadie las pasiones humanas mediante composiciones en las que quedan realzados los valores líricos, en este caso con un desequilibrio formal que acrecienta el desequilibrio emocional, con cierta lucha de los volúmenes por escapar del nicho, con una gran estilización de las anatomías, en ocasiones con posturas inconcebibles, con cabezas y extremidades gesticulantes de altos valores estéticos, unificando de forma magistral la emoción y el delirio tanto en los personajes aniñados como en los venerables ancianos, acompañándose siempre de bellos trabajos de estofados minuciosos, a base de esgrafiados, en los que predominan las efectistas superficies doradas.   


Informe y fotografías: J. M. Travieso.


NOTAS

1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Las claves iconográficas del retablo de San Benito el Real, de Alonso Berruguete. Boletín del Museo Nacional de Escultura nº 9. Valladolid, 2005, pp. 13-27.

2 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Retablo Mayor de San Benito el Real. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection. Madrid, 2009, pp. 108-115.











* * * * *

Fastiginia: El Cine Roxy, otra página cerrada para la historia

$
0
0
El Cine Roxy el día de su inauguración en 1936
y en el momento de su cierre en 2014

Estampas y recuerdos de Valladolid


Valladolid, donde anualmente se celebra la Semana Internacional de Cine, ha perdido parte de su patrimonio cultural y una de las salas cinematográficas más emblemáticas del centro de la ciudad: el flamante Cine Roxy. Con la misma sordidez que en una pintura de Hopper, sus entrañas acogieron a los últimos espectadores en la noche del 8 de enero de 2014, cuando fue elegida como proyección de despedida la película de Giuseppe Tornatore "Cinema Paradiso" (1988).

Habían transcurrido casi 78 años de magia y diversión desde aquel 4 de marzo de 1936 en que la sala fue inaugurada con la proyección de "Don Quintín, el amargao", de Luis Marquina, permitiendo gozar a los vallisoletanos de la más avanzada tecnología cinematográfica del momento.

La apertura del Cine Roxy tuvo su origen en la fascinación que el séptimo arte presentado de forma ambulante en la Acera de Recoletos produjo en una familia vallisoletana dedicada al negocio de la zapatería, los Lafuente, que en 1933 decidieron convertir lo que iba a ser una fábrica de zapatos en la calle Mantería en el discreto Cinema Lafuente (en tiempo reciente reconvertido en los Cines Mantería, también cerrados).

El negocio fue en auge a partir de la llegada del cine sonoro, de modo que los hermanos José y Emilio Lafuente decidieron comprar a las monjas dominicas francesas el céntrico solar situado en la calle María de Molina, frente al colegio, sobre el que se levantó un nuevo cinematógrafo según el proyecto presentado en 1935 por el arquitecto Ramón Pérez Lozama, que adaptándose a las posibilidades del terreno estableció una larga sala rectangular capaz de acoger 650 butacas, con una salida de emergencia por la calle Doctrinos, así como un anfiteatro en el piso superior con otras 500 localidades, bajo el cual se abría un doble vestíbulo, uno exterior con las taquillas y otro interior con escaleras laterales que permitían la subida al anfiteatro, bar, despachos y otros servicios. En un tercer nivel se ubicaba la cabina de proyección, cuyo primer proyector fue un sofisticado Sice-Super Simplex.

La imagen del Cine Roxy, con cuya titulación los propietarios intentaban emular al Cinema Roxy de Nueva York, la mayor sala cinematográfica del mundo por aquellos años, venía determinada por su fachada, de diseño simétrico y funcional, con dos pisos y disposición tripartita que sufriría pequeñas modificaciones con el paso de los años, destacando los ventanales y los óculos cerrados con vidrieras, lo que proporcionaba un aire modernista. Pronto se convertiría en un referente cultural por ser la sala cinematográfica con mayor aforo de la ciudad, que en agosto de 1955, bajo la gerencia de Emilio Lafuente, hijo del fundador, incorporó una pantalla panorámica que fue inaugurada con la proyección de "El mayor espectáculo del mundo", de Cecil B. DeMille.

A partir de 1989, tras la muerte del gerente, tomaron las riendas tres primos de los fundadores, siendo finalmente comprada la sala en junio de 1990 por Enrique Cerezo. Cinco años después era reconvertida en dos salas superpuestas, una inferior con 550 localidades y otra superior con 350, conociendo su última remodelación en 2005, donde ambos espacios se redujeron para albergar 430 y 270 plazas, siendo incorporados nuevos elementos decorativos tanto en las salas como en la fachada.

Así permaneció hasta que en 2014 Enrique Cerezo decidió abandonar el negocio y ceder el inmueble para su reconversión en la nueva sede del Casino de Castilla y León, operación que contó con la aprobación del Ayuntamiento encabezado por Francisco Javier León de la Riva. Para ello ha sido necesario remodelar por completo su interior, manteniendo únicamente la fachada. De esta manera el que fuera un nostálgico templo de la cultura ha pasado en convertirse en templo de tentación del dinero.

Para nuestra pequeña historia local quedan toda una serie de noticias anecdóticas, como el haber destinado la recaudación del día de su estreno en 1936 a ayudar a los damnificados por las crecidas del Pisuerga y el Esgueva; su cambio de titulación durante cuatro años como Cinema Radio por la prohibición de utilizar nombres anglosajones durante la Guerra Civil; la enorme afluencia en los años 50 durante la proyección de "El puente sobre el río Kwai" o "Sólo ante el peligro", caso que se repetiría en 1977 con "La Guerra de las Galaxias", así como los atentados ultraderechistas sufridos en 1984 con motivo de la proyección de "El Caso Almería", de Pedro Costa.
     Lo dicho, puras anécdotas, pues lo sentimental, si para colmo va unido a la cultura, es algo que no cotiza en bolsa. ¡No vayas a exigir un mínimo de sensibilidad a políticos y negociantes!

     El Cine Roxy ya es un recuerdo del pasado.      


































* * * * * 
Viewing all 1422 articles
Browse latest View live