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Visita virtual: CARTUJA DE MIRAFLORES, Burgos

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Sin tener que desplazarte puedes realizar un recorrido completo por la remozada Cartuja de Miraflores de la ciudad de Burgos, edificada sobre un palacio que el rey Juan II donó a los cartujos en 1441 y adaptada recientemente para su recorrido museístico.
A través de sus dependencias irás descubriendo impresionantes obras de arte que podrás contemplar en alta definición, como el retablo mayor y los sepulcros realizados por Gil de Siloé, el mejor escultor en tiempos de los Reyes Católicos, el Tríptico flamenco del Calvario, la preciosa Anunciación de Pedro Berruguete, la imagen de San Bruno de Manuel Pereira...

Accede pulsando en el enlace que aparece a continuación y comenzarán la explicaciones. A partir del punto rojo que aparece en la entrada sigue las flechas que te conducen por todas las dependencias. Si te interesa, pulsa los iconos que salen en cada lugar con información y vista detallada de las obras.

Para acceder: Pulsa aquí

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Bordado de musas con hilos de oro: HUMEDAD, de José María Muñoz Quirós

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HUMEDAD

En el lago sus pétalos germinan
con la humedad de un labio.
Recién besada por la aurora
la luna se derrama en el seno del día.
Vientre de espumas, orillas entrañadas
que entrelazan sus brazos. En el lago
del mar de tus pupilas cristaliza la rosa
con los últimos ramos
de la nieve, con la helada
más honda en sus aristas,
quietud para los fondos de esa sima
donde asomarse desvanece
el dibujo del agua.


JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS, 2016 (Poesía publicada en la Revista Atticus Siete en enero de 2017).

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Exposición: MIGUEL DE CERVANTES O EL DESEO DE VIVIR, del 16 de marzo al 2 de julio 2017

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MUSEO CASA DE CERVANTES
Fotografías de Navia de lugares y caminos que a lo largo de su vida transitó Miguel de Cervantes







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Theatrum: SAN ONOFRE, aspecto salvaje como renuncia a los bienes mundanos

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SAN ONOFRE
Alejo de Vahía (Región de Renania ?-Becerril de Campos, Palencia, 1515)
Activo entre 1480 y 1515
Hacia 1500
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura gótica castellana. Período tardío














San Onofre es un santo muy honrado por los cristianos coptos y también venerado en el santoral católico, donde siempre fue presentado con una pintoresca iconografía que con el paso a los años se iría adaptando al lenguaje plástico de cada época para representarle en su condición de eremita dedicado a la oración y la penitencia tras su renuncia a los bienes mundanos. Para una mejor comprensión de su imagen es necesario acercarse al personaje, al menos someramente, para intentar comprender el por qué de su aspecto primitivo y salvaje.

SAN ONOFRE

San Onofre nació alrededor de 320 en Etiopía y era hijo de un rey egipciaco o abisinio. La leyenda le relaciona con hechos prodigiosos desde su más tierna infancia, pues al poco tiempo de nacer el diablo convenció a su progenitor de que le entregara a las llamas para comprobar si era hijo del adulterio, prueba de legitimidad de la que Onofre salió ileso. Siendo niño, ingresó en el monasterio de Eremopolites, en la región de la Tebaida egipciaca, que acabaría abandonando en su juventud para retirarse al desierto y hacer vida de eremita junto a una fuente y una palmera. Según la tradición, allí sobrevivió más de 60 años en condiciones extremas alimentándose sólo de dátiles, agua y el pan que un ángel le entregaba a diario, incluyendo la comunión los domingos. Como vestimenta tan sólo utilizaba pudorosas hojas de palma o hierbas entretejidas y sus propios cabellos, que nunca llegó a cortar. 

Podemos aproximarnos a su apariencia por los escritos del abad Pafnucio, su discípulo más joven, que durante una de sus visitas a los eremitas del desierto, en torno al año 400, le encontró con un terrible aspecto y en un deplorable estado de salud que infundía temor, con el cuerpo deformado, larga barba canosa, un cabello erizado que le cubría todo el cuerpo y un ceñidor a la cintura confeccionado con hierbas secas. Fue Onofre quién, a modo de confesión, relató su vida al hermano Pafnucio, la forma en que se alimentaba con hierbas y frutos del lugar y su admiración por el profeta Elías y San Juan Bautista, al que quiso emular. Estando en su compañía, Onofre fallecía al amanecer del día siguiente después de que le pidiera que se ocupara de su sepultura, contando la tradición que dos leones cavaron su tumba en el desierto y que un coro angélico le rindió honores y alabanzas. Poco tiempo después Pafnucio escribía la hagiografía de aquel ermitaño muerto en santidad.


A finales del siglo XV y principios del XVI se extendía en el orbe cristiano el concepto de renuncia a los bienes mundanos y la penitencia como vía de santidad, siendo muy frecuente en occidente la exaltación de estos valores mediante representaciones de célebres anacoretas que los encarnaron, como San Juan Bautista, María Magdalena, San Jerónimo penitente, etc., alcanzando una gran expansión la devoción a San Onofre, tal vez el caso más extremo.

EL ESCULTOR ALEJO DE VAHÍA

Durante el último cuarto del siglo XX, el gran escultor Alejo de Vahía dejaba de ser un desconocido en el arte castellano para situarse en lugar destacado entre los escultores extranjeros que realizaron su obra durante el reinado de los Reyes Católicos. Hasta entonces su personalidad estaba eclipsada por los grandes maestros del foco burgalés que ejercieron como introductores del estilo renacentista italiano. Aunque ya en 1925 el estudioso alemán Georg Weise identificara un nutrido grupo de esculturas homogéneas en el entorno de Tierra de Campos y en 1970 Ignace Vandevivere le considerara autor de notables esculturas de la catedral de Palencia, no sería hasta el año 1974 cuando Clementina Julia Ara Gil1 publicara un trabajo estableciendo la trayectoria y el corpus de su obra, sacándole así del anonimato y encumbrándole entre los mejores escultores de su tiempo, con un prolífico catálogo de obras completado en los últimos años.

No obstante, a pesar de que se conoce su presencia en Castilla desde los años 80 del siglo XV hasta su muerte en Becerril de Campos hacia 1515, siendo autor de una obra nutrida e importante con la que alcanzó un considerable prestigio y la condición de hidalgo, son pocos los datos conocidos de su anterior periplo creativo relacionado con los círculos hispano-flamencos. Por su modo de trabajo y algunos convencionalismos de sus obras se le presupone una formación en talleres renanos, territorio donde podría haber nacido, aunque tampoco es descartable el entorno de Limburgo. Seguro es que pertenece al considerable grupo de artistas nórdicos que durante el reinado de los Reyes Católicos se trasladaron a España atraídos por la enorme demanda laboral, aunque en el caso de Alejo de Vahía se especula con una posible estancia previa en Francia, lo que justificaría la elaboración de obras que hoy se conservan en el Museo del Louvre de París, en el Museo Goya de Castres y en Avignon.


En torno a 1475 debía recalar en Valencia, donde se guarda el relieve de la Dormición de la Virgen en el Museo de la Catedral, trasladándose hacia 1480 a Castilla para trabajar al servicio del cardenal Mendoza, mecenas para el que elabora hacia 1490 los capiteles del zaguán y las puertas talladas de la biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, pasando a instalarse definitivamente, por razones desconocidas, en la villa palentina de Becerril de Campos, algo alejado de los principales focos productivos.
Allí su actividad fue incesante, interviniendo en retablos de Palencia, Paredes de Nava, Monzón de Campos y Becerril, participando entre 1491 y 1497 en la sillería de la catedral de Oviedo y suministrando numerosas obras para iglesias palentinas y vallisoletanas, entre las que se incluyen los sepulcros de la familia de Luis de la Serna de la iglesia de Santiago de Valladolid, realizados en 1498, y otros de eclesiásticos de Palencia y Campos, demostrando su habilidad para trabajar tanto la madera como la piedra.

Alejo de Vahía debió instalar un importante taller y muy bien organizado, entre cuyos ayudantes es posible que se encontrara su hijo Bastian y otros familiares. Sus esculturas presentan un estilo inconfundible, caracterizado por una fina elegancia de connotaciones góticas nórdicas, aunque algunos eclesiásticos le rechazaran por considerarle anticuado para su tiempo. En un censo de 1515 su esposa figura como viuda, lo que hace presuponer que su muerte aconteció en Becerril de Campos en el primer semestre de ese año. 
Alejo de Vahía dejaba una abundante obra, diseminada principalmente por las provincias de Palencia y Valladolid —por entonces perteneciente a la diócesis de Palencia—, caracterizada por su inconfundible estilo y un alto grado de calidad que justifican su prestigio profesional. Siempre fiel a sus propios modelos, sus rasgos más destacados los rostros con ojos abultados y caídos, los dedos alargados —muchas de sus figuras con la mano en vertical y la palma dirigida al espectador— y el tratamiento de los plegados, con gran atención a los pequeños detalles ornamentales y narrativos.

LA ESCULTURA DE SAN ONOFRE DE ALEJO DE VAHÍA

Esta escultura de San Onofre, concebida para ser colocada en un retablo, se ajusta con fidelidad tanto a la tradicional iconografía del santo como al invariable estilo de Alejo de Vahía. En ella se representa al eremita con el aspecto salvaje que describiera el abad Pafnucio en su biografía tras permanecer aislado, haciendo penitencia en el desierto, durante más de sesenta años. Se acompaña con un escueto paisaje que, con afán narrativo, sugiere una cueva con formaciones rocosas sobre la que se yergue un pequeño cenobio con la fuente, aquella que junto a los frutos de la palmera, que posiblemente también apareciera sobre el paisaje guardando simetría con el cenobio, fueron sus únicos alimentos.

Especialmente peculiar es la figura de San Onofre, representada en actitud de saludar al visitante, con la mano diestra levantada y la palma frontal al espectador, rasgo que, junto a los dedos largos, es característico en el escultor. Su anatomía presenta una larga barba, con mechones filamentosos dispuestos simétricamente, y el cuerpo enteramente recubierto con mechones enmarañados de su larga cabellera, dejando al descubierto las rodillas como testimonio de sus innumerables horas de oración y penitencia, así como un pudoroso cinturón confeccionado con ramas trenzadas como única vestidura.

Su aspecto presenta inequívocas analogías con algunas esculturas de salvajes que fueron frecuentes durante el reinado de los Reyes Católicos, especialmente con las que decoran las jambas de la portada del Colegio de San Gregorio de Valladolid, rematada en 1499 posiblemente por el taller de Gil de Siloé, es decir, una obra contemporánea al San Onofre de Alejo de Vahía. 

Sin embargo, ofrece un distinto planteamiento al que siguieran algunos pintores y escultores renacentistas del siglo XVI, que simplemente inciden en la identidad del santo con la cabellera hasta los pies, la larga barba y en el ceñidor elaborado con ramas. Sirvan como ejemplos ilustrativos el San Onofre que entre 1515 y 1520 pintara Fernando Yáñez de la Almedina (Museo del Prado), el San Onofre esculpido en alabastro en 1520 por Damián Forment (Museo de Zaragoza) y el San Onofre de alabastro elaborado en el último cuarto de siglo por Juan de Anchieta (Museo Nacional de Escultura), de resabios miguelangelescos.

Salvajes de la portada del Colegio de San Gregorio, 1499, Valladolid
La anatomía de Alejo de Vahía responde a la forma esquematizada, reducida a lo esencial, que habitualmente realizara, con disposición frontal, la cadera alta, una pierna ligeramente adelantada y delicados ademanes. Otro tanto puede decirse del trabajo de la cabeza, con un rostro ovalado de frente muy despejada, nariz recta, cejas muy curvadas y los párpados abultados, aunque en este caso presenta ojos de cristal que le fueron añadidos en época barroca. Asimismo, ofrece el estereotipado trabajo de cabellos que caracteriza al escultor, con raya al medio y mechones simétricos, que se multiplican en detalles para definir la figura del anacoreta, aunque están presentes los dos pequeños rizos circulares sobre la frente que son habituales en sus personajes masculinos. Durante el barroco le fue repuesta la mano izquierda con la que sujeta un bastón.

Respecto a los detalles narrativos, tomados del gusto flamenco por el detallismo, llama la atención la fuente colocada junto al pequeño cenobio, cuyo esquema sigue aquellas habituales en Tierra de Campos, con características muy similares a la que todavía permanece ante la iglesia de San Eugenia de Becerril de Campos. Ingenuas son las figuras de los dos leones que según la leyenda excavaron su tumba en el desierto y que identifican al santo. Aparecen postrados en la parte inferior dentro de la cueva, presentando más el aspecto de perros con melenas que de leones reales, posiblemente porque Alejo de Vahía nunca pudo contemplar en vida uno de estos animales, limitándose a recrear en ellos los modelos heráldicos tan extendidos en tiempos de los Reyes Católicos.

Damián Forment. San Onofre, alabastro, 1520. Museo de Zaragoza
La policromía de su acabado, perdida en buena parte, desgraciadamente no contribuye a realzar el conjunto, destacando el juego de contrastes establecido entre algunos elementos, como  las  carnaciones diferenciadas de los mechones canosos que recubren el cuerpo y los tonos verdosos del paisaje contrapuestos a los tonos ocres de las formas rocosas. A pesar de todo, la carencia polícroma que compensada con la exquisita calidad de la talla.

Esta escultura ingresó en el Museo Nacional de Escultura, como dación de pago de Manuel Barbie Gilabert, el año 1998.      



Informe y fotografías: J. M. Travieso.




Juan de Anchieta. San Onofre, alabastro, entre 1556 y 1600,
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

NOTAS

1 ARA GIL, Clementina Julia. En torno al escultor Alejo de Vahía (1490-1510). Universidad de Valladolid, 1974.














San Onofre. Izda: Yáñez de la Almedina, h. 1515, Museo del Prado
Centro: José de Ribera., Fundación Casa de Alba
Dcha: Francisco Collantes, h. 1645, Museo del Prado












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Conferencia: HOMENAJE A JOHN BERGER, 21 de marzo 2017

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MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
21 DE MARZO: DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA








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¡ Superados los dos millones de visitas al blog de DOMVS PVCELAE !

Concierto: ÓRGANO REALEJO DEL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA, 24 de marzo 2017

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Ciclo de encuentros literarios: LITERATURA Y BONDAD, de marzo a mayo 2017

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MUSEO CASA DE CERVANTES
Biblioteca del Museo
Ciclo "Se habla literatura"















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Curso: PATRIMONIO EN CLAUSURA. HISTORIA Y ARTE DE LAS CLAUSURAS FEMENINAS DE VALLADOLID, marzo-abril 2017

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"10 AÑOS DE DOMUS PUCELAE"













Con motivo de la celebración de los "10 años de Domus Pucelae", esta asociación cultural vallisoletana ha organizado con el Centro Buen Día y la Universidad de Valladolid un curso, excepcional por infrecuente, dedicado al patrimonio que se conserva en las clausuras femeninas vallisoletanas, en la mayoría de los casos poco conocido por ser poco visible.

El curso, una vieja aspiración desde hace años que se hará realidad durante los meses de marzo y abril, viene a complementar al que se celebrara dedicado a la "Arquitectura palaciega en el Valladolid de la Corte" en el año 2012, por entonces contando con la colaboración de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, cuyas ponencias fueron recogidas en una interesante publicación que vio la luz aquel mismo año.

Como en aquella ocasión, el curso consta de dos partes, una de tipo académico, con una serie de conferencias impartidas los viernes por especialistas, y otra de carácter más lúdico y divulgativo, con visitas en las mañanas de los sábados a los diferentes conventos y clausuras guiadas por profesores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, manteniendo el aliciente de que algunas de las conferencias se impartirán en el propio recinto conventual.

La laboriosa organización de este evento sin precedentes en Valladolid tiene como coordinador a Ramón Pérez de Castro, del Dpto. de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, que ha gestionado la colaboración del Arzobispado de Valladolid, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, del Museo de la Universidad de Valladolid, del grupo de investigación GIR idintar, del Museo de San Joaquín y Santa Ana y del Ayuntamiento de Valladolid, logrando que abran sus puertas a los estudiosos del arte los monasterios de la Concepción del Carmen, Santa María la Real de las Huelgas, la Asunción de las Descalzas Reales, San Joaquín y Santa Ana, Santa Clara, la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Porta Coeli y Santa Isabel de Hungría.

La expectación por el curso entre los socios de Domus Pucelae ha sido tal, que ante la masiva petición de inscripciones, dado el número restringido de plazas por las características de los espacios a visitar, las solicitudes han participado en un sorteo que se celebró el pasado día 14 de marzo.

Deseamos a los afortunados que disfruten de esta ocasión única a partir del próximo 24 de marzo.





















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Theatrum: CRISTO DE LA HUMILDAD, exacerbado afán de conmover a través de los sentidos

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CRISTO DE LA HUMILDAD O CRISTO DEL GALLO
José de Rozas (?-Valladolid, 1725)
1691
Madera policromada y postizos
Iglesia de San Martín, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana















El origen de la imagen del Cristo de la Humildad, representación estricta del Ecce Homo, está vinculado a la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad, fundada en Valladolid hacia 1504 por un grupo de banqueros genoveses. Al poco tiempo de su fundación, esta cofradía ya contaba con dos pasos procesionales, uno que representaba un Ecce Homo y otro con el pasaje de la Lanzada de Longinos, aunque en 1636, ante el deterioro del primero, fue encomendada su restauración a Diego Pérez, que reelaboró su policromía. Al parecer, este trabajo no fue lo suficientemente perdurable, pues en 1691 la Cofradía de la Piedad, ante la degradación de la imagen, encargaba una nueva talla al escultor José de Rozas, con taller en Valladolid. La nueva escultura, que supuso a la Cofradía un desembolso de 100 ducados, fue conocida popularmente como Cristo de la Caña1 y Cristo del Gallo, puesto que la imagen del Ecce Homo iba acompañada, entre otros atributos, de la figura de un gallo alusivo a las negaciones de San Pedro.

Así desfiló en las procesiones de Semana Santa desde finales del siglo XVII, permaneciendo al culto a lo largo del año en un retablo colateral barroco de la desaparecida iglesia penitencial de la Cofradía de la Piedad (ubicada en la confluencia de las actuales calles de López Gómez y Fray Luis de León), derribada junto a su Hospital de Convalecientes en 1789. En ese momento la imagen del Cristo de la Humildadse preservó en la capilla del Buen Suceso de la iglesia del Salvador, donde permaneció durante un año antes de ser trasladada a la iglesia de San Antonio Abad, sede de frailes hospitalarios situada junto al antiguo colegio de jesuitas de San Ambrosio, donde fue venerada por la comunidad antoniana durante casi ciento cincuenta años. Al menos entre 1864 y 1911 seguía participando en las procesiones, según testimonio de Agapito y Revilla.

Se desconoce el momento en que dejó de participar en los desfiles procesionales, aunque es posible que fuera a causa del derribo del templo de San Antonio Abad en 1939, año en que su patrimonio fue dispersado por otros templos vallisoletanos, como la iglesia del Carmen de Las Delicias y el Santuario Nacional, siendo recogida provisionalmente la imagen del Cristo de la Humildad en la iglesia del Rosarillo y posteriormente en la iglesia de San Martín, para ser trasladada definitivamente al Santuario Nacional de la Gran Promesa, donde permaneció al culto hasta tiempos recientes. 
Como consecuencia de la recuperación de los desfiles de Semana Santa emprendida a partir de 1920 por el arzobispo Gandásegui, en 1944 se fundó la Cofradía del Santo Cristo de los Artilleros, que inicialmente comenzó a desfilar recuperando la imagen procesional del Cristo de la Humildad de José de Rozas, aunque años después la imagen fue sustituida por el Ecce Homo de Gregorio Fernández, propiedad de la Cofradía de la Vera Cruz2.   
Sería en octubre de 2013 cuando el nuevo Cabildo de la Cofradía de la Piedad comenzó los trámites de recuperación de la imagen que, tras ser restaurada, recibió la autorización del arzobispo de Valladolid para ser reincorporada a los desfiles procesionales en 2015 y, como patrimonio de la misma, en 2016 fue trasladada a la iglesia de San Martín, donde la Cofradía tiene su sede canónica. Allí se encuentra colocada sobre un sencillo pedestal en la que fuera capilla barroca de San Juan de Sahagún, junto al retablo clasicista, procedente del desaparecido convento de San Francisco, que contiene la célebre imagen de la Piedad que tallara Gregorio Fernández en 1625, titular de la Cofradía.

El Ecce Homode José de Rozas es una escultura de tamaño natural —132 cm. de altura— que representa a Cristo sedente siguiendo el modelo iconográfico de Gregorio Fernández en el paso de la Coronación de espinas de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid. Como aquel, el escultor recurre a elementos postizos de carácter narrativo, como la caña que sujeta entre sus manos, amarradas con una soga, y la corona de espinas, a lo que se suma una clámide roja de tela natural encolada que recubre el cuerpo de los hombros a las rodillas aumentando su realismo. Durante la Semana Santa, la dramática escultura desfilaba como "Varón de Dolores", acompañada simbólicamente de una cruz y rodeado de los atributos de la Pasión, entre ellos el desaparecido gallo que le diera nombre.

La escultura es representativa del arte de José de Rozas en las postrimerías del siglo XVII, deudor de las representaciones pasionales de Gregorio Fernández por exigencias de los comitentes, aunque en ninguna de sus obras alcanza el hálito que el gran maestro gallego supo infundir a sus obras. Por el contrario, las obras de José de Rozas, a pesar de presentar una notable ejecución técnica, adolecen de una falta de vida interior que se traduce en cierta inexpresividad tanto en las facciones y el gesto introspectivo como en los ademanes discursivos.

Este Ecce Homo, que figura entre sus mejores obras, es buena muestra de ello, apareciendo Jesús con un buen modelado anatómico, semblante ensimismado con la mirada dirigida hacia abajo, con aplicación de ojos de cristal y la boca entreabierta, la oreja izquierda visible entre la melena siguiendo la tradición fernandina, sujetando con su mano derecha una caña y con la izquierda insinuando un gesto de perdón. Su contenida gesticulación no es acompañada por la policromía de las carnaciones, que presenta un cuerpo tremendamente llagado, con profusión de regueros sanguinolentos en las rodillas, pecho y rostro, acentuando un aspecto de gran fragilidad emocional que se encuentra distante de la dignidad del modelo de "la gubia del Barroco" en la Coronación de espinas.
Estilísticamente, el trabajo de la cabeza presenta similitudes con la del Nazareno que José de Rozas realizara en 1693 para el Paso de la Verónica de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia, a imitación del paso Camino del Calvario realizado por Gregorio Fernández en 1614 para la Cofradía de la Pasión de Valladolid.

LA HUELLA DEL ESCULTOR JOSÉ DE ROZAS             

José de Rozas nació en fecha imprecisa posiblemente en Valladolid, pues era hijo de Isabel Fernández y Alonso de Rozas, uno de los escultores gallegos que recalaron junto al Pisuerga a mediados del siglo XVII, en este caso oriundo de Santa María de Germán, perteneciente al obispado de Mondoñedo. Junto a su padre debió de realizar su formación asumiendo las tendencias del ámbito vallisoletano, marcadas a lo largo del siglo por los modelos del gran Gregorio Fernández.

En los años 80 del siglo XVII ya tenía taller propio, residente en el barrio de San Miguel y casado con Dorotea Francisca Berguera, con la que tuvo un hijo llamado José Pascual, que también sería escultor al servicio de Gregorio Díaz de la Mata. Muchos de sus trabajos les realiza asociado a otros escultores, siguiendo una práctica habitual, llegando a establecer una relación de amistad con el escultor Juan Antonio de la Peña, ambos vinculados a la cofradía de Jesús Nazareno, y con el escultor burgalés Andrés de Pereda, que como él posiblemente se había formado en el taller de su padre, trabajando en ocasiones como colaboradores.

Su producción, reclamada desde Valladolid, León, Monforte y Bilbao, se prolonga durante la primera década del siglo XVIII, conociéndose que, enfermo de gravedad, otorgaba su testamento en 1707, aunque su muerte se produjo en 1725, siendo enterrado en la desaparecida iglesia de San Miguel.

El corpus de su obra todavía es un trabajo por completar, conociéndose que en 1685 contrata, en colaboración con Andrés de Pereda, algunas esculturas para dos retablos colaterales del oratorio de San Felipe Neri de Valladolid, siendo apreciable su estilo en el modo de tallar los ojos, cabellos y plegados del grupo de San José con el Niño, que permanece in situ, grupo que mantiene la influencia del modelo fernandino, aunque con diferente tratamiento de los paños, menos quebrados y más dinámicos.

Documentado es el grupo de la Asunción que por importe de 1300 reales hacía en 1689 para la iglesia parroquial de Pozaldez, compuesto por la Virgen con los brazos desplegados y una corona de seis ángeles que en un transparente preside el retablo mayor. 
El 9 de julio de ese mismo año, asociado al ensamblador Blas Martínez de Obregón, contrata con la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y Santos Mártires unas esculturas para el retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, más conocida como el Rosarillo, en el que también interviene el escultor Antonio Vázquez, correspondiéndole posiblemente las imágenes de los dos Ángeles portaestandartes que coronan el ático, que siguen los arquetipos de Gregorio Fernández.

Hacia 1690 elabora la bella imagen de San Miguel que preside el retablo fingido que pintara Felipe Gil de Mena para la sacristía de la iglesia jesuítica de San Ignacio (actual iglesia de San Miguel y San Julián), donde aparece colocado ante una ventana que adquiere el valor de un transparente, tan del gusto de la época, siéndole también atribuidos los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafaelque, junto a una Inmaculada, aparecen en el retablo de la capilla de San Miguel de la iglesia de San Albano (Colegio de Ingleses), obras realizadas en esos momentos.

José de Rozas. Nazareno del paso de la Verónica, 1693
Cofradía de Jesús Nazareno, Palencia
En 1691 está documentado el encargo del Ecce Homo de la iglesia de San Martín por la Cofradía de la Piedad de Valladolid, a la que pertenecía el escultor, al que siguieron en 1692 el paso procesional de la Lanzada de Longinos y en 1693 el Nazareno del Paso de la Verónica, ambos encargos de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia. En el paso de Longinos, copia de un modelo vallisoletano conservado fragmentariamente que también fue demandado desde Medina de Rioseco y Sahagún, José de Rozas colaboró con Antonio Vázquez, apreciándose entre ellos una gran diferencia en la calidad de la talla, pues mientras el crucificado mantiene el digno nivel de Rozas, las figuras de los sayones son distantes copias de los modelos originales. Otro tanto ocurre con el paso de la Verónica, en el que las figuras de la Verónica y un sayón, obras de Antonio Vázquez, y las del Cirineo y otro sayón, elaboradas por Bernardo López de Frías, no alcanzan la altura del Nazareno de Rozas, que presenta una escueta túnica tallada concebida para ser cubierta por otra de telas reales.

José de Rozas. Izda: Asunción, 1689, iglesia parroquial de Pozaldez
Dcha: San José y el Niño, 1685, iglesia de San Felipe Neri, Valladolid
En el acta de la reunión del cabildo de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, celebrada el 24 de abril de 1696, se relaciona que reunidos los pasos en la iglesia de San Pablo con motivo de la procesión del Entierro de Cristo y el sermón de la Soledad, se hundió el paso del Santo Sepulcro y se hicieron pedazos las figuras de los dos ángeles custodios que como los soldados durmientes eran obra de Alonso de Rozas. Tras ese trance, su hijo José de Rozas, perteneciente al cabildo de la hermandad, se comprometía a elaborarlos de nuevo exigiendo como contraprestación que la cofradía le eximiera de portar el preceptivo guión durante las procesiones, siéndole también encomendada en la ocasión una nueva urna para depositar el Cristo yacente.

Los Ángeles elaborados por José de Rozas, de tamaño natural —1,67 y 1,72 m.—,  se ajustan a una estética común en las figuras angélicas vallisoletanas, seguramente reproduciendo los modelos deteriorados de su padre, aunque como en toda la obra del escultor, presentan cierto hieratismo en el gesto, en este caso con una cuidada policromía a base de vistosos motivos florales. En opinión de Wattenberg y García Cuesta, en lugar de realizar una nueva urna —la actual presenta un diseño clasicista de comienzos del XVII— debió de tallar una nueva imagen del Cristo yacente que imita con fidelidad el arquetipo de Gregorio Fernández, con el cuerpo dispuesto sobre un sudario extendido y la cabeza reposando sobre cojines, así como con aplicaciones de postizos como ojos de cristal y corcho en las llagas. Este conjunto se halla actualmente recogido en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

José de Rozas. Izda: San Miguel, h. 1690, iglesia de San Miguel, Valladolid
Dcha: Ángel del paso Santo Sepulcro, 1696, Museo Nacional de Escultura
Alrededor de 1700 José de Rozas elabora una escultura del arcángel San Miguel que fue destinada al retablo mayor de la iglesia de la Asunción de la población vallisoletana de Villabáñez, obra que guarda muchas similitudes con la realizada diez años antes para la sacristía de la iglesia de la Compañía de Jesús de Valladolid.  En 1705 se le abonan varias esculturas que había entregado para la iglesia de San Bartolomé de Astorga, siéndole también atribuidas por Martín González3 las esculturas del retablo de San Cayetano de la iglesia de San Miguel, un Santo Cristo de la villa de Pollos (Valladolid), cuatro ángeles encargados por Pedro de Rivas para la caja del órgano del monasterio de San Benito el Real y un San Jerónimo que integró la desmembrada sillería del monasterio de Nuestra Señora de Prado, en todos los casos acusando la influencia ejercida por los modelos de Gregorio Fernández.              

José de Rozas. Cristo yacente del paso Santo Sepulcro, h. 1696
Museo Nacional de Escultura, Valladolid (Foto MNE)

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


NOTAS

1 AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Imprenta Castellana, Valladolid, 1925. Edición facsímil Maxtor, Valladolid, 2007, p. 79.

2 AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías..., op. cit., p. 80.

3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura Barroca Castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1958, p. 304.





José de Rozas. Crucificado del paso de la Lanzada de Longinos, 1692
Cofradía de Jesús Nazareno, Palencia (Foto Javier Baladrón)














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Exposición: VERA ICON. SÍMBOLO E IMAGEN DE LA PASIÓN, del 17 de marzo al 16 de abril 2017

Música en marzo: LOS BILBILICOS, canción tradicional sefardí en versión de Shimon Siboni

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El cantante Shimon Siboni, acompañado del flautista Amir Shahsar y de la The New Andalusian Orchestra Ashkelon, interpreta una canción del Romancero Sefardí titulada "La rosa enflorece", más conocida como "Los bilbilicos", en una grabación realizada en 2011 en Jerusalén.

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Comienza el Curso "PATRIMONIO EN CLAUSURA. HISTORIA Y ARTE DE LAS CLAUSURAS FEMENINAS DE VALLADOLID"

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El pasado día 24 de marzo dio comienzo el curso "Patrimonio en clausura. Historia y Arte de las clausuras femeninas de Valladolid", organizado por Domus Pucelae, el Centro Buen Día y la Universidad de Valladolid. En el acto de presentación, celebrado en el salón de actos del Museo de la Universidad, intervinieron Ramón Pérez de Castro, coordinador general del curso, Jesús Santos, representante de Domus Pucelae, Luis Javier Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, y Jesús Urrea, director del Museo de la Universidad, que glosaron desde distintos puntos de vista sobre el interés que ofrece el ingente y desconocido patrimonio que se custodia en las clausuras vallisoletanas, precisamente aquel que quieren conocer de cerca los participantes del curso.

Siguiendo el programa, fue impartida la primera de las conferencias por Jesús Urrea (Dpto. de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid), que glosó acerca de la presencia del arte italiano en las clausuras vallisoletanas, resaltando la singularidad de las obras que se conservan en los conventos de la Concepción del Carmen, en las Descalzas Reales y Nuestra Señora de Porta Coeli, relacionando la llegada de dichas obras con la labor de los influyentes personajes que ejercieron como patronos de dichos conventos.

La siguiente conferencia corrió a cargo de Lourdes Amigo (Dpto. de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid), que versó sobre las fiestas en las clausuras, su repercusión y su vinculación con la ciudad, recordando sonados festejos que fueron narrados por distintos cronistas y poniendo de manifiesto que las fiestas en la sociedad sacralizada del viejo Valladolid fueron una actividad continua en la que participaban masivamente los vallisoletanos.

Esta actividad de carácter académico tuvo su continuación el sábado 25 con la visita detallada de todos los participantes en el curso al convento de la Concepción del Carmen, cuarta fundación de Teresa de Jesús, donde las carmelitas descalzas mostraron sus dependencias más íntimas y el impresionante acervo artístico que guardan entre sus muros. Siguió la visita al monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, vinculado a la recia figura de la reina María de Molina, que igualmente atesora un nutrido conjunto de obras maestras. En ambos casos las visitas fueron dirigidas por profesores especialistas de la Universidad de Valladolid.

Visita al convento de al Concepción del Carmen
La próxima sesión del Curso tendrá lugar el próximo viernes 31 de marzo.  















Visita al monasterio de las Huelgas Reales













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II Muestra de Teatro DOMUS PUCELAE, 5, 12 y 19 de abril 2017

VIAJE: FIESTA DE LOS PATIOS CORDOBESES, del 5 al 7 de mayo 2017

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PROGRAMA

Viernes 5 de mayo
Salida a las 15,15 desde Vallsur (Camino Viejo de Simancas) y a las 15,30 horas desde la plaza de Colón con dirección a Almendralejo. Cena y alojamiento en el hotel Acosta Vetonia (3*).

Sábado 6 de mayo   Almendralejo-Córdoba-Sevilla
Salida a las 8 h. con dirección a Córdoba. Visita a una representación de los patios cordobeses. Programa Domus. Almuerzo en el Hotel Restaurante Selu. Al finalizar la comida, visita a la Mezquita-Catedral y la Sinagoga. A las 18 horas, salida hacia San Juan de Aznalfarache (localidad próxima a Sevilla). Cena y alojamiento en el hotel Trh Alcora (4*). Durante estas fechas se celebra la Feria de Abril.

Domingo 7 de mayo   Sevilla-Valladolid
Salida a las 8 h. del hotel para realizar una visita panorámica a la ciudad de Sevilla. Visita al Hospital de la Caridad y al Monasterio de San Isidoro del Campo. Alrededor de las 15 h. se realizara el almuerzo en Monesterio. A continuación regreso a Valladolid, donde está ha previsto llegar alrededor de las 21,30 h.


PRECIO SOCIO en habitación doble: 260 €
PRECIO NO SOCIO en habitación doble: 275 €
PRECIO SOCIO en habitación individual: 305 €
PRECIO NO SOCIO en habitación individual: 320 €

 REQUISITOS: Grupo mínimo 35  y máximo 45 personas.

INCLUYE:
Viaje en autocar
Régimen de pensión completa
Seguro de Viaje
Dossier de Domus
Guías locales en Sevilla y Córdoba
Entradas a la Mezquita y Sinagoga de Córdoba, al Hospital de la Caridad de Sevilla y al Monasterio de San Isidoro del Campo.

NO INCLUYE:
Extras o aquello que no esté especificado en el apartado anterior.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo a domuspucelae@gmail.com o por tfno. 608 419228, a partir de las 0 horas del día 29 de marzo.

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Theatrum: PREPARATIVOS PARA LA CRUCIFIXIÓN, una singular iconografía narrativa

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PASO PROCESIONAL PREPARATIVOS PARA LA CRUCIFIXIÓN (Antiguo paso del Expolio)
Cristo: Francisco Alonso de los Ríos  (Valladolid, hacia 1600-1660)
Sayones: Juan de Ávila (Valladolid, 1652-1702)
Cristo: 1641 / Sayones: 1678
Madera policromada y postizos
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana







La histórica Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue fundada en 1596 en el seno del convento de San Agustín, después de la aprobación de su Regla en 1600 por Bartolomé de la Plaza, primer obispo de Valladolid, con la titulación de Cofradía de la Cinta de Nuestro Padre San Agustín y Santa Mónica, de Nuestra Señora de la Consolación de Bolonia, Ánimas de San Nicolás de Tolentino y Jesús. En dicha iglesia, según informa el Libro Becerro, disponían de una capilla que acabaría recibiendo la advocación de su Cristo titular. Allí realizaban sus cultos y participaban en las procesiones con tres pasos de imaginería ligera o papelón. La comunidad de agustinos y la hermandad de nazarenos permanecieron en concordia y armonía durante años, aunque pasado un tiempo comenzarían unos desencuentros que produjeron la eliminación del representante agustino en el Cabildo de Gobierno de la cofradía y la celebración de sus reuniones preceptivas en lugares ajenos a San Agustín, en los desaparecidos templos de San Julián y de Nuestra Señora del Val.

Desde la primera década del siglo XVII los nazarenos vallisoletanos comenzaron a plantear la posibilidad de disponer de su propia iglesia como sede canónica, que además debería contar con un hospital, ocurriendo un hecho que vendría a acentuar el enfrentamiento con los agustinos. En 1612, un grupo perteneciente al gremio se pasamaneros, representados por Damián Torres, Manuel Hermosilla, Gaspar Baca y Juan de la Torre, con Pedro Márquez a la cabeza, encargaba a Gregorio Fernández el paso de la Crucifixión—conocido en la actualidad como Sed tengo— para ser donado a la Cofradía de Jesús Nazareno.

Este paso, el primero de la cofradía a escala monumental, pasaría a ser denominado Paso grande, causando tan fuerte impacto entre los agustinos la genial figura del crucificado fernandino que le solicitaron a la cofradía para presidir el altar mayor de su iglesia —la separación de las figuras principales de los pasos procesionales para recibir culto por separado a lo largo del año era una práctica común en todas las cofradías—, hecho que se consumó en 1616. Con el paso de los años esto despertó el recelo de los nazarenos, que viendo peligrar su uso procesional hicieron firmar a los agustinos que el depósito de las imágenes en su iglesia tenía un carácter provisional, justo hasta la terminación del templo que ya habían comenzado a construir, después de que en 1627 el regidor Andrés de Cabezón ofreciera a la Cofradía unos terrenos colindantes a la plaza de la Rinconada.

Una primera desavenencia entre nazarenos y agustinos se produjo en 1651, aunque siguieron manteniendo los vínculos entre ambos, produciéndose la ruptura definitiva en 1676, cuando ya terminada su propia sede y redactada su nueva Regla, tras la procesión del Viernes Santo los nazarenos se apropiaron de los pasos que eran custodiados en el convento de San Agustín. Ello dio lugar a un pleito entablado por el convento agustino, que consideraba los pasos de su propiedad, cuya sentencia, emitida en 1678, les fue favorable, obligando a los nazarenos a devolver todos los pasos procesionales a los frailes1.

Esto apremió a la Cofradía de Jesús Nazareno a encargar nuevos pasos e imágenes sustitutorias de las que perdieron. Por este motivo, aunque el escultor Juan Antonio de la Peña presentó un modelo que sustituyera al paso del Expolio o Despojo, tal y como se cita en la documentación de la época, la cofradía aceptaría la propuesta del escultor Juan de Ávila, cofrade nazareno, que en 1678 recibía el encargo de realizar el nuevo paso mimético al que los nazarenos vallisoletanos disponían al menos desde 1622 y del que en 1629 el escultor Melchor de la Peña hizo una copia para la Cofradía de Jesús Nazareno de Medina del Campo que permite recomponer su aspecto y composición, compuesto por cuatro sayones y la figura de Cristo en el momento de ser despojado de sus vestiduras por uno de ellos al "redopelo", término que define un brusco movimiento a contrapelo sobre el paño pegado a las heridas y que pasó a ser el apodo del paso.


Siguiendo la primitiva composición e imitando las composiciones fernandinas, Juan de Ávila entregaba en 1680 un nuevo paso compuesto por tres sayones —uno menos que el original— y la figura de Cristo despojado, que desfiló por primera vez en la Semana Santa de aquel año. Uno de los sayones, rodilla en tierra, perfora con una barrena la cruz depositada en el suelo, otro se afana con un azadón en cavar un hoyo para encajar la cruz y el tercero, que en la primitiva composición sujetaba una lanza, retiene a Cristo con una soga al cuello, no incluyendo el sayón que le arrebataba las vestiduras dando lugar al popular nombre del paso, aunque se mantenía la túnica de tejido real a los pies de Cristo.

Los tres sayones presentan un cierto encorsetamiento gestual y rostros algo rudos, algo poco frecuente en la obra de Juan de Ávila, hecho que podría justificarse por el trabajar condicionado por la obra preexistente que debía copiar y por ser su primera incursión en la escultura grupal con fines procesionales. En este sentido, conviene remarcar la dificultad que suponía el diseño de un paso cuya plataforma debía ser trasladada a hombros por los costaleros, lo que obligaba no sólo a realizar una composición que adquiría distintos matices según los diferentes puntos de vista en su contemplación callejera, sino también la colocación de las figuras atendiendo al reparto del peso sobre la plataforma, en este caso con dos figuras a cada lado del eje central y la cruz colocada en diagonal.

De forma anacrónica, aunque con un toque de fantasía, los tres visten una indumentaria común en el vestuario masculino español del momento en que se hacen las esculturas, con jubones con botonaduras y cintas, calzas, medias, botas y zapatos, dos de ellos con gorros de fantasía que contrastan con la acentuada calvicie del "barrena". Para resaltar su exotismo se emplean en la policromía vivos colores, no estando ausente en las facciones de los verdugos el componente caricaturesco que despertaba pasiones populares, como el que porta el azadón, de raza africana; el que barrena, narigudo y desdentado; y el que sujeta la cuerda, bizco y con el ceño fruncido, estableciendo entre ellos, como un lenguaje codificado, una evidente diferencia racial de judíos, tal vez con la intención de representar los pecados de toda la humanidad2.

Juan de Ávila también realizó la figura de Cristo recién despojado que seguía las pautas del paso anterior, con la anatomía en plena desnudez y amarrado al cuello por la soga que sujeta el sayón, cordón en la garganta que en un cabildo celebrado en 1603 se acordó que, como gesto de humildad, fuese el distintivo de todos los cofrades nazarenos3
Este Cristo, que como ya se ha dicho desfiló por primera vez en el paso del Expolio en 1680, pasaría a recibir culto por separado a lo largo del año en un retablo colateral que para la nueva iglesia de Jesús Nazareno realizaría el ensamblador Blas Martínez de Obregón en 1706. Pero las incidencias del paso no habían acabado, pues en un incendio producido el año 1799 tanto la imagen del Cristo de Juan de Ávila como el retablo que lo albergaba sucumbieron pasto de las llamas.

No obstante, de nuevo la Cofradía de Jesús Nazareno encargaba en 1801 una nueva copia mimética al escultor Claudio Cortijo, que sería colocada en el mismo lugar de la iglesia penitencial de Jesús Nazareno, en un retablo neoclásico realizado en 1811 por José Bahamonde. Aunque esta escultura del conocido como Cristo del Despojo no alcanza por su rigidez anatómica el nivel de calidad y la expresividad de las obras de Juan de Ávila, al menos permite recomponer el aspecto de la talla original ajustada al relato del episodio inmediatamente anterior a la Crucifixión, con la figura de Cristo solamente cubierto por el paño de pureza, el cuerpo ligeramente inclinado hacia la cruz, la pierna derecha adelantada y los brazos elevados a la altura de la cintura sugiriendo su despojo y un gesto de perdón habitual en esta iconografía. El estar dotado de ojos de cristal hace presuponer que también los tuviera el modelo de Juan de Ávila, que se habría esmerado en el acabado, como era costumbre, de la figura principal del paso.
 Por una copia del Expolio vallisoletano realizada en 1674 por el escultor Francisco Díez de Tudanca para la Cofradía de Jesús Nazareno de León, podemos aproximarnos el aspecto del original de Juan de Ávila, con un movimiento anatómico mucho más naturalista y dinámico que en la talla de Claudio Cortijo.

RECONSTRUCCIÓN DEL PASO

A consecuencia de los decretos desamortizadores, los sayones que componían el paso del Expoliofueron recogidos en el Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid —desde 1933 Museo Nacional de Escultura—, donde como única referencia de origen fueron marcados con una "J" incisa en sus espaldas para indicar su procedencia de la Cofradía de Jesús Nazareno. 
En 1920 Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid, emprendía el proceso de recuperación de las tradicionales procesiones de Semana Santa, para lo que contó con la colaboración del arquitecto e historiador Juan Agapito y Revilla y de Francisco de Cossío, por entonces director del citado museo. 
Agapito y Revilla inició en 1922 la reconstrucción de los pasos recogidos en aquella institución, entre ellos el paso del Expolio, pero al no disponer de la imagen del Cristo del Despojo, por permanecer al culto en la iglesia penitencial de Jesús Nazareno, incorporó en su lugar la figura de un Ecce Homo también ingresado en el museo tras los decretos desamortizadores, el cual, realizado en 1641 gracias a las limosnas del hermano Andrés de San Nicolás4, procede de una capilla del desaparecido convento San Nicolás de Tolentino (Agustinos Recoletos). Con esta composición el paso se ha mantenido hasta nuestros días, aunque por su iconografía la primitiva denominación del Expolio fue cambiada, para ajustarla a la secuencia lógica de los episodios de la Pasión, por Preparativos para la Crucifixión, que es como se le conoce hoy día.

Actualmente la talla del Ecce Homo viene siendo atribuida al escultor Francisco Alonso de los Ríos, artífice de repetidos y apreciables modelos iconográficos de este tema en los que siguiendo la estela iconográfica de Gregorio Fernández consigue impregnar su propio estilo, como se patentiza en el Ecce Homo realizado para la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey, que repite miméticamente el modelo fernandino de la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid, en el Ecce Homo del convento de Santa Ana, inspirado en el magistral modelo de Gregorio Fernández que se guarda en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid,  y en el Ecce Homo que procedente de la iglesia de San Juan de Letrán actualmente se conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, que fue atribuido a Francisco Alonso de los Ríos por Jesús Urrea y que presenta una composición muy similar, así como rasgos estilísticos comunes al modelo incorporado al paso Preparativos para la Crucifixión, motivo por el que Luis Luna Moreno ha atribuido la autoría a ambas esculturas a Francisco Alonso de los Ríos.  

La figura de Cristo aparece estática, ofreciendo un gesto de sumisión al colocar los brazos cruzados a la altura del pecho, la bella cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha y una mirada suplicante dirigida a lo alto. Su desnudez aparece recubierta por el paño de pureza y por una clámide púrpura que presenta la peculiaridad de estar tallada enteramente en madera, resuelta en finas láminas como recurso habitual en la escuela vallisoletana. Lleva aplicados diferentes postizos, como ojos de cristal, dientes de hueso, corcho en las llagas, corona de espinas de trenzado real y una soga atada al cuello.

El paso fue completamente restaurado y presentado en público en el año 2000, permitiendo desde entonces apreciar detalles de la talla que antes pasaban desapercibidos, así como su policromía original, que estaba enmascarada bajo las capas aplicadas en 1700 por José Díez de Prado y en 1795 por Ramón Olivares. También permitió presentar las figuras de un modo naturalista, sin las pletinas metálicas aplicadas a las piernas para mantener su sujeción al paso. Durante los desfiles de Semana Santa este paso es alumbrado por la Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura, con sede canónica en la iglesia de San Andrés, aunque durante todo el año es conservado en el Museo Nacional de Escultura, donde es presentado como un conjunto de gran interés por la peculiaridad de su iconografía.            

Claudio Cortijo. Cristo del Despojo, 1801
Iglesia Penitencial de Jesús Nazareno, Valladolid
Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

ARRIBAS ARRANZ, Filemón: La Cofradía penitencial de N. P. Jesús Nazareno de Valladolid. Valladolid, 1946, pp. 82-90.
Se desconoce el destino que tuvo el primitivo paso del Expolio, que pudo ser tallado por Gregorio Fernández o alguno de sus seguidores.

2 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: Preparativos para la Crucifixión. En Pasos restaurados, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 2000, p. 68.

3 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. Op. cit. p. 68.

4 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Patrimonio perdido. Conventos desaparecidos de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1998, p. 523.

















































Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo. Museo de Santa Ana, Valladolid 















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Fastiginia: Recreación de una escena ambientada en el Valladolid del siglo XVI

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Miguel de los Santos Jadraque. El cardenal Tavera visitando a Alonso
Berruguete. Palacio del Senado, Madrid
Estampas y recuerdos de Valladolid

En los muros del Palacio del Senado de Madrid cuelga una pintura historicista, como depósito del Museo del Prado, que viene a ser una reconstrucción virtual de un hecho ocurrido en Valladolid en los años centrales del siglo XVI, por tanto un testimonio visual de nuestra historia. Se trata de la visita del cardenal Juan Pardo de Tavera al taller de Alonso Berruguete, una recreación histórica debida a los pinceles del gran pintor vallisoletano Miguel de los Santos Jadraque.

El pintor Miguel de los Santos Jadraque y Sánchez de Ocaña (Valladolid, 1840-Madrid, 1919) fue un destacado retratista decimonónico y un excelente autor de pintura historicista que inició su andadura en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid junto al pintor Agapito López de San Román, estudios que tuvieron continuidad en la Escuela de San Fernando de Madrid bajo la dirección de Joaquín Espalter. Después se trasladaría a Roma, donde conoció a los pintores Mariano Fortuny y Eduardo Rosales, y posteriormente a París, donde se sintió atraído por la obra detallista de Ernest Meissonier.

Regresado a España, fijó su residencia en Madrid, donde inició sus visitas al Museo del Prado para copiar obras de Murillo y Camile Bernier. Al mismo tiempo comenzó a participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, recibiendo en 1876 la tercera medalla por el cuadro Una lectura interesante (Palacio de Navarra, Pamplona, en depósito del Museo del Prado) y en 1878 la segunda medalla por la escena de Carlos V en el monasterio de Yuste (Cámara de Comercio de Salamanca, en depósito del Museo del Prado). En ese momento ya se había revelado como un genial recreador de interiores de épocas pasadas y de su tiempo que encontraban su inspiración en personajes históricos o en temas literarios, convirtiéndose en un reconocido pintor de temas de género y de historia y en un apreciado retratista, con incursiones en la pintura religiosa.

Entre sus pinturas gozan de merecido prestigio las escenas Episodio de la vida del Conde Ansúrez, Presentación de Cisneros a Isabel la Católica, Frailes ensayando música, Fraile en oración, Estudio de sillería de coro, Lección de violín, A la caza mayor y menor, Pensando el asunto y Don Quijote enfermo (Museo Casa de Cervantes, Valladolid), a las que se suman retratos de su tiempo y el retrato de Santa Teresa de Jesús (Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria, en depósito del Museo del Prado).

Escultura de San Sebastián reproducida en la pintura
Museo Nacional de Escultura
Relacionada en estilo y temática con estas obras citadas se encuentra la pintura El cardenal Tavera visitando a Alonso Berruguete, depositada desde 1907 en el madrileño Palacio del Senado. Se trata de una escena poblada por doce personajes en la que el pintor recrea con minuciosos detalles el estudio vallisoletano del pintor y escultor de Paredes de Nava, donde reproduce el encuentro entre el afamado artista y el cardenal interesado en encargarle su sepulcro.

El episodio tiene como protagonistas a dos personajes relacionados con Valladolid: el pujante eclesiástico y el escultor. El cardenal Juan Pardo de Tavera (Toro, Zamora, 1472-Valladolid, 1545), se había formado en Leyes y Teología en la Universidad de Salamanca, donde a principios del siglo XVI llegó a ser Rector y Consejero de la Inquisición. En 1514 fue nombrado obispo de Ciudad Rodrigo y más tarde designado obispo de Osma por el propio emperador Carlos, llegando a ostentar los cargos de Presidente del Consejo de Castilla y de la Chancillería de Valladolid y a presidir las Cortes celebradas en nuestra ciudad en 1525.

Casa de Berruguete en Valladolid, donde se produce la acción
Tan importante personaje, estrechamente relacionado con la corona, llegaría a ser arzobispo de Santiago de Compostela y, tras recibir el cardenalato en 1531, a ocupar la archidiócesis primada de Toledo, ostentando también el cargo de Inquisidor General de España desde 1539.

Durante su estancia en Toledo fue el fundador del Hospital de San Juan Bautista, extramuros de la ciudad, donde por orden testamentaria dispuso ser enterrado. Para ello se interesó en que fuera Alonso Berruguete el artífice de su fastuoso sepulcro, equiparable al del cardenal Cisneros en la iglesia primada de Alcalá de Henares, que habría de colocarse en la nave central de la iglesia del enorme complejo hospitalario, el primer edificio en España de trazado clásico según las pautas del Renacimiento italiano. Sin duda, el cardenal conocía la magnífica labor desplegada por Alonso Berruguete entre 1539 y 1545 en la impresionante sillería del coro de la catedral de Toledo y procuraba que fuera el mejor escultor del momento el que acometiera el proyecto.

Placa en la fachada de la Casa de Berruguete
Para ello, durante una de sus asiduas visitas a Valladolid, concertó una cita con el escultor para establecer las condiciones del contrato, que es el momento representado por Miguel de los Santos Jadraque. En la parte izquierda de la pintura se agrupan los comitentes, con el purpurado sedente dando explicaciones al artista, acompañado, a modo de consejeros, por un personaje que podría ser el arquitecto Alonso de Covarrubias, primer supervisor del hospital toledano, y dos frailes, un dominico y un franciscano que escuchan atentamente la propuesta.

Al otro lado, ante la expectación de los habitantes de su casa, Alonso Berruguete presenta al cardenal, como muestra de su arte, la célebre escultura de San Sebastián realizada pocos años antes para el retablo de San Benito el Real de Valladolid, iglesia situada frente a su casona. Un aprendiz, posiblemente su protegido sobrino Inocencio Berruguete, que también habitaba la casa, aparece dispuesto casi de espaldas al espectador mientras muestra su interés por la traza enmarcada de un retablo. Otro monta guardia junto a la puerta por la que asoman familiares y sirvientes del artista conscientes de la importancia de la visita. Entre ellos se podría identificar a Juana de Pereda, esposa del escultor.

El Greco. Retrato del cardenal Tavera
Hospital Tavera, Toledo
Es realmente sugestivo el ambiente espacial creado por Miguel de los Santos Jadraque, con una estancia donde aparecen dos muestras de sitiales, uno alto y otro bajo, pequeñas obras talladas en madera que junto a bocetos de medallones y pequeños estudios en yeso se hallan colgados en las paredes, siendo apreciables dos columnas con capiteles platerescos empotradas en los muros, tal y como se encontraban hasta hace poco tiempo. Virtuosa es la reconstrucción de la moda del siglo XVI y de la indumentaria de los eclesiásticos, así como la alfombra, el paño de brocados dorados que recubre la pequeña mesa dando realce a la escultura, los cortinajes del fondo y el tapiz colocado como cerramiento.

No pasa desapercibido el elegante aspecto del escultor, el único de su tiempo que logró constituir un mayorazgo, adquirir un señorío y levantar una elegante casona, consiguiendo que su trabajo pasara de ser considerado como una simple labor artesanal a una creación de tipo intelectual.

Efectivamente, sería Alonso Berruguete quien realizara el flamante sepulcro del cardenal Tavera en mármol de Carrara que Juan de Lugano se comprometía a traer en 1557 —"ocho piedras de mármol de la cantera de porbazo que está en carrara en el marquesado, de maca limpias sin beta ni mancha de pelo... cuatro de ellas para el sepulcro que hace alonso berruguete vezino de Valladolid"—, resultando una genial obra renacentista que impactaría a Toledo como antes lo había hecho la sillería catedralicia.

Sin embargo, el cardenal Tavera murió en Valladolid en 1545, cuando acudió a celebrar las exequias de la princesa María Manuela de Portugal, fallecida durante el parto del infante Carlos. Al no estar todavía terminado su sepulcro, durante un tiempo sus restos reposaron en la catedral de Valladolid, siendo trasladados a Toledo en 1552 para ser colocados bajo la genial creación marmórea del escultor palentino, que trabajó en la que sería su última obra desde 1554 a 1561, pues precisamente en septiembre de 1561 Alonso Berruguete moría en Toledo junto a una de las torres del Hospital Tavera, cuando se ocupaba de asentar el mausoleo con la impresionante efigie del cardenal.           
Alonso Berruguete. Sepulcro del cardenal Tavera
Iglesia del Hospital Tavera, Toledo













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Museo Nacional de Escultura: Regresa a Valladolid el paso "Camino del Calvario"

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El paso Camino del Calvario en la Gemäldegalerie de Berlín

Después de una larga estancia en Alemania desde julio de 2016, donde ha participado en la muestra "El Siglo de Oro. La era de Velázquez", que con gran éxito se ha presentado en la Gemäldegalerie de Berlín (de julio a noviembre de 2016) y en la Kunsthalle de Múnich (de noviembre de 2016 a marzo de 2017), el pasado 3 de abril ha regresado a Valladolid el paso "Camino del Calvario", conjunto que reúne una colección de obras maestras de la escultura barroca española debidas al genio de Gregorio Fernández en 1614.

Es la primera vez que un paso procesional ha sido cedido por el Museo Nacional de Escultura para presentar como primicia una combinación de la obra de grandes pintores y escultores españoles del Siglo de Oro para ilustrar al completo, junto a grabados y ediciones impresas, una visión completa de una época de nuestra historia de tan elevada creatividad artística. De modo que junto a obras de El Greco, Zurbarán, Velázquez y Murillo, entre otros, se han presentado esculturas de artistas menos conocidos en Europa, como Alonso Cano, Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena y Gregorio Fernández. Sin embargo, entre todas las obras expuestas, lo que verdaderamente ha marcado un hito en la exposición ha sido la presencia del paso procesional "Camino del Calvario", una modalidad artística desconocida en aquellas tierras que ha sido objeto de la admiración general.

Con idéntico tratamiento al que se da a las grandes obras maestras, las cinco figuras que componen el paso han viajado acondicionadas por separado en embalajes diseñados específicamente para cada una de las esculturas, embalajes que, a modo de cápsulas, preservan a las tallas policromadas de los cambios de humedad, de los golpes y las vibraciones, en todo momento escoltadas para su seguridad durante el trayecto y cumpliendo un escrupuloso protocolo para prevenir los cambios de ambiente.

Ha sido verdaderamente novedoso y reconfortante ver las geniales esculturas de la Verónica, el Cirineo, Cristo y los sayones embalados con tanto mimo y precaución, comprobar cómo se realiza la meticulosa revisión por parte de los técnicos del Museo y cómo se reincorporan las figuras a la plataforma procesional para que el paso esté presente en las calles de Valladolid durante los desfiles de Semana Santa, todo un alarde artístico de primera categoría que a partir de ahora será un poco más conocido.



























































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Museo Patio Herreriano: Exposición REALISTAS, prorrogada hasta el 1 de mayo 2017

Theatrum: PASO NUEVO DE NUESTRA SEÑORA Y SAN JUAN, una composición de historia controvertida

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PASO DE NUESTRA SEÑORA Y SAN JUAN o 
"TODO ESTÁ CONSUMADO"
Anónimo, seguidor de Gregorio Fernández
1650-1661
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente de la Cofradía de la Sagrada Pasión de Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana








Este paso procesional, que adopta la forma genérica de un Calvario compuesto por las figuras de Cristo crucificado, la Virgen, San Juan y la Magdalena, perteneció a la histórica Cofradía penitencial de la Sagrada Pasión, para la que fue realizado enteramente en madera policromada, entre 1650 y 1661, con el fin de sustituir a otro anterior de imaginería ligera —papelón y telas encoladas— que junto a los mismos personajes sagrados incluía dos sayones partiendo la túnica de Cristo, según afirma Manuel Canesi en su Historia de Valladolid de 1745.

Dentro del panorama procesional vallisoletano este paso constituye un auténtico rompecabezas en cuanto a la determinación de su composición original, su autoría y su devenir histórico, problemas que iremos desgranando para tener una idea aproximada de su idiosincrasia, pues todavía en nuestros días esta obra, que forma parte de la importante serie de pasos procesionales que se conservan en el Museo Nacional de Escultura, no es posible apreciarla con todos sus componentes originales.

A ello se suma el dilema de su titulación a lo largo del tiempo, pues si en el momento de su incorporación es referido como "Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan", en la planta de la procesión de la Cofradía de 1675 es citado simplemente como "Último", en años posteriores como "Jesús Crucificado", en 1790 como "Paso de la Agonía" y en 1803 como "Las Siete Palabras"1. En el siglo XX, desde su reincorporación a los desfiles con la Cofradía de las Siete Palabras, fundada en 1929, fue denominado "Emissit Spiritum", aunque posteriormente, durante el proceso de incorporación de siete pasos llevado a cabo por esta cofradía, ha pasado a titularse "Todo está consumado", es decir, a representar la sexta palabra de Cristo antes de morir en la cruz, aunque paradójicamente en la actualidad la imagen muestre a Jesús muerto y con el costado abierto.


LA ENREVESADA HISTORIA DE LA RECOMPOSICIÓN DEL PASO PROCESIONAL  

Era costumbre en las cofradías el separar de los pasos procesionales las principales imágenes sagradas, que a lo largo del año recibían culto en altares creados específicamente para ellas en sus respectivos templos, relegando las figuras secundarias —generalmente sayones que se deterioraban por la penuria de las cofradías— a la oscuridad de los almacenes o salas de juntas. Así ocurría en la Cofradía de la Pasión, en cuya iglesia penitencial el crucificado de este paso disponía de su propio altar mientras que las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena, junto a las de la Verónica y el Cirineo del paso Camino del Calvario, elaborado en por Gregorio Fernández para la Cofradía en 1614, ocupaban las hornacinas de la sacristía, según se desprende de las descripciones realizadas por Antonio Ponz e Isidoro Bosarte o del inventario realizado en 1803 por la Academia de Bellas Artes de Valladolid, que tenía encomendada la conservación de este tipo de obras.

En 1842, las figuras de los pasos, a excepción de las que recibían culto en sus propios altares, fueron recogidas en el Museo Provincial de Bellas Artes (desde 1933 Museo Nacional de Escultura), creado ese mismo año en el Colegio de Santa Cruz para acoger la ingente cantidad de obras procedentes de monasterios afectados por los decretos desamortizadores. Es entonces cuando las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena del paso de la Cofradía de la Pasión abandonan su sede separándose del crucifijo original que permanecía al culto, perdiendo al tiempo su función procesional para ser expuestas de forma aislada.

     En 1920, cuando el arzobispo Remigio Gandásegui impulsó la recuperación de los desfiles procesionales de Semana Santa, fomentando la fundación de nuevas cofradías que convivieran con las cinco históricas de la ciudad, contó con la colaboración de Francisco de Cossío, por entonces director del Museo Provincial de Bellas Artes, y con el historiador Juan Agapito y Revilla, que se dedicó a recomponer los antiguos pasos procesionales, agrupando, a modo de complicado puzle, los maltrechos restos de algunos de ellos, que no contaban con documentación acreditativa de su procedencia.

Fue entonces cuando Agapito y Revilla, basándose en su unidad estilística y en la "P" incisa en la espalda de las figuras como única referencia a su procedencia de la Cofradía de la Pasión, reagrupaba el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juanbajo la denominación de "Las Siete Palabras", incorporando en el montaje, basándose en antiguas descripciones, dos figuras de sayones descontextualizados y un crucifijo2 de mediados del siglo XVI que, también procedente de la iglesia de la Pasión con la advocación de "Cristo de los Arrepentidos", venía a sustituir al original.   

Santo Cristo del Calvario, original del paso de Ntra. Sra, y San Juan
Cofradía de la Sagrada Pasión. Iglesia de San Quirce, Valladolid
Con aquella recurrente recomposición de Agapito y Revilla, desde que desfilara por primera vez en 1927 bajo la denominación de "Emissit Spiritum", el paso lo ha estado haciendo durante el siglo XX alumbrado por la Cofradía de las Siete Palabras. Pero no había terminado el galimatías. Las dos figuras de los sayones fueron eliminadas en 1992 al identificarse su correcta procedencia3 y, tras ser reclamada la imagen del aquel Crucifijo por la Cofradía de la Pasión, esta fue recuperada y devuelta a su sede en 1993, protagonizando desde 1995 de forma aislada una procesión del Sábado de Pasión bajo la advocación de "Santo Cristo de las Cinco Llagas", ya definitivamente desvinculada del paso que nos ocupa.

Pero, ¿qué fue del Cristo crucificado original del paso? Como la historia es tan caprichosa a veces, el asunto vendría a complicarse con el cierre de la iglesia de la Pasión en 1926 por su estado ruinoso —declarada Bien de Interés Cultural el 10 de marzo de 1928—, donde como "Cristo de la Agonía" recibía culto el crucificado original del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, que también acabó siendo depositado en el Museo Provincial de Bellas Artes. Pero desconociendo su primitivo origen y por tratarse de una representación de Cristo aún vivo en la cruz, Juan Agapito y Revilla consideró apropiado integrarla como imagen central del paso de la Elevación de la Cruz, completando así el importante conjunto elaborado en 1604 por Francisco de Rincón, que permanecía —y permanece— en el Museo (hoy Museo Nacional de Escultura) sin la imagen titular4. De esta manera se perdía la ocasión de reintegrar al Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan la imagen original de Cristo.

     Un hallazgo de Luis Luna Moreno fue fundamental para el proceso de recomposición de los antiguos pasos. Este murciano, que fue Director del Museo Nacional de Escultura entre 1988 y 1996, descubrió la existencia del Cristo original del paso de la Elevación de la Cruz, de Francisco de Rincón, en la clausura del monasterio de San Quirce, donde erróneamente era venerado por las monjas cistercienses como San Dimas crucificado.

Detalle del Santo Cristo del Calvario. Iglesia de San Quirce
    Recompuesto este conjunto rinconiano con las sus esculturas originales, también fue posible reintegrar por unos años el Cristo original al Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, que desde 1929 completaba el paso de la Elevación de la Cruz. Sin embargo, lo mismo que ocurriera con el "Santo Cristo de las Cinco Llagas", la imagen fuera recuperada por la Cofradía de la Sagrada Pasión en 1993, que la estuvo cediendo hasta el año 2002 a la Cofradía de las Siete Palabras para componer el conjunto original bajo la titulación de "Todo está consumado".

A partir de ese año el paso quedaba de nuevo incompleto por la ausencia del Cristo original, que sería restaurado en 2010 por la Cofradía de la Pasión, su propietaria, pasando a recibir la advocación de "Santo Cristo del Calvario" e incorporándose, de forma aislada, en la procesión que la cofradía realiza el Jueves Santo.      

Para mantener el discurso narrativo, en nuestros días el montaje del antiguo Paso Nuevo de Nuestra Señora y San JuanTodo está consumado— se completa con un Cristo crucificado procedente de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Bercero (Valladolid), talla realizada en 1665 por el escultor lucense Alonso de Rozas. Con esta forma de montaje es cedido a la Cofradía de las Siete Palabras para las celebraciones del Viernes Santo.


Montaje actual del paso titulado "Todo está consumado"
Crucifijo de Alonso de Rozas, 1665
Iglesia de la Asunción, Bercero (Valladolid)
EL PROBLEMA DE SU AUTORÍA    

Si enrevesado ha sido el devenir histórico de este paso procesional en lo referente a la posible composición y movilidad de sus componentes, otro tanto puede decirse de las dispares atribuciones de su autoría.

A falta de documentación acreditativa, tanto Ricardo Orueta como Juan Agapito y Revilla consideraban las esculturas de la Virgen, San Juan y la Magdalena como obra tardía del taller de Gregorio Fernández. Tiempo después, Juan José Martín González también llegó a atribuirlas al entorno de Gregorio Fernández, pero relacionándolas concretamente con su discípulo e imitador Andrés Solanes, fiel seguidor de los modelos fernandinos que indudablemente estas esculturas toman como inspiración. Fue Luis Luna Moreno quien señaló que las imágenes de San Juan y la Magdalena están claramente inspiradas en las que realizara Gregorio Fernández en 1616 formando parte del paso de la Piedad de la Cofradía de las Angustias y en 1623-1624 integrando el paso del Descendimiento de la Cofradía de la Vera Cruz. Otro tanto ocurre con la imagen de la Virgen, que toma como referencia las caracterizaciones como Dolorosa de repetidas composiciones de Gregorio Fernández.

Sin embargo, las esculturas que integran el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, a pesar de que conservan evidentes rasgos fernandinos, como los paños abultados y la rigidez de los pliegues, en su conjunto son menos mesuradas y mucho más dramáticas en sus gesticulaciones y en sus semblantes, fórmula que se repite en la copia del paso de la Flagelación que hiciera Gregorio Fernández en 1619 para la Cofradía de la Vera Cruz, en el que hacia 1650 colaboraron el vallisoletano Francisco Díez de Tudanca y el toresano Antonio Ribera (discípulo de Gregorio Fernández) por encargo de la Cofradía de la Pasión5.   

Crucifijos utilizados en la recomposición del paso
Izda: Cristo de las Cinco Llagas. M. Álvarez, igl.de San Quirce, Valladolid
Dcha: Cristo crucificado. Alonso de Rozas, igl. de la Asunción, Bercero
Precisamente en la actualidad se viene apuntando como posible artífice al escultor Francisco Díez de Tudanca, que fue cofrade y alcalde de la Cofradía penitencial de la Sagrada Pasión y autor especializado en copias de los modelos creados por Gregorio Fernández, como ocurre en el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan. Sin embargo, a pesar de tratarse de un escultor estimado, posible discípulo de Gregorio Fernández, con éxito en Valladolid y con una clientela fiel a partir de mediados del siglo XVII, un análisis de las obras por él realizadas le definen como un autor mediocre que no fue capaz de infundir a sus esculturas el hálito de vida que tenían los modelos que copiaba.

Personalmente descarto que el autor del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juansea el desigual Francisco Díez de Tudanca e intentaré razonarlo. Si tomamos como referencia la citada copia del paso de la Flagelación, que procedente de la Cofradía de la Pasión hoy se guarda en el Museo Nacional de Escultura, se puede advertir una diferencia de calidad entre la figura de Cristo y las de los sayones, la primera más esmerada, como era habitual en las figuras principales, y los segundos toscos y rígidos, lo que parece indicar dos manos distintas en la elaboración, por lo que es posible que la escultura titular que hoy conserva la Cofradía de la Pasión como "Cristo flagelado", la de mayor calidad del paso, corresponda a la gubia del poco conocido Antonio Ribera6, mientras los sayones siguen la pauta habitual de Francisco Díez de Tudanca, aunque esto sea una mera conjetura difícil de demostrar.

Detalle del Cristo crucificado del actual montaje del paso
Alonso de Rozas, 1665, iglesia de la Asunción, Bercero
Asimismo, es evidente que las figuras integrantes del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan se hallan muy alejadas de la copia del paso del Descendimiento que Francisco Díez de Tudanca contrataba en 1663 para Medina de Rioseco, donde ejerce de mero copista, o del Cristo del Perdón que hiciera poco antes de 1664 para el Colegio de Trinitarios Descalzos de Valladolid, actualmente recogido en el Museo Diocesano y Catedralicio, que se encuentra entre las mejores obras del escultor, pero muy distante de los valores del paso que tratamos.

Si nos atenemos a específicas representaciones del Calvario, poca relación presentan las notables esculturas de este paso, especialmente el desgarro de la Virgen y la Magdalena, la actitud declamatoria de San Juan y el naturalismo de Cristo aún vivo en la cruz, con el discreto Calvarioque corona el retablo de la iglesia de la Asunción de Bercero, contratado en 1657 por Francisco Díez de Tudanca con el salmantino Juan Rodríguez, que presenta la característica rigidez y falta de naturalismo de este escultor. También es cierto que no existe demasiada relación con el Calvarioelaborado por Antonio Ribera para el retablo de Baquerín de Campos (Palencia), actualmente en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, aunque este sea algo más dinámico. A uno y a otro les supera en calidad el paso procesional vallisoletano, por lo que lo más razonable sería atribuirlo a un escultor desconocido activo en Valladolid a mediados del siglo XVII, indudable seguidor de Gregorio Fernández. Una incógnita por desvelar.

Francisco Díez de Tudanca. Calvario, 1657
Retablo mayor de la iglesia de la Asunción, Bercero (valladolid) 
De todos modos conviene resaltar la fuerza dramática de las figuras de la Virgen, San Juan y la Magdalena, contrapuestas a la serenidad de Cristo crucificado a punto de lanzar su último suspiro, contrapuntos que siguen las pautas de las producciones procesionales fernandinas, en este caso a través de una escena que era habitual en los áticos de los retablos y que el desconocido escultor decide bajar a la plataforma procesional para infundir a la composición nuevos valores escénicos de fuerte impacto visual con el afán de conmover, una puesta en escena que adquiere su verdadero sentido cuando el paso se halla en movimiento por las calles de Valladolid.     

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Foto de cabecera: Museo Nacional de Escultura 


NOTAS

1 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan. Catálogo de la web del Museo Nacional de Escultura.

2 Este Cristo crucificado ha sido estudiado por José María Parrado, que lo relaciona con la obra de Manuel Álvarez, escultor palentino seguidor de Alonso Berruguete que desde 1580 tuvo su taller instalado en Valladolid. La talla habría sido elaborada entre 1548 y 1562, cuando este escultor todavía trabajaba en su taller de Palencia, para presidir la ermita con función de humilladero que la Cofradía de la Pasión disponía pasado el Puente Mayor y que fue demolida hacia 1815. 
Desde entonces fue trasladado a la iglesia penitencial de la Pasión, donde permaneció al culto como "Cristo de los Arrepentidos" hasta 1926, año en que esta iglesia fue cerrada y dicho crucifijo, que no respondía a una concepción procesional, depositado en el Museo Provincial de Bellas Artes.
Francisco Díez de Tudanca. Cristo del Perdón, hacia 1660
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Actualmente esta talla, recuperada en 1993 por la Cofradía de la Sagrada Pasión y convenientemente restaurada, recibe culto en la iglesia del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, sede canónica de dicha Cofradía, bajo la advocación de "Santo Cristo de las Cinco Llagas".

3 Un sayón con turbante quedó restituido al primitivo paso de la Flagelación, obra de Gregorio Fernández para la Cofradía de la Vera Cruz y otro que sujetaba un martillo al paso del Azotamiento de la Cofradía de la Pasión, obra de Francisco Díez de Tudanca y Antonio Ribera. 

4 El paso de La elevación de la Cruz de Francisco de Rincón se monta ocasionalmente completo durante los desfiles de Semana Santa, incorporando el Cristo crucificado original que se conserva en el monasterio de San Quirce al paso perteneciente al Museo Nacional de Escultura. Como paso completo es cedido a la Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz, fundada en 1938 y con sus Estatutos aprobados en 1944, con la que desfila el Viernes Santo en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor.

5 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: El escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca (1616-?). Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo 50,Valladolid, 1984, p. 376.  Todo 371-390

6 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Oficiales del taller de Gregorio Fernández y ensambladores que trabajaron con él. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción nº 44, Valladolid, 2009, pp. 355-357.

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