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Theatrum: CALVARIO DE CIUDAD RODRIGO, escenificación de un drama mirobriguense

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CALVARIO
Juan de Juni (Joigny, Borgoña, h. 1507-Valladolid, 1577)
Hacia 1556-1557
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del convento de San Francisco de Ciudad Rodrigo
Escultura renacentista española. Escuela de Valladolid







Patio del Palacio de los Águila, Ciudad Rodrigo
El formidable grupo del Calvario es una de las obras maestras de Juan de Juni, escultor de origen borgoñón que en esta obra pone de manifiesto el alto grado de madurez alcanzado en tierras castellanas en tiempos del emperador Carlos. El conjunto escultórico nacería vinculado a la figura de don Antonio del Águila, por entonces obispo de Zamora.

Don Antonio del Águila había nacido en Ciudad Rodrigo, donde su familia estaba asentada desde mediados del siglo XV, y era hijo de uno de los más ilustres vecinos mirobrigenses: el capitán Antonio del Águila, que ostentaba el cargo de Alférez mayor y Alcaide de la fortaleza que en origen había levantado Fernando II de León y que después fue reconstruida en 1372 por el arquitecto zamorano Lope Arias Jenízaro a petición de Enrique II de Trastámara. En 1506 sería el propio capitán don Antonio quien financiase la construcción de la impresionante torre del homenaje, de tres plantas, que conforma la actual silueta del castillo, así como un elegante palacio familiar ubicado en el centro de la villa, dotado de un bello patio con decoración plateresca.

Sin embargo, don Antonio del Águila hijo no sintió la vocación militar de su padre, sino la eclesiástica, llegando primero a ser deán del cabildo de la catedral de Ciudad Rodrigo y consagrado en 1536 como obispo de Guadix, pasando a ocupar en 1546 el obispado de Zamora, ciudad en la que permaneció hasta su muerte en 1560. Durante su permanencia en la sede zamorana se pueden señalar dos hechos importantes: su participación en el Concilio de Trento y su decisión de levantar en el convento de San Francisco de su ciudad natal una capilla funeraria de rango familiar.

Precisamente para dicha capilla, el 6 de julio de 1556 el prelado zamorano firmaba un contrato con el escultor Juan de Juni para que en su taller de Valladolid realizara en nogal y a tamaño natural —seis pies de vara— el grupo de un Calvario compuesto por las figuras de un crucificado acompañado a los lados de la Virgen y San Juan Evangelista, grupo que habría de presidir la capilla bajo el arco del altar.

El Calvariopermanecería en la capilla del convento franciscano de Ciudad Rodrigo hasta el siglo XIX, momento en que el recinto se convirtió en una ruina por los efectos devastadores de la Guerra de la Independencia, lo que unido al posterior proceso desamortizador motivó que los herederos de los Águila decidieran trasladar a su palacio el grupo escultórico y otros objetos artísticos. Allí permaneció sumido en el más absoluto anonimato hasta que en 1889 Cipriano Muñoz, II conde de la Viñaza, basándose en unas informaciones recibidas de Valentín Carderera, en su obra Adicciones (Madrid 1889-1894) daba a conocer la existencia de la obra de Juan de Juni en Ciudad Rodrigo. 
En 1901 sería Martí y Monsó quien aportara la decisiva escritura del contrato firmado por el obispo de Zamora con el escultor. Poco después Manuel Gómez Moreno, en su Catálogo monumental de la provincia de Salamanca, elaborado entre 1903 y 1908, localizaba el grupo escultórico en el palacio mirobriguense del marqués de la Espeja1, heredero de los derechos de los Águila, lo que permitió al historiador Juan José Martín González a que en 1954 hiciera pública la existencia del Calvario de Juni en la capilla del palacio de los Águila de Ciudad Rodrigo.

Pero las peripecias del grupo escultórico no habían finalizado. A finales del siglo XX los herederos del conde de Puebla del Maestre, sobre los que habían recaído los derechos sucesorios de los miembros de la familia de los Águila, también emparentados con el marquesado de los Altares, fueron los últimos propietarios del aquel palacio de Ciudad Rodrigo. En 1997 el grupo escultórico, que se encontraba en el oratorio del palacio, vedado a la visita pública, era puesto en venta por la familia Bernaldo de Quirós, siendo adquirido por 75 millones de pesetas por el Ministerio de Cultura, que a continuación lo entregó al Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

A pesar de haber recalado en tan prestigiosa institución, de tener garantizada su preservación y de permanecer a la vista del público en la colección permanente, aquella maniobra urdida por unos particulares con el Estado, que incluso llegó a prometer su devolución, fue considerada por el obispado y los políticos mirobriguenses como un acto de expolio de su patrimonio artístico después de permanecer más de 400 años en la ciudad, lo que dio lugar a protestas y acciones reivindicativas que nunca consiguieron sus propósitos por tratarse de una venta legal. Al hilo de esta historia, podríamos decir que en la cabeza del fantástico crucifijo de Juan de Juni se puede apreciar clavada una nueva espina, al menos virtual, que puede producir un dolor especial entre los espectadores salmantinos. ¿Era realmente necesario estigmatizar de esa manera tan magistral obra de arte? ¿No le corresponde permanecer en Ciudad Rodrigo, sea en el sitio que sea?

       
EL CALVARIO DE CIUDAD RODRIGO

El grupo escultórico, integrado por tres figuras de intenso dramatismo, sintetiza los logros plásticos creados por el talento y la maestría de Juan de Juni, entre los que destaca una personalísima búsqueda de expresividad a través de un enérgico tratamiento de las anatomías, de las distorsiones corporales para enfatizar el patetismo narrativo, de la forma en que se mueven y se agitan los paños, siempre con aristas muy contorneadas que recuerdan los modelados en barro y, finalmente, el recubrimiento de los cuerpos con indumentarias ampulosas, presentando los dedos de las manos semiocultos bajo los paños, recurso muy utilizado en buena parte de sus esculturas hasta llegar a convertirse en una seña de identidad del taller juniano.    


Crucificados de Juan de Juni
Izda: Convento de las Huelgas Reales, Valladolid. Centro: iglesia de
San Pablo, Valladolid. Dcha: convento de clarisas de Montijo (Badajoz)
Cristo crucificado
Juan de Juni fue autor de una larga serie de crucificados de las más distintas apariencias, desde los que representan a Cristo vivo, con la cabeza elevada hacia lo alto —Convento de Santa Teresa, Valladolid—, a los que le representan muerto y con la anatomía distorsionada a través de un manierismo muy efectista —Museo Catedralicio de León—, llegando a crear un inconfundible arquetipo, sobre el que el escultor siempre introduce ligeras variantes, que alcanza su máxima expresión en el crucificado del museo del monasterio de Las Huelgas Reales de Valladolid, en el de la capilla mayor de la iglesia de San Pablo de Valladolid (procedente del recientemente clausurado convento de Santa Catalina) y en este del grupo del Calvario del Museo Nacional de Escultura, cuyo modelo se repite con fidelidad en el Cristo del Pasmo del convento de clarisas de Montijo (Badajoz), en el Crucifijo de Olivares de Duero (Valladolid) y en el Calvario que corona el ático del retablo mayor de la catedral de Valladolid.

En toda esta serie de crucificados junianos es constante el trabajo de una virtuosa anatomía hercúlea que al caer desplomada fuerza la posición de los brazos en forma de "Y", con la cabeza caída y apoyada sobre el hombro derecho, los dedos separados y amoratados, las rodillas ligeramente desplazadas hacia la derecha y una corona de espinas de gran tamaño tallada junto a los cabellos, aunque los rasgos más inconfundibles del escultor se encuentran en la colocación forzada de los pies, cruzados y sujetos por un sólo clavo, y en la disposición del perizoma cayendo en diagonal desde la cintura y formando nudos caprichosos salpicados de sangre, en ocasiones, como en este caso, con los cabos agitados por el viento. En su acabado presentan una policromía a pulimento en la que se destacan los hematomas violáceos y los regueros de sangre en la frente, manos, pies y costado.

El Cristo de este Calvario presenta una rotunda volumetría que produce un fuerte impacto visual por los sutiles artificios manieristas que domina el escultor, con lo que consigue dotarle de un fuerte dramatismo. En su minuciosa descripción anatómica destaca la musculatura del abultado tórax y del hundido abdomen, junto a otros elementos que acentúan la sensación de dolor, como la característica disposición de los pies cruzados, los dedos de las manos en tensión y la colocación de la cabeza, como es habitual, caída junto al hombro derecho.


En el magistral trabajo de la cabeza Juan de Juni utiliza un esquema ya repetido en otras composiciones precedentes, como en el Cristo del grupo del Santo Entierro(1541-1544, Museo Nacional de Escultura) y en el busto del Ecce Homo (h. 1545, Museo Diocesano y catedralicio de Valladolid). Presenta un rostro ancho, nariz recta, cuencas oculares hundidas con los ojos resaltados y cerrados en forma de media luna, boca cerrada, larga barba de dos puntas que se estrechan contra el pecho y una voluminosa cabellera de mechones largos y rizados que por la derecha caen sobre el hombro y por la izquierda llegan a la espalda dejando visible la oreja, entretejiendo entre ellos una abultada corona en la que sobresalen afilados espinos.

Juan de Juni elabora en esta imagen la cabellera más abultada de toda su serie de crucificados, con gruesos mechones que se funden con los espinos dejando huecos y perforaciones entre ellos para producir un fuerte contraste de luces y sombras. El resultado es una cabeza que evoca la grandiosidad de una representación clásica de Zeus, en este caso con un rostro de gran morbidez y serenidad.

Personalísimo y original es también el diseño del perizoma o paño de pureza, donde el escultor no utiliza su habitual disposición en diagonal al frente, sino con el paño enrollado bajo el vientre en posición horizontal y formando caprichosos pliegues, de aristas muy suavizadas, que se adaptan a la anatomía y tienen continuidad en el cabo que, situado en la espalda, es agitado con violencia por el viento.

Aunque la figura conserva la policromía, hecho que no ocurre en las figuras de la Virgen y San Juan, en ella se pueden apreciar un repinte posterior en la carnación y en el paño, donde es visible que bajo su aspecto subyace la policromía original.





La Virgen
Es la imagen del conjunto que presenta un mayor patetismo, efecto reforzado por la agitación de la abultada indumentaria que recubre la figura y la gesticulación de las manos, que sugieren un ademán de retorcimiento producido por el dolor. Con las piernas dispuestas frontalmente al espectador y en posición de contraposto, a la altura de la cintura el cuerpo se orienta hacia la izquierda para colocar la cabeza frente a la figura del crucificado, lo que produce un giro sobre sí misma en sentido helicoidal.
En el trabajo de la cabeza de esta Dolorosa el escultor vuelve a sorprender por su capacidad creativa a la hora de definir una figura femenina de edad madura viviendo el trágico trance de contemplar a su Hijo muerto, en esta ocasión con la cabeza elevada, el rostro mórbidamente tallado en nogal con tan suave modelado que recuerda sus trabajos en terracota, con la mirada hacia lo alto y la boca entreabierta definiendo una sensación de desconsuelo que, en líneas generales, anticipa la expresión facial que reflejaría cuatro años más tarde en su célebre Virgen de las Angustias (iglesia de las Angustias, Valladolid).

Cubre su cabeza un manto y un estudiado juego de tocas, sujetas por un broche sobre el pecho, que enmarcan el rostro con efectistas pliegues en los que la madera queda desmaterializada. Con ello el escultor demuestra su capacidad inventiva en la envoltura de las cabezas femeninas con distintas tocas superpuestas, recurso que alcanza grandes valores estéticos en las figuras del grupo del Santo Entierro, en el busto de Santa Ana y en esta Dolorosa de Ciudad Rodrigo.

Igualmente es un personalísimo trabajo de Juni la disposición de las manos, que a pesar de aparecer enmascaradas entre paños definen la sensación de aflicción, ofreciendo resabios miguelangelescos la mano izquierda aferrada con rabia a un cabo del manto, un detalle juniano que delata la categoría creativa del escultor. Otro tanto puede decirse de la indumentaria que recubre el cuerpo, que a pesar de retorcerse para producir una infinidad de abultados pliegues en todos los sentidos, permiten adivinar con claridad la descripción anatómica.

Desgraciadamente la escultura ha perdido su policromía original —estofados y carnaciones— a causa de las malas condiciones que sufrió en su lugar de origen. A mediados del siglo XX la imagen mostraba un desafortunado repinte sobre una capa de yeso también renovada que desvirtuaba la calidad de la talla. En su última restauración estas adiciones se suprimieron para dejar la imagen en su color natural, aunque en algunas partes sean visibles pequeños restos de la policromía original.

San Juan
Es la escultura menos convencional del conjunto y muestra la inquietud de Juni por la permanente renovación iconográfica. El Evangelista se coloca frontalmente, aunque con la pierna derecha flexionada y apoyada sobre el desnivel producido por un peñasco. Al mismo tiempo gesticula con las manos determinando un gesto de incomprensión sobre lo que allí ocurre, captado, a modo de instantánea, en el momento en que descubre sus brazos que estaban ocultos bajo el manto, motivo por el que buena parte de las manos permanecen ocultas bajo el paño, un recurso característico del escultor.  

San Juan dirige su mirada al espectador a modo de introductor en la escena, siguiendo un recurso utilizado por algunos artistas del Renacimiento, como lo hace el mismo Juni con la figura de José de Arimatea en el grupo escultórico del Santo Entierro o El Greco con la figura de su hijo Jorge Manuel en la pintura del Entierro del Señor de Orgaz. Es presentado como un joven de rostro barbilampiño, gesto enérgico, abultada cabellera y revestido con una túnica con cuello vuelto que no cubre los tobillos y un amplio manto que se desliza desde la mano derecha formando un pronunciado arco al frente, acusando en su conjunto una distorsión corporal que se traduce en un desgarrador gesto de lamento y de interiorización del pathos.

Al igual que la figura de la Virgen, la escultura perdió la policromía original y se presenta en su color natural permitiendo apreciar los ricos matices de la talla.  


Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Juan de Juni. Madrid, 1974, pp. 233-234.

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Bordado de musas con hilos de oro: DONDE SE TEJEN TODOS LOS POEMAS, de Maite García Córdoba

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DONDE SE TEJEN TODOS LOS POEMAS

Tu piel me invita a ser verso
aterciopelado, fresco.

De esa lindura que evoca
ser caricia y ser eterno.
Y palpitante y quieto.

En líneas que sonrosan,
boca, cadera y pecho.

Tu piel me hace así, peregrina,
caminando, soñando.

¡Y tú mi paraíso!

No encuentro mejor lecho
que ser parte de este cielo.

Y me miras y sé que me esperas
donde se tejen todos los poemas.

MAITE GARCÍA CÓRDOBA


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Un museo interesante: IGLESIA DE SAN MARTÍN DE TOURS, Frómista (Palencia)

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BREVES PINCELADAS HISTÓRICAS

En esta ocasión no vamos a referirnos a un museo convencional dotado de diferentes salas o espacios expositivos para exhibir pinturas, esculturas, ediciones, instrumentos o artes suntuarias, sino a un edificio singular en sí mismo que puede disfrutarse con la misma admiración que aquellos, y aún más, por la pureza del espacio constructivo y del conjunto escultórico que pone el contrapunto a su diáfana arquitectura. Nos estamos refiriendo a la impresionante iglesia de San Martín que se levanta en Frómista (Palencia), uno de los prioratos más importantes y representativos del arte Románico europeo que, situado en plena meseta castellana, es citado en el Codex Calixtinus como uno de los enclaves destacados del Camino de Santiago.

Ni que decir tiene que la historia de Frómista quedaría condicionada al priorato de San Martín, llegando a recibir el sobrenombre de "Villa del Milagro" por el suceso que según la tradición ocurriera en 1453, relacionado con el préstamo recibido de un judío por Pedro Fernández, vecino de Frómista, que no llegó a devolver, siendo por ello denunciado y excomulgado. En sus últimos días, cuando acudió a administrarle los últimos sacramentos Fernández Pérez de la Monja, párroco de San Martín, al ocultar su pasado pecado en la confesión, la hostia quedó pegada a la patena hasta que el moribundo confesó su pasado y pudo ser absuelto. Esta historia, una de tantas anécdotas históricas de la villa, sirve para ilustrar sobre el pasado de Frómista, importante centro cerealista en cuyo caserío se asentaba un pujante grupo de judíos, aunque su desarrollo medieval siempre estuvo vinculado a la Ruta Jacobea, comenzando su decadencia a partir del siglo XVI, debido tanto a los efectos de la peste como a la expulsión de los judíos.

No obstante, hemos de retrotraernos al año 1066, año en el que se inicia la construcción del monasterio de San Martín por iniciativa de doña Mayor de Castilla, viuda de Sancho III de Navarra. En 1118, reinando doña Urraca, el priorato pasó a depender del monasterio benedictino de San Zoilo de Carrión de los Condes, que regentó el templo durante el siglo XII y abandonó en 1220, pasando a ser gobernado por dos presbíteros. En 1276, a raíz del informe de los visitadores de la Orden de Cluny, el Capítulo General exigía al monasterio de Carrión de los Condes nombrar un prior en San Martín y reparar los edificios arruinados, arrendando los monjes carrioneses en 1291 el templo a don Juan Gómez de Manzanedo. Durante el siglo XIV la iglesia de San Martín y sus clérigos subsistieron gracias a diferentes benefactores, a los que se vino a sumar en el siglo XV Gómez de Benavides, vecino de Frómista, que adquirió a los monjes de San Zoilo los derechos sobre el barrio de San Martín.

Todos ellos llevaron a cabo incorporaciones arquitectónicas que fueron eliminadas en la restauración del templo realizada entre 1895 y 1904 por el arquitecto Aníbal Álvarez y Amoroso, que aplicó los criterios del romanticismo decimonónico después de que el edificio acusara un alarmante estado de ruina y que en 1894 fuese declarado Monumento Nacional, siendo el templo desmantelado y reconstruido, durante los ocho años que duró la intervención, en toda su pureza, desprovisto de añadidos, aunque algunos capiteles y canecillos fueron sustituidos por copias fidedignas y los originales guardados en el Museo de Palencia.

EL CONJUNTO ARQUITECTÓNICO Y LA COLECCIÓN ESCULTÓRICA                

La iglesia de San Martín, obra cumbre del arte románico, representa el modelo ideal de los criterios constructivos del siglo XI, marcando un hito en el Camino de Santiago junto a la catedral de Jaca, San Isidoro de León y la catedral de Santiago de Compostela. Por su unidad arquitectónica y estilística, su construcción debió durar 20 años ininterrumpidos, contando posiblemente con canteros procedentes de Jaca.

La estructura del edificio es perfectamente comprensible desde el exterior, con una planta basilical de tres naves cubiertas con bóveda de cañón —la central el doble de ancha y más alta— con cuatro tramos separados por arcos fajones y rematadas por tres ábsides semicirculares, sugiriendo en planta un escueto trazado de cruz latina por el  crucero, sobre el que se levanta un impresionante cimborrio de forma octogonal, algo poco frecuente, que guarda en el interior una cúpula pétrea apeada sobre trompas y cuatro ventanales. Una de sus peculiaridades es la de presentar a los pies dos torrecillas circulares con función de campanarios, posiblemente como influencia del románico germano.

Las bóvedas se apean sobre la gruesa fachada y sobre pilares compuestos de forma  cuadrangular con columnas adosadas, con el grosor reforzado a la altura del crucero y discretos contrafuertes al exterior. En sus sólidos muros, en correspondencia con cada tramo, se abren pequeños ventanales con arcos de medio punto que se multiplican en los ábsides, contando con cuatro portadas de acceso, tres de ellas monumentales aunque de gran simpleza, con arquerías sobre lienzos destacados de la fachada y protegidas por un alero, y otra a la altura del crucero.
El conjunto muestra una gran pureza de volúmenes a partir de una calculada armonía, donde a la horizontalidad de la construcción se contrapone la verticalidad de las torres y el cimborrio para alcanzar formas majestuosas. Sobre los volúmenes puros, la iglesia de San Martín incorpora un impresionante conjunto de elementos decorativos que se resumen en tres grupos.

El ajedrezado
La decoración de ajedrezados, geométrica y repetitiva, recorre a media altura y en forma de cornisas todo el exterior de la iglesia a la altura del arranque de los ventanales y de los arcos de los mismos, así como todos los aleros de la construcción. Esta modalidad decorativa, que es denominada "taqueado jaqués" por tener su origen en la catedral de Jaca, alcanza en Frómista el paroxismo al recorrer también todo el interior en forma de impostas el arranque de las bóvedas, del cimborrio y las ventanas de los ábsides, rompiendo sucintamente la desnudez de los muros.


Los canecillos
Otro elemento decorativo, de gran singularidad, es la extraordinaria colección de canecillos —309 en total— que decoran los aleros de todos los tejados presentando una gran variedad temática, desde sencillas formas geométricas, algunos repitiendo los modillones mozárabes, o formas vegetales de distinto tipo, hasta otros figurativos con cabezas de animales reconocibles y monstruos fantásticos, a los que se suman figuras humanas completas en caprichosas actitudes. Todos ellos tienen un carácter simbólico cuya significación era bien interpretada por el hombre medieval, basada en leyendas, fábulas y escritos moralizantes, como el que representa a un asno tocando la lira, aunque su intencionado mensaje se nos escape en la mayoría de los casos.


Capiteles 21 y 50: Decoración vegetal
Los capiteles   
Tanto en el exterior flanqueando las ventanas y portadas, como en el interior rematando las columnas, la colección de capiteles que labraron desconocidos artífices es impresionante por su excelente factura. Se distinguen tres tipos: unos con representaciones vegetales en forma de hojas o trenzados que son los más abundantes, otros con animales simbólicos y una serie con representaciones humanas que narran determinados pasajes bíblicos y evangélicos, los interiores rematados por bellos cimacios con bellas labores decorativas de tipo vegetal. Por el ingente número de capiteles exteriores e interiores vamos a reseñar solamente algunos de ellos.


Capitel 32: Cuatro leones y figura femenina en el centro
Los capiteles vegetales tienen una finalidad meramente decorativa, aunque todos ellos con una ejecución técnica impecable y grandes valores plásticos basados en el claroscuro, en su mayor parte conseguido por un perforado a trépano. De esta serie mostramos el capitel 21, con un haz de tallos vegetales que se ramifican insertando palmetas y hojas lanceoladas, motivo que se repite en el cimacio, y el capitel 50, con hojas de palma que soportan piñas en los extremos y caulículos estriados sobre ellas, así como un cimacio con palmetas trepanadas.

Aquellos con representaciones de animales tienen una finalidad doctrinal y moralizante, combinándose algunos con figuras humanas. Es el caso del capitel 32, con dos parejas de leones (animales repetidamente representados) que comparten la cabeza en las esquinas y una figura femenina en el centro portando un báculo, con una mano apoyada sobre un león y mostrando pechos marcados y un vientre abultado, a modo de símbolo de la fertilidad. Sobre las figuras se enrollan caulículos y en el cimacio aparece una serie de rosetas. 

Capitel 22: Cuatro leones rampantes y cabeza humana
En el capitel 22 aparecen cuatro leones rampantes entre los que asoma una cabeza humana de difícil interpretación (¿Tal vez Daniel entre los leones?). En el cimacio bellas palmetas enmarcadas.

Dentro de la serie de animales el de más fácil comprensión es el capitel 31, en el que se representa la conocida fábula de Esopo de la zorra y el cuervo. Un cuervo encaramado en un árbol es alagado por una zorra que le convence de su bonita voz. Al comenzar a cantar, suelta el bocado del pico, que es arrebatado por la astuta zorra. En la escena, con una condena explícita a la vanidad, se incluyen otros animales de aspecto monstruoso.    

Igualmente una finalidad doctrinal tienen los abundantes capiteles historiados relacionados con pasajes bíblicos, como el capitel 12, en el que se escenifica el pecado de Adán y Eva tomando el fruto prohibido que le ofrece el maligno en forma de serpiente, con la figura del demonio a un lado, susurrando al oído de Eva, y una cabeza de animal devorando a un ser humano. 
Capitel 31: Fábula de la zorra y el cuervo
Este tiene su continuidad en el capitel 14, en el que Adán y Eva son expulsados del Paraíso por ángeles. 

En otros casos los episodios son evangélicos, como en el capitel 34, en el que se recrea la Adoración de los Reyes Magos, cuyo original se conserva en el Museo de Palencia. En él aparece la Virgen con el Niño bendiciendo en sus rodillas, de acuerdo a la tradicional iconografía románica, con la figura de san José, lo mismo que los Reyes, identificados mediante las inscripciones "Iosep" y " Tres magi venerunt ab oriente...". 

Capiteles 12 y 14: Pecado de Adán y Eva y Expulsión del Paraiso
También historiado es el capitel 25, cuya escena se interpreta como el prendimiento de Cristo, apareciendo en su complicada iconografía dos obispos o abades en los ángulos en actitud de bendecir, una pareja luchando a un lado (posible reacción de san Pedro) y otra abrazándose efusivamente al otro, coronándose con caulículos y un cimacio con rosetas.

Curioso y dramático es el capitel 37, en el que varios hombres armados se enfrentan y luchan con lanzas y espadas mientras una mujer contempla asustada la escena. En el cimacio aparece pintada la letra R, que indica que el capitel fue recompuesto durante la restauración del templo a comienzos del siglo XX. 
Capitel 34: Adoración de los Reyes Magos
Original en el Museo de Palencia

Especialmente interesante es el capitel 5 que se ubica en el presbiterio, que aunque se interpreta como Caín y Abel, en realidad copia la escena de la Orestiada, incluyendo las Furias con serpientes, del sarcófago romano del siglo II conservado en el cercano municipio de Husillos, que en 1870 fue trasladado en Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Durante la restauración del templo el capitel fue desmontado para reparar el fuste de la columna, momento en que un violento escandalizado por la desnudez de las figuras lo destrozó a martillazos. El capitel fue recompuesto y los restos del original llevados al Museo de Palencia.


También en el Museo de Palencia se guarda el original del capitel 6, parcialmente mutilado, en cuyo frente aparecen dos leones, montados por jóvenes, que vuelven sus cabezas para morder las manos de los jinetes. Permanece in situ el cimacio original, decorado con roleos y palmetas.


Capitel 25: Interpretado como el Prendimiento de Cristo
La iglesia de San Martín de Frómista se presenta desprovista de todo tipo de retablos de épocas posteriores, figurando entre las escasas piezas escultóricas en madera policromada un Cristo crucificado que preside la capilla mayor y que es una talla gótica de finales del siglo XIII, acompañada en la embocadura del presbiterio por las imágenes de San Martín de Tours, del siglo XIV, y de un Santiago peregrinodel siglo XVI que recuerda la situación del templo en la Ruta Jacobea.        




HORARIO DE VISITAS
Del 1 de octubre al 31 de marzo
Lunes a domingo: De 10 a 14 y de 15,30 a 18,30 h.
Del 1 de abril al 30 de septiembre
Lunes a domingo: De 9,30 a 14 y de 16,30 a 20 h.

Capitel 37: Escena de lucha con hombres armados
VISITAS GUIADAS GRATUITAS
Se puede concertar una visita guiada llamando al teléfono 979 810 180

Precio entrada: 1,50 €
Precio reducido: 1 € para menores de 12 y mayores 65 años.











Capitel 5: Caín y Abel o Escena de la Orestiada
















Capitel 6: Leones montados por jóvenes
Original en el Museo de Palencia
























Crucifijo gótico, finales siglo XIII














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Theatrum: EL SALVADOR, una mirada profunda y penetrante

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EL SALVADOR
Domenicos Theotocopoulos, el Greco (Candía, Creta 1541 - Toledo, 1614)
Hacia 1590
Óleo sobre lienzo (recortado de su tamaño original)
Convento de las Descalzas Reales, Valladolid
Pintura renacentista española














El Greco. Retrato de Alonso Martínez de Leiva
Museo de Bellas Artes de Montreal (Canadá)
Procedente de la catedral de Valladolid
EL EXPOLIO PATRIMONIAL

La historia es extraña. Se diría que existe un enigmático maleficio que en ocasiones enturbia las mentes. De otro modo no podría explicarse el azaroso destino de la notable colección de obras de El Greco que en su día estuvieron alojadas en Valladolid y que, una tras otra, fueron saliendo de la ciudad como consecuencia de la convergencia de perversos intereses y de una ignominia letal. Hoy día cuesta trabajo identificar al Greco con Valladolid, o, dicho de otra manera, es difícil de entender que el arte del cretense fuese apreciado cuando la ciudad vivía uno de los momentos más esplendorosos de su historia en las postrimerías del siglo XVI y principios del XVII. Sin embargo, tenemos las referencias necesarias para saber que sí, que algunos nobles y artistas residentes en Valladolid eligieron los pinceles de El Greco para sus colecciones y donaciones, aunque con el tiempo la disociación entre la ciudad y el artista emulara la reacción del agua y el aceite. Una pena.

En el umbral del siglo XX todavía se encontraban en la catedral de Valladolid dos obras de El Greco: el Retrato de un caballero de la Casa Leiva y San Jerónimo revestido de cardenal.  En ese momento la obra del pintor era revitalizada no sólo por artistas e intelectuales españoles de la Generación del 98, que comenzaron a valorar la originalidad de sus composiciones, su lenguaje plástico tan personal, su especial universo cromático y su sutil espiritualidad, sino también por autores franceses, ingleses y alemanes, que desde mediados del siglo XIX habían comenzado a mostrar su admiración por el pintor español.
El reflejo del auge del pintor en los círculos artísticos tuvo su expresión en una exposición monográfica organizada por el Museo del Prado en 1902, a lo que siguió la publicación por José María de Cossío, en 1908, de una monografía que supuso el verdadero punto de partida para una nueva percepción de El Greco, ya convertido por teóricos, historiadores y artistas en paradigma de la identidad de Toledo y del arte hispánico, en un símbolo del imaginario colectivo.

El Greco. San Jerónimo
Frick Collection, Nueva York
Procedente de la catedral de Valladolid
En este contexto en que El Greco se convertía en emblema del pasado español y en la llave de los recursos hacia el arte moderno, el Cabildo de la catedral de Valladolid, más preparado en liturgia que en valores culturales, en 1904 decidía vender las dos pinturas al anticuario francés Emile Parés para costear un órgano catedralicio. La operación escandalizó no sólo a José Martí y Monsó, que presentó el caso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid solicitando que el Senado aprobase un ley de defensa del patrimonio y proponiendo que el Estado español comprara las pinturas, sino también a la opinión pública en general y en especial a los círculos culturales vallisoletanos, cuya protesta fue encabezada por Joaquín María Álvarez Taladriz, Presidente de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid. A pesar de la repercusión del polémico caso en la prensa local y nacional, la operación fue consumada por 25.000 pesetas, manchando la imagen de José María Cos y Macho, arzobispo de Valladolid.


Retrato de un caballero de la Casa Leiva
Este característico retrato de El Greco, con la figura de tres cuartos del cuerpo (después recortada perdiendo parte de la mano) y con el personaje colocado sobre un fondo neutro, fue identificado en 1940 por Valentín Sambricio como Alonso Martínez de Leiva, caballero perteneciente a la Orden de Santiago. La pintura, tras ser vendida por el Cabildo catedralicio vallisoletano a Emile Parés en 1904, este anticuario francés la vendió dos años más tarde al coleccionista norteamericano William Cornelius Van Horne, expresidente del Canadian Pacific Railway Ltd., pasando en 1945 al Museo de Bellas Artes de Montreal, la institución artística más antigua de Canadá.

El Greco. San Francisco en oración
Fine Arts Museum, San Francisco
San Jerónimo revestido de cardenal
   Considerado como retrato de un cardenal, fue el historiador alemán Carl Justi quien lo identificó con Gaspar de Quiroga, inquisidor y arzobispo de Toledo, aunque hoy se considera una representación de San Jerónimo revestido de cardenal, tal y como propusiera José María de Cossío, del que El Greco hizo varias versiones, aunque ésta fechada entre 1595 y 1600 está considerada la mejor de todas ellas. Vendida la pintura por la catedral vallisoletana a Emile Parés en 1904, en 1905 era adquirida por el estadounidense Henry Clay Frick, coleccionista e industrial del acero, que la colocó sobre la chimenea de la biblioteca de su residencia en Nueva York, tal y como aparece actualmente después de ser convertida en museo Frick Collection, donde es una de sus joyas más preciadas.

Una tercera obra de El Greco, según afirma Jesús Urrea, se conservaba en el Real Colegio de San Albano o colegio de los Ingleses de Valladolid, siendo enviada a Londres a principios del siglo XX, aunque desconocemos la temática de la pintura.

San Francisco de Asís en oración
También tenemos la certeza de la presencia de un "greco" que representaba a San Francisco de Asís, que en 1656 era tasado por el pintor Jacinto Rodríguez en 150 reales tras la muerte ese año de Pedro Sarmiento de Mendoza, conde de Ribadavia, adelantado mayor del reino de Galicia y caballero de la Orden de Calatrava, que habitaba en la Corredera de San Pablo en el denominado Palacio Pimentel (por sus antiguos propietarios). Bautizado en San Benito el Viejo y parroquiano de la primitiva iglesia de San Miguel, este caballero sentía una especial devoción al santo de Asís y con el hábito franciscano dispuso ser enterrado en la iglesia de San Pedro de Mucientes (Valladolid), donde ya estaban enterrados sus padres.
Se desconoce en qué momento y circunstancias la pintura abandonó Valladolid y su destino, aunque bien pudiera tratarse de una de las versiones hoy propiedad de algunos museos americanos, como el Joslyn Art Museum de Omaha (Nebraska), el Walters Art Museum de Baltimore, el Meadows Museum de Dallas o el Fine Arts Museums de San Francisco.

El Greco. El Expolio
Izda: Colección Stanley Moss, Nueva York, antaño perteneciente a los
duques de Benavente en Valladolid
Dcha: Upton House, Midlands, National Trust (Gran Bretaña), antaño
perteneciente a la colección de Gaspar Méndez de Haro en Valladolid 
La Natividad
Una quinta obra de El Greco, que representaba el Nacimiento de Cristo, parece ser que formaba parte de la colección particular del pintor vallisoletano Diego Valentín Díaz, el más destacado en la ciudad en la primera mitad del siglo XVII, amigo personal y colaborador profesional en las tareas de policromía de algunas esculturas de Gregorio Fernández y fundador del Colegio de Niñas Huérfanas. Hombre culto y erudito, consiguió reunir una importante biblioteca y una colección de 6.500 ejemplares de estampas, grabados y dibujos, así como un conjunto de 265 cuadros de temática religiosa, retratos, bodegones, paisajes y temas mitológicos, entre ellos la obra de El Greco. Su bienes fueron dispersados y sobre los terrenos de su residencia sería levantado el monasterio de Santa Ana, sin que conozcamos el paradero de aquella Natividad del cretense.

Versiones de El Expolio
  Dos versiones de El Expolio de El Greco también recalaron en Valladolid. Una de ellas en el palacio de los Benavente, donde fue inventariada en 1653 tras producirse la muerte de Juan Francisco Alonso Pimentel y Ponce de León (1614-1652), VII duque de Benavente. Se desconoce en qué circunstancias esta pintura salió de Valladolid, pero consta que pasó a ser adquirida por el coleccionista Contini-Bonacossi de Florencia. Fue subastada en Londres en 1992 y actualmente engrosa los fondos de la Colección Stanley Moss de Nueva York. Es una pintura firmada y datada en torno a 1577, que ha sido valorada por Wethey como una de las cinco versiones autentificadas de la mano del artista, considerada asimismo por Willian B. Jordan y Arbos Ballesté como el estudio preliminar y prototipo del célebre cuadro que preside la sacristía de la catedral de Toledo.

El Greco. El Salvador, h. 1590
Convento de las Descalzas Reales, Valladolid
Otra versión de El Expolio en pequeño formato, firmada por Domenicos Theotocopoulos y datada entre 1577 y 1580, formó parte de la colección que Gaspar Méndez de Haro tenía en Valladolid. Por su pequeño tamaño podría tratarse de una versión utilizada por el pintor como muestrario para los clientes. La pintura, que llegó a ser propiedad del afamado pintor francés Eugène Delacroix, pasó a la Colección Cheramy de París y al vizconde de Bearsted, estando actualmente conservada en la Upton House, Midlands, National Trust (Gran Bretaña).

EL PEQUEÑO LIENZO DEL SALVADOR

Tras esta desoladora pérdida en el patrimonio vallisoletano de hasta siete pinturas de El Greco y a modo de premio de consolación, el profesor Federico de Watemberg, por entonces director del Museo Nacional de Escultura, hacía público en 1966 en el Diario Regional de Valladolid y en el diario Ya de Madrid el descubrimiento de un cuadro de El Greco en el convento de las Descalzas Reales de Valladolid, cuya imagen se divulgó en 1969 a través del libro Valladolid en Castilla, permitiendo apreciar su delicado estado de conservación.
Se trata de una pequeña pintura —39 x 31 cm.— que sin duda fue recortada de un lienzo de mayor tamaño, en la que se patentiza el inimitable estilo y la personalidad de El Greco. En ella se representa la estilizada cabeza de Cristo, recortada sobre un fondo neutro oscuro, siguiendo el prototipo utilizado por el pintor como cabecera de las repetidas versiones de apostolados. Modelada la figura con un efecto escultórico mediante el magistral dominio del dibujo y del juego de luces y sombras a través del color, Cristo se dirige al espectador con una mirada penetrante buscando su empatía, con unos ojos grandes y oscuros que sugieren una meditación. En la ejecución se aprecian pinceladas muy sueltas y finas que definen la carnosidad y la textura de la túnica y el manto, con una atención pormenorizada a las cuencas de los ojos, las pupilas acuosas, los cabellos y la barba.
Se acompaña del característico nimbo romboidal que, según Tiziana Frati, el pintor usó por primera vez entre 1586 y 1590 al realizar el Apostolado de la colección Henke y en la cabeza de Cristo de la Galería Narodni de Praga, pasando a convertirse en un elemento identificativo de su arte.

El Greco. Versiones del Salvador. De izda a dcha: Apostolado de Almadrones (Guadalajara); 
National Gallery of Scotland, Edimburgo; Museo de Bellas Artes de Cáceres; Museo del Greco, Toledo
Se viene aceptando la hipótesis de que se tratara de un regalo enviado desde Madrid por la reina Margarita de Austria, consorte de Felipe III, que a principios del siglo XVII había patrocinado la construcción del convento de las Descalzas Reales de Valladolid, al que también destinó en 1611 una importante colección de pintura italiana, recibida como agasajo por el Gran Ducado de Toscana, cuya entrega efectiva al convento vallisoletano tuvo lugar en 1615.
Afortunadamente la pintura ha sido restaurada y consolidada con motivo de haber formado parte de la exposición "El Greco: arte y oficio", celebrada en 2014 en el Museo de Santa Cruz de Toledo con motivo del IV Centenario de la muerte del artista.

El Greco. Apostolado. Museo Nacional de Escultura (en depósito en el Museo de Bellas Artes de Oviedo)
Adenda: Un Apostolado en Valladolid
De alguna forma esta pintura viene a llenar la carencia de la figura del Salvador en un Apostoladoque perteneciente al Museo Nacional de Escultura de Valladolid está considerado uno de los conjuntos más antiguos y de mayor calidad de los tres Apostolados completos conservados de El Greco. La colección de doce pinturas, todas de 70 x 53 cm. y firmadas, perteneció al hidalgo asturiano Juan Eusebio Díaz de Campomanes, del que pasó a sucesivos propietarios hasta recalar en el convento femenino de San Pelayo, cuyas monjas pretendieron venderlo a un coleccionista francés. Afortunadamente, fue comprado en 1906 por Antonio Sarri de Oller, marqués de San Feliz, para su palacio ovetense. En 2002 la empresa Aceralia compraba el conjunto al biznieto del marqués y lo entregaba como pago de una deuda tributaria al Estado español, que lo adjudicó al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, aunque quedaría en depósito en el Museo de Bellas Artes de Oviedo, población de donde procedía.
En la original serie de apóstoles El Greco aporta su visión personal a través de la gestualidad y los atributos, con figuras arrebatadas que transmiten su mensaje con rostros ensimismados y manos expresivas, así como cuerpos recubiertos por mantos de intenso cromatismo y profusión de pliegues. Con esta serie El Greco se reconcilia de alguna manera con la ciudad de Valladolid. 

Informe: J. M. Travieso.                

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Conferencia: BLAS DE LEZO, 2 de abril 2016

Visita temática en el Museo Nacional de Escultura: TODO ESTÁ EN LOS LIBROS, domingos de abril 2016

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Conferencia: LA REPRESENTACIÓN ESCULTÓRICA DE LA SANTA PARENTELA, 5 de abril 2016

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MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. PALACIO VILLENA
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid

HOMENAJE PÓSTUMO A D. JAVIER FERNÁNDEZ CILLERUELO
Miembro de la Asociación de Amigos del Museo

Martes 5 de abril
Salón de Actos del Palacio de Villena, 20 h.
LA REPRESENTACIÓN ESCULTÓRICA DE LA SANTA PARENTELA
José Ignacio Hernández Redondo, conservador del Museo Nacional de Escultura

Entrada libre hasta completar aforo.


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Museo Nacional de Escultura: PRESENTACIÓN DE TRES LIBROS, 1, 8 y 22 de abril 2016

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Fastiginia: El Teatro Lope de Vega, añoranza de un espacio mágico

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Estampas y recuerdos de Valladolid












Teatro Lope de Vega en 1911
Corrían los años 80 cuando Valladolid contaba con este envidiable espacio escénico al que en fechas señaladas acudían compañías de prestigio internacional, aunque la mayor parte del año funcionara como sala de cine. Por entonces ya presentaba un aire decadente que formaba parte de su encanto, pues en aquel tiempo eran impensables las restauraciones integrales de estos templos del ocio y la cultura. Ningún aficionado al teatro puede olvidar la magia creada en su escenario por el actor, bailarín y coreógrafo inglés Lindsay Kemp con su espectáculo Flowers, tan fantástico y tan auténtico como el propio teatro. Visto desde la época actual, aquello fue una suerte de ensoñación en la que a Valladolid llegaban los creadores más vanguardistas porque así lo permitía el Teatro Lope de Vega.

Pero aquello se acabó porque poco a poco el recinto fue acusando los achaques de la edad, hasta entrar en un estado de coma que terminó con su cierre el 30 de abril de 2000. Desde entonces aparecieron la añoranza y los temores, puesto que en él pusieron sus ojos sucesivos negociantes que hacían presagiar la pérdida definitiva de un espacio tan privilegiado en pleno corazón de la ciudad.

Sin embargo, en nuestros días hay motivos para la esperanza, puesto que, después de superar insidiosos años de polémicas administrativas, de pasar por manos de sucesivos propietarios, ha surgido una iniciativa, alentada por el Ayuntamiento de Valladolid, para recuperarlo para las artes escénicas y otras actividades culturales, como ya ha ocurrido, con lo que ello supone para el pulso vital de la ciudad, con los teatros Calderón y Zorrilla ¡Esperemos que tales expectativas se hagan realidad!


Fachada del teatro antes y después de la restauración de 2010
El Teatro Lope de Vega hoy día es un edificio histórico protegido y como tal es conveniente recordar un poco de su historia. La iniciativa de su construcción surgió a mediados del siglo XIX, cuando Valladolid conoció un espectacular desarrollo que trastocó el carácter conventual de la ciudad para mostrar afanes cosmopolitas acordes con la época. Entre las construcciones destinadas al ocio se planteó la construcción de un teatro en la misma línea de aquellos que se levantaban en las principales ciudades españolas.

La traza fue encargada al arquitecto Jerónimo de la Gándara, que diseñó una elegante sala con forma de herradura con 370 butacas, un anfiteatro a cuatro alturas y palcos próximos a la embocadura, un espacioso escenario a la italiana de 11 metros de ancho y 10,50 de fondo y 13 camerinos, completándose con una fachada de aire neoclasicista en el discreto espacio que flanqueaban dos viviendas de la calle María de Molina. Es, por tanto, el teatro más antiguo de Valladolid.

Con la pompa acostumbrada, el teatro se inauguró el 6 de diciembre de 1861 con la puesta en escena de la comedia El premio del buen hablar como homenaje a su autor, el poeta y dramaturgo al que se adjudicó la titularidad del teatro: Lope de Vega. Tres años después, el 28 de septiembre de 1864, se inauguraba también el Teatro Calderón, obra del mismo arquitecto.

A partir de entonces se convirtió en un punto de referencia de la actividad vallisoletana de teatro y variedades, incorporándose a principios del siglo XX a las proyecciones de cine mudo. Así mantuvo su dualidad como teatro y como cine, conociendo en 1920 una remodelación de la fachada en la que, aunque se mantuvo la estructura determinada por los tres vanos de puertas y ventanas y una cornisa de remate, se eliminó el frontón superior, en cuyo centro aparecía colocado un medallón en relieve con el busto del escritor madrileño, y se sustituyó por un frontispicio, ligeramente más alto, que como la mayor parte de la fachada fue revestido de azulejos de Talavera de inspiración barroca, repitiendo la colocación del busto del ilustre dramaturgo en un medallón de cerámica pintada. También fue incorporada sobre las puertas una visera protectora de la lluvia sobre soportes metálicos fundidos. 

     Ya remozado al gusto historicista de la época, el coliseo ofrecería la novedad del cine sonoro poco después de finalizar la Guerra Civil, con el estreno el 9 de enero de 1940 de la película La Sirena del Puerto, dirigida por Erle C. Kenton en 1937. Así se mantuvo hasta 1960, año en el que sufrió una nueva remodelación que afectó especialmente al vestíbulo, perviviendo en su doble faceta de cine y teatro hasta el 30 de abril de 2000, fecha en que cerró sus puertas definitivamente.

En ese momento se dibujaba un futuro incierto por lo que supone el deterioro de los edificios sin uso y abandonados. En un intento de preservarle, en abril de 2006 el teatro fue adquirido en subasta pública por Caja Duero por siete millones de euros con la intención de rehabilitarle, pero el proyecto quedó dormido por los efectos de la aguda crisis económica. Se presentía lo peor, aunque la intervención en la fachada y las cubiertas en febrero de 2010 supuso un buen presagio.

Interior del teatro en 2006. Foto: El Día de Valladolid
Tras los recientes acontecimientos que afectaron a la banca, el teatro ha pasado a ser propiedad del Banco Ceiss, que tras la insistente petición del Ayuntamiento de Valladolid, y con la implicación de la Junta de Castilla y León, en febrero de 2016 ha iniciado un estudio de posible financiación para realizar la rehabilitación integral del edificio y devolverle a la vida activa de Valladolid. Esperemos que el proyecto en el que participan estas tres instituciones llegue a buen puerto y podamos celebrar desde aquí tan importante acontecimiento como es el volver a disponer de los tres teatros tradicionales —Calderón, Zorrilla y Lope de Vega— en plena actividad.





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I Muestra de Teatro DOMUS PUCELAE: 7, 13, 21 y 28 de abril 2016

Charla-reportaje: ETIOPÍA, 9 de abril 2016

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VIAJE: ESTE DEL CANADÁ, del 16 al 26 de julio 2016

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PROGRAMA

Sábado 16 de julio   VALLADOLID – MADRID - TORONTO
A las 08.00 horas salida desde la Plaza Colón en autobús con destino Madrid. Llegada a al aeropuerto de Madrid. Trámites de facturación y embarque en vuelo regular vía Amsterdam con destino Toronto. Llegada al aeropuerto de Toronto y encuentro con el guía acompañante. Traslado hacia Toronto y acomodación en el hotel. Cena y visita nocturna de la ciudad. Regreso al hotel y alojamiento en el hotel Chelsea o similar.


Domingo 17 de julio   TORONTO
Desayuno en el hotel. Por la mañana, visita panorámica de la ciudad. Toronto es sin duda alguna la ciudad más grande y bulliciosa del país, cosmopolita y rebosante de actividades. A bordo del autocar pasaremos por las principales avenidas del distrito financiero de Toronto. Pararemos en la plaza donde se encuentran el antiguo y el nuevo ayuntamiento. Podremos entrar a la planta principal de estos dos edificios. Pasaremos con el autobús al lado de los 2 estadios deportivos donde juegan los equipos de béisbol, baloncesto y hockey sobre hielo (no entraremos en los estadios). Pararemos en el barrio chino para caminar y ver sus calles. 
Realizaremos una parada en el Harbourfront para ver la orilla del lago Ontario que bordea el sur de la ciudad. Se visitará el Fort York. Fuerte construido a finales del S XVIII y reforzado a principios del S XIX, para proteger la colonia de los ataques del país vecino, los Estados Unidos. Subiremos a la torre CN y almuerzo en el restaurante panorámico que se encuentra en lo alto de la torre. Visitaremos el museo Art Gallery of Ontario, este museo de Toronto es un bello edificio construido por el gran arquitecto Frank Gehry y en el que podrán ver obras de los grandes artistas: desde Renoir hasta Andy Warhol pasando por Picasso. El museo alberga también una de las mejores colecciones del mundo de arte africano. Cena en restaurante local en Toronto. Después de la cena caminaremos por el centro para ver la animación de las calles de Toronto. Alojamiento en el hotel Chelsea o similar.

Lunes 18 de julio   TORONTO – NIÁGARA
Desayuno en el hotel. Salida hacia Niágara Falls para ver las legendarias cataratas.  Pararemos en Niagara Parkway para ver el parque donde se encuentra la columna y escultura del Coronel Brock.  A su llegada a Niagara Falls, embarcaremos en un crucero espectacular que nos llevará a apenas unos metros de la gran catarata. Caminaremos por Table Rock, justo al lado de las cataratas y nuestro guía nos explicara algunos datos espectaculares de la catarata principal.  Almuerzo en un restaurante panorámico con vistas a las cataratas. Salida hacia el pueblo de Niagara-on-the-Lake. Caminaremos por sus calles centrales y veremos algunos de los edificios del siglo XIX que contribuyen a crear la belleza de este pueblo de estilo victoriano. Nos dirigiremos hacia uno de los viñedos de esta región en el que visitaremos su terreno y podremos degustar algunos de sus vinos. Salida hacia Niagara Falls. Visitaremos el Fort George. Rodeados de personajes vestidos como en el S XIX, visitaremos esta construcción militar que ejerció un rol muy importante durante la guerra contra los Estados Unidos de 1812. Cena en el restaurante Fallsview Casino Resort con vistas a las cataratas. Por la noche haremos una caminata para ver las cataratas iluminadas. Alojamiento en el hotel Radisson Fallview o similar.

Martes 19 de julio   NIÁGARA – KINGSTON
Desayuno en el hotel. Salida hacia la región de la Mille-Îles. Parada en Toronto para la visita del Royal Ontario Museum. Este museo de historia natural es muy reconocido por su espectacular colección de fósiles de dinosaurios. Es el 5º museo más grande de América. Almuerzo en Toronto. Continuación de trayecto hacia Kingston. Llegada a Kingston y visita panorámica de la ciudad en la que veremos las calles del centro. Esta ciudad de estilo británico fue la capital del país durante la segunda mitad del S XIX. Es por eso que conserva un encanto único. Cena y alojamiento en el hotel Four Points by Sheraton Kingston o similar

Miércoles 20 de julio   KINGSTON - OTTAWA
Desayuno en el hotel. Por la mañana, visita del Fort Henry. Construido para defender el país durante la guerra de 1812, este fuerte fue la fortaleza más grande del Alto Canadá. Fue el lugar donde se encerraron varios prisioneros de guerra de las dos Guerras Mundiales. Almuerzo en la zona de Kingston. Crucero para la visita del Castillo Boldt. Esta actividad de 3h30 minutos de duración nos llevara a través del parque de las Mil Islas hasta el castillo Boldt que visitaremos por dentro.  Este castillo se encuentra en territorio de Estados Unidos por lo que un pasaporte en regla para entrar en los Estados Unidos será imprescindible llevar en el viaje. Salida hacia Ottawa. Llegada y cena Acomodación en el hotel Radisson Ottawa o similar.

Jueves 21 de julio   OTTAWA
Desayuno en el hotel. Visita panorámica de Ottawa para descubrir los más bellos lugares de la capital. Veremos la calle Wellington y sus edificios oficiales, el Parlamento canadiense de estilo neogótico, Sussex Drive lugar de residencia del Primer Ministro y del Gobernador General, los grandes museos, el Canal Rideau, para terminar en el barrio más animado y popular de Ottawa entorno al mercado By. Entraremos en la planta principal del edifico histórico (un hotel) Chateau Laurier.  Asistiremos al famoso relevo de la guardia en la explanada del Parlamento. Visita del Parlamento de Ottawa. Entraremos dentro del Parlamento. Podremos subir a la Torre de la Paz.  Almuerzo en la zona del mercado By. Caminaremos al lado de las esclusas principales del Canal Rideau. Visita del museo de historia canadiense. Este es el museo nacional de historia canadiense. Aprenderemos sobre la historia del país, desde las naciones autóctonas, pasando por la llegada de los primeros europeos, la convivencia entre autóctonos y europeos y los conflictos bélicos y sociales por los que ha atravesado el país hasta llegar a lo que es hoy en día. Cena en Ottawa. Alojamiento en el hotel Radisson Ottawa o similar.

Viernes 22 de julio   OTTAWA - QUEBEC
Desayuno en el hotel. El viaje continuará en la bella provincia de Quebec.  Parada en una típica cabaña canadiense. Conoceremos el proceso de elaboración del jarabe de arce, producto nacional, además de poder degustarlo durante un almuerzo tradicional.  Por la tarde, visitaremos el museo Borealis, situado en la ciudad de Trois-Rivieres. Este museo nos explica un episodio clave en la historia económica y social del país: la explotación de la madera de los bosques canadienses. Los leñadores que trabajan en el bosque durante todo el invierno, el transporte a través de los ríos y la exportación hacia Europa. Durante el S XIX y primera mitad del XX, la zona de Trois-Rivières fue un centro muy importante de comercio de madera.  Llegada a Quebec y acomodación en hotel. Cena en restaurante de la ciudad de Quebec. Alojamiento en el Hotel Chateau Laurier o similar.

Sábado 23 de julio   QUEBEC
Desayuno en el hotel. Visita guiada de la ciudad. Quebec tiene un encanto y estilo europeo único en el continente americano.  Durante la visita vamos a entrar al castillo Frontenac y caminaremos por la terraza Dufferin. Pararemos enfrente de la explanada del Parlamento de Quebec. Pararemos en el parque de las Llanuras de Abraham.  Iremos hacia el pintoresco barrio Petit-Champlain y la Place Royale (Plaza Real). También veremos las murallas de la ciudad.  Nos trasladaremos hacia el parque de la Catarata de Montmorency, de 83 metros de altura.   Almuerzo en el restaurante del parque.  Iremos hacia la Isla de Orleans, la cuna de la civilización franco canadiense.  Visita del museo de la Civilización de Quebec. Este museo nos explica la historia de Nueva Francia, primer lugar donde se instalaron los europeos de manera permanente en América del Norte. El museo también alberga exposiciones históricas de carácter internacional.  Cena en restaurante local. Paseo nocturno por las calles animadas de Quebec. Alojamiento en el Chateau Laurier o similar.

Domingo 24 de julio   QUEBEC - MONTREAL
Desayuno en el hotel. Visita del museo de las Ursulinas de Quebec. Considerado como uno de les mejores ejemplos de conventos construidos en América, veremos las riquezas conservadas por esta comunidad religiosa, las más antigua del país. Podremos ver los jardines del museo, uno de los secretos mejor guardados del Viejo Quebec. Almuerzo en el hotel des Premières-Nations, en el que comeremos especialidades autóctonas. Visita del museo situado en el complejo del Hotel des Premières-Nations, en el que descubriremos el modo de vida de las naciones autóctonas que habitaban en la región de Quebec. Salida hacia Montreal. Llegada y acomodación en el hotel.  Cena en restaurante local.

Lunes 25 de julio   MONTREAL
Desayuno en el hotel. Visita guiada de la ciudad. Veremos el barrio del viejo Montreal. Entraremos en el hall del Ayuntamiento. También entraremos en el hall de la Banca de Montreal.  Visita del interior de la Basílica de Notre-Dame de Montreal. A continuación, nos dirigiremos hacia el distrito financiero y circularemos por sus principales arterias. Entraremos en la Catedral Marie-Reine-du-Monde. La visita nos llevará hacia la Isla Notre-Dame, pasando por el emblemático puente Jacques Cartier. Haremos una parada en el parque del Mont-Royal.  Almuerzo en el viejo Montreal.  Visita del museo de historia y de arqueología de Pointe-a-Calliere. Este museo está situado en el lugar en que fue fundada la ciudad y nos cuenta su evolución des de la llegada de las primeras poblaciones autóctonas hasta hoy. Traslado hacia el aeropuerto de Montreal para el vuelo de regreso. Cena picnic y embarque en vuelo con destino Madrid, vía París.

Martes 26 de julio   MADRID - VALLADOLID
Llegada a Madrid y traslado en autocar hacia Valladolid, donde llegaremos sobre las 21 horas. Fin del viaje.

PRECIO SOCIO EN HABITACIÓN DOBLE: 3.375 €
PRECIO NO SOCIO EN HABITACIÓN DOBLE: 3.425 €
SUPLEMENTO HABITACIÓN INDIVIDUAL: 530 €

REQUISITOS: Grupo mínimo 30 y máximo 40 personas.

INCLUYE:
- Traslado en autocar para el trayecto Valladolid – Aeropuerto Madrid – Valladolid.
- Asistencia por parte de personal de Viajes el Corte Inglés en la salida del viaje en Valladolid.
- Billete aéreo en clase turista de las compañías KLM/Air France.
- Vuelos previstos o similares.
     KL 1702    Madrid – Ámsterdam     12:50 – 15:25
     KL 685     Ámsterdam – Toronto    17:50 – 19:50
     AF 349     Montreal – París     22:50 – 11:35 +1
     AF 1800    París – Madrid    15:25 – 17:30
- Asistencia por parte de personal de Viajes El Corte Inglés el aeropuerto de Madrid en la salida del viaje.
- Traslados en autocar para los traslados incluidos en el itinerario.
- Alojamiento de 9 noches repartidos de la siguiente manera.
- Hoteles previstos o similares.
            Toronto     Chelsea     2 noches
            Niagara     Radisson Fallsview     1 noche
            Ottawa     Radisson Ottawa     2 noches
            Kingston     For Points by Sheraton Kingston     1 noche
            Quebec     Chateau Laurier      2 noches
            Montreal     The Cantlie Hotel     1 noche
- Comidas incluidas en el itinerario.
- Visitas incluidas
* Toronto:
   Visita panorámica de la ciudad de Toronto incluye subida a la torre CN
   Visita del Fort York
   Museo Art Gallery de Ontario
   Visita del Royal Ontario Museum
* Niágara:
   Crucero por las cataratas del Niágara
   Visita de viñedos en zona de Niágara
   Visita de Fort George
* Kingston:
   Visita panorámica de la ciudad de Kingston
   Visita de Fort Henry
   Crucero por las Mil Islas para la visita del Castillo Boldt con entrada
* Ottawa y región:
   Visita panorámica de Ottawa
   Parlamento de Ottawa
   Museo de historia canadiense en Ottawa
   Parada en típica cabaña canadiense de elaboración de jarabe de arce
* Quebec y región:
   Visita del Museo Borealis
   Visita panorámica de la ciudad de Quebec
   Parque de las cataratas Montemercy
   Isla de Orleans
   Visita del museo de las Civilizaciones de Quebec
   Visita del Museo de las Ursulinas de Quebec
   Visita del Museo del Hotel Des Premieres Nations
* Montreal:
   Visita panorámica de Montreal
   Visita del Museo de historia y de Arqueología de Pointe-a-Caliere
- Paseos nocturnos de cada ciudad con guía.
- Propinas de guías locales y del chófer.
- Tasas aéreas a fecha del presupuesto (292,29 €)
- Acompañante Domus Pucelae.
- Dossier Informativo.
- Reunión Informativa para presentación del viaje.
- Seguro de viaje especial de anulación - cancelación por causa médica justificada cubriendo el importe total del viaje.

NO INCLUYE:
- Extras en los hoteles, tales como bebidas en las comidas, llamadas telefónicas, maleteros, etc.
- Cualquier otro servicio no detallado en el itinerario o en el apartado anterior.

NOTAS
* EL VISADO PARA CANADÁ SERÁ REALIZADO POR VIAJES EL CORTE INGLES, c/ Puente Colgante 35. Para ello se entregará fotocopia del pasaporte.
* El "ESTA" para entrar en EEUU, será realizado para las personas que lo soliciten en Viajes El Corte Inglés, pero como es obligado hacerlo individualmente vía internet, se requiere que en el momento de su realización esté la persona con su tarjeta de crédito para hacer efectivo el pago.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Información y reserva de plazas en: domuspucelae@gmail.com o tfno. 608419228  a partir de las 0 horas del día 11 de abril hasta el 18 de abril del 2016, debiendo hacer entrega a la reserva de 650 € y el resto del importe del viaje, antes del 30 de junio del 2016 en Viajes El Corte Inglés, c/ Puente Colgante 35,  Tfno. 983 278235 Fax.983 279666. Persona de contacto: Mario Martín. Horario: de lunes a viernes de 9.30 a 14 y de 16.30 a 19 horas.

FORMAS DE PAGO:  Efectivo, Tarjeta de Crédito, Tarjeta El Corte Inglés o mediante transferencia a la siguiente cuenta bancaria: Banco Santander ES37 0049 1500 03 2810355229, indicando en el concepto “Viaje a Canadá Domus Pucelae” y el nombre de los viajeros. 
Enviar copia de la transferencia por fax o mail a: mariomartin@viajeseci.es 

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Visita virtual: PORTADA DEL JUICIO FINAL, catedral de San Trófimo de Arlés

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PORTADA DEL JUICIO FINAL
Anónimo
1180-1190
Piedra labrada y fustes romanos reaprovechados
Iglesia de San Trófimo, Arlés
Escultura románica. Escuela provenzal








CONSIDERACIONES GENERALES

El arte Románico dejó diseminado por distintas regiones francesas un impresionante legado escultórico cuyo variadísimo repertorio siempre aparece supeditado a los elementos arquitectónicos de los majestuosos edificios. El fenómeno de creación escultórica en Francia, fiel reflejo de la "Iglesia dominante", representa un proceso de creación que se integra en la esencia de la cultura medieval creando un universo original y peculiar que se convierte en uno de sus mejores exponentes, siempre alentado por la religión concebida como un misterio y la idea de Dios como un ser omnipotente y omnipresente, explicado como la única esperanza para no sucumbir en un mundo incierto y oscuro.

El punto de partida se encuentra en los tímidos ensayos prerrománicos ejercitados por los pueblos bárbaros —ostrogodos, francos, lombardos y visigodos— que apenas cultivaron la escultura monumental tan característica del legado grecorromano, limitándose a realizar, junto a sofisticados trabajos de orfebrería, obras de pequeño formato de carácter ornamental que recogían algunas influencias del lejano Bizancio, imperio que fuera depositario del legado clásico.

De modo que, después de las experiencias griegas y romanas, se diría que se hizo la noche en el campo de la escultura, desapareciendo por completo en el mundo occidental el tipo de obras monumentales que caracterizaron a aquellas culturas mediterráneas. Esto se mantuvo hasta que con el arte Románico, especialmente en territorio francés, comenzó en el siglo XI un proceso evolutivo que culminó en el XII y que abrió la senda a la progresiva eclosión escultórica del arte Gótico.

En los inicios de este proceso las figuras ofrecían un rudo tratamiento dominado por un esquematismo simplista y un fuerte sentido geométrico, con anatomías toscas y desproporcionadas y las vestiduras pegadas al cuerpo, siempre ajenas a la búsqueda de un mínimo naturalismo. A lo largo del siglo XII se aprecia una evolución hacia formas más libres, sin perder su carácter esquemático, en el que las vestiduras se van despegando de los cuerpos para adquirir un marcado relieve en el que los escultores más avezados incorporan una gran profusión de pliegues menudos y repetitivos en un intento de emular la realidad, así como unas anatomías potentes, generalmente repetitivas y de canon poco esbelto, que destacan de los fondos para producir un fuerte contraste de luces y sombras.

Es entonces cuando quedan consolidadas las características que definen la escultura románica monumental, entre las que se encuentran su finalidad decorativa, su supeditación al marco arquitectónico, su concepción eminentemente frontal y su carácter simbólico y alegórico para representar ideas concretas de carácter catequético, ajenas a cualquier tipo de naturalismo o modo de percibir la realidad a través de los sentidos, enfatizando el mensaje ideológico de una determinada visión de la ética y las creencias, en suma, ajustadas a la predicación de la ortodoxia religiosa. En las representaciones escultóricas las figuras humanas, animales, vegetales y objetos presentan una realidad ingenua y sistemáticamente deformada para expresar un trasfondo ideológico, ajeno a la belleza natural, cuyos matices configuran un tipo de estética cuyas imperfecciones formales paradójicamente se convierten en su mayor atractivo, en algunos casos con resultados sorprendentes y fascinantes, no exentos de expresionismo.

El repertorio escultórico románico persigue la belleza espiritual, no la corporal, incidiendo en la idea del pecado y de la salvación, motivo por el que se prescinde de la representación del cuerpo desnudo y de todo lo que pueda resultar sensitivo o sensual, pues el cuerpo es concebido como prisión del alma que, a través de la práctica de la virtud, puede alcanzar la vida eterna. Para ello se recurre a la representación de aquellos pasajes bíblicos y evangélicos de los que emanan enseñanzas moralizantes, en ocasiones entremezclados con personajes mitológicos que simbolizan los mismos valores —Sansón y Hércules— y acompañados de todo un repertorio de figuras humanas y animales reales o fantásticos con los que se simbolizan determinados vicios o pecados que se han de combatir, como la avaricia, la lujuria, la pereza, la envidia, etc., o mostrando directamente el castigo de los pecadores.

Ángeles apocalípticos
El lugar preferido para presentar estas prédicas visuales son los capiteles de portadas, ventanales y claustros, alcanzando su máxima expresión en las portadas de las iglesias, que adquieren el valor de un auténtico "escaparate" público y permanente en el que la acumulación decorativa se muestra como toda una declaración de los principios religiosos imperantes en la época, determinados por el temor a un Dios vigilante e implacable, según un programa iconográfico meticulosamente calculado para atemorizar y aleccionar a los fieles.

En unas ocasiones el programa escultórico se distribuye por toda la fachada, como ocurre en Notre Dame la Grande de Poitiers o en la catedral de Saint Pierre de Angulema, aunque lo más habitual en el siglo XII es que se concentre en las portadas, donde se generaliza la colocación de un tímpano en el que aparece el Pantócrator o Cristo en majestad, sedente en el interior de una mandorla, coronado como rey, sujetando las Sagradas Escrituras, en actitud de bendecir y rodeado de los símbolos del Tetramorfos—el águila, el león, el toro y el hombre— que aluden a los Cuatro Evangelistas.

En unas ocasiones los tímpanos muestran pasajes evangélicos que glorifican a Cristo, como en el caso de Saint Sernin de Toulouse con el tema de la Ascensióno el Pentecostés representado en Sainte Marie-Madeleine de Vézelay, aunque se convertiría en un tema recurrente el Juicio Final, cuyo contenido apocalíptico cobraría una especial dimensión desde la incertidumbre creada por el cambio de milenio, alcanzando una especial expresividad en Sainte Foy de Conques, en Saint Pierre de Moissac, en Saint Lazare de Autun (con estilizadas figuras labradas en el siglo XII por Gislebertus) y en San Trófimo de Arlés, en todos los casos con el tamaño de las figuras jerarquizado según su importancia dentro de la narración.


EL ROMÁNICO PROVENZAL

Sabido es que el Románico es concebido en el siglo XII como un movimiento artístico unitario, es decir, que las pautas estéticas de la pintura y escultura eran seguidas por igual en todos los territorios europeos, del mismo modo que en todos los países de edificaba de la misma manera, se cantaba de igual forma (canto gregoriano) y se escribía en latín utilizando la misma letra para la escritura (letra carolingia). Sin embargo, dentro de esta uniformidad, el románico provenzal presenta unas características especiales que encuentran su justificación en dos motivos fundamentales: su relación, por razones de proximidad, con la simplicidad del románico lombardo, de cuyas influencias no fue capaz de sustraerse, y la inspiración escultórica en los numerosos vestigios romanos y paleocristianos diseminados por la región provenzal.


Cortejo de los elegidos (anterior) y de los condenados
Por este motivo, el románico provenzal acoge elementos tratados de forma diferente al de otros lugares, cuyo denominador común es un fuerte sustrato clásico. Si en lo decorativo es frecuente encontrar columnas de tipo romano, con capiteles corintios o compuestos, en ocasiones con fustes marmóreos reaprovechados de ruinas romanas, en la elaboración de frisos y tímpanos se toman como fuente de inspiración los trabajos escultóricos que pervivieron en las ruinas romanas y especialmente en la masiva y variada muestra de sarcófagos paleocristianos, en ocasiones reconvertidos en mesas de altar.

Ello explica que frisos y tímpanos presenten una gran acumulación de figuras humanas en las que subyace un fuerte clasicismo inexistente en otros lugares, que el repertorio decorativo recurra a motivos clásicos romanos, como grecas, palmetas, ovas, rosetas, roleos, etc., y que tengan presencia personajes y animales mitológicos —leones, centauros, etc.— en detrimento de los animales fantásticos relacionados con los bestiarios medievales, tan comunes en otras manifestaciones del románico europeo. Sirvan a título ilustrativo los trabajos de exquisita finura y pervivencia clásica que presentan las portadas de Saint Gilles du Gard y de Saint Trophime de Arles, ambas del siglo XII.    
  
San Trófimo
SAN TRÓFIMO

Trófimo era un gentil procedente de Éfeso que acompañó a San Pablo en su tercer viaje, siendo el causante de las iras desatadas por los judíos contra el apóstol en Jerusalén por haber mancillado el templo al permitir entrar en él a un gentil. Su nombre también es mencionado en la segunda Epístola a Timoteo, donde se menciona que Trófimo permaneció enfermo en Mileto.

Una leyenda cuenta que este discípulo de San Pablo, tras pasar por Roma, llegó a Arlés el año 46, encabezando una comunidad cristiana asentada en la necrópolis de Alyscamps de la ciudad. En esta idea abundaba el papa san Zósimo cuando en 417 escribió a los obispos de las Galias manifestando que la Santa Sede1 había enviado a aquellas tierras a Trófimo, cuyas predicaciones en Arlés extendieron la fe cristiana por toda la comarca. Con el deseo de prestigiar los orígenes de las sedes episcopales, se identificaba erróneamente a Trófimo con el discípulo de San Pablo.

Sin embargo, ciento cincuenta años después san Gregorio de Tours aclaraba que san Trófimo fue uno de los siete apóstoles de la Galia que en tiempos de Daciano, a mediados del siglo III, habían sido enviados desde Roma para evangelizar aquellas tierras: Dionisio (París), Gaciano (Tours), Saturnino (Toulouse), Pablo (Narbona), Marcial (Limoges), Austremonio (Auvernia) y Trófimo (Arlés), que está considerado como el primer obispo de Arlés, no conociéndose nada más de su biografía.   

EL PÓRTICO DEL JUICIO FINAL DE SAN TRÓFIMO DE ARLÉS

La primitiva catedral de Arlés se comenzó a levantar en el siglo V en el lugar en que se encuentra, siendo mencionada en tiempos del obispo san Hilario (429-449) bajo la advocación de San Esteban. En el año 972 fueron trasladadas a ella las reliquias de San Trófimo, que había sido enterrado en el cementerio de Les Alyscamps, cuya devoción popular originó el cambio de advocación del templo por la del santo obispo de Arlés. Entre los siglos X y XI la iglesia fue paulatinamente renovada, realizándose en 1152 la solemne colocación de las reliquias de San Trófimo en su interior y el cambio oficial de advocación. 
Tiempo después la fachada se decoró con la suntuosa portada del Juicio Final, en cuya composición la figura del santo ocupa un lugar destacado, y se levantó un nuevo claustro decorado con numerosas esculturas del mismo taller que trabajó en la portada. Ya en el siglo XV se levantaría una nueva cabecera gótica en la que convergen las naves románicas. Conviene recordar que Arlés era el punto de partida del ramal de la Ruta Jacobea que partía de Provenza.

La portada del Juicio Final es una de las más bellas creaciones del arte románico europeo, que, como ya se ha dicho, se aleja del expresionismo imperante en el siglo XII en Borgoña y el Languedoc para mostrar una impecable factura, imbuida de una serenidad clásica que se traduce en una belleza majestuosa relacionada con los vestigios romanos. 

En primer lugar hay que destacar que la portada aparece añadida y destacada del muro de la fachada, como ocurre en muchas iglesias lombardas, y que su estructura se inspira en un arco de triunfo romano, posiblemente por influencia del existente en la cercana población de Saint Remy. En su composición son utilizadas columnas despegadas del muro para sustentar grandes frisos, cuyos fustes, incluido el del parteluz, proceden del teatro romano de Arlés, predominando en ellas los capiteles corintios clásicos. De inspiración clásica es también el variado repertorio decorativo que se despliega en arquivoltas, pilastras adosadas, cornisas, molduras que recorren los frisos y bajos de las formas adinteladas.

En su dispar programa iconográfico destaca el tema del Juicio Final, al que se dedica la mitad superior de la portada aludiendo a la Parusíao segunda venida de Cristo para juzgar a vivos y muertos. En el tímpano aparece un Pantocrator con la figura monumental de Cristo en Majestaddentro de una mandorla que evoca la esfera celeste. Está sentado, coronado como rey de reyes, sujetando el libro de la Ley y bendiciendo. Su estilizada figura aparece revestida por una túnica y un manto que forman menudos y abundantes pliegues, incluidos los bordes, que le impregnan de un fuerte clasicismo. 
La fina factura se repite en los símbolos del Tetramorfosque le flanquean, tradicional representación de los cuatro Evangelistas. Esta escena celestial se completa con un juego de arquivoltas decoradas con motivos clásicos y un coro de 34 ángeles que alineados ocupan el intradós del arco que cobija el tímpano, en cuyo centro otros tres ángeles hacen sonar las trompetas apocalípticas.

Completando la composición del tímpano aparecen las figuras de los Doce Apóstoles que, sedentes, portando libros a modo de jueces y con las cabezas ligeramente giradas insinuando una conversación entre ellos, ocupan el dintel colocado sobre la puerta en entrada, creando un ritmo armónico que huye del hieratismo. En los extremos del dintel aparecen dos relieves: uno que representa al patriarca Jacob y otro con el castigo del avaro, que con una bolsa de dinero al cuello sirve de asiento a otro patriarca.

Relacionados con el Juicio Final aparecen a los lados dos grandes frisos que se apean sobre las columnas exentas y siguen una forma escalonada. En la parte izquierda se representa el cortejo de los Elegidos, en el que desfilan mujeres cubiertas con tocas y hombres con amplios mantos, apareciendo al frente del mismo un ángel que entrega sus almas, con forma de niños, a los patriarcas Isaías, Jacob y Abraham, que aparecen sedentes y con las almas en su regazo en el Paraíso, según se deduce de los árboles colocados a sus espaldas.

En el lado opuesto el gran friso representa el impactante cortejo de los Condenados, hombres y mujeres desnudos que amarrados por gruesas cadenas caminan entre llamas, destacando el trabajo minucioso de las cabezas, con las pupilas perforadas. La secuencia se inicia en la jamba, donde un ángel portando un bastón de mando y una espada cierra la puerta del Paraíso a los condenados, que manifiestan su desesperación llevándose las manos a la cabeza. También relacionados con el Juicio Finalestán dos relieves colocados en el lateral izquierdo, uno que representa el Pecado Original como origen de todos los males y otro con San Miguel pesando las almas, a los que se suma otro en el lateral derecho con El demonio castigando la lujuria

La Anunciación
A partir de la imposta inferior de los frisos cambia el significado de las escenas para mostrar un contenido de carácter terrenal, comenzando por los capiteles que rematan las pilastras estriadas de la puerta y el capitel del parteluz. En éste aparece un bello ángel cuyo relieve bien puede estar inspirado en un sarcófago romano. En el capitel de la parte izquierda se representa El sueño de José y la Anunciación, mientras que en el de la derecha aparecen el Nacimiento y el Bautismo de Cristo.

Estos episodios referidos a la infancia de Cristo tienen continuidad en los frisos que, a un lado y a otro, coronan el cuerpo medio de la fachada. En la derecha se muestra el Anuncio a los pastores con rebaños de ovejas y cabras, El sueño de los Reyes, con los tres Magos compartiendo la misma cama mientras son avisados por un ángel, y La Adoración de los Reyes Magos, con las figuras de los caballos, los Reyes y la Virgen con el Niño bajo arquerías. En el lado opuesto aparecen Los Reyes Magos ante Herodes, igualmente bajo arquerías, la Matanza de los inocentes y la Huída a Egipto.

El Nacimiento
En el frente de la parte izquierda, entre pilastras adosadas decoradas con roleos en relieve, aparecen en disposición frontal las figuras monumentales de San Bartolomé, Santiago el Mayor y San Trófimo, titular de la iglesia, que es coronado por ángeles. El apostolado se acompaña en las jambas sin derrame con las figuras de San Juan y San Pedro. Repitiendo el mismo esquema, en la parte derecha aparecen en las jambas San Pablo y San Andrés y en el frente La lapidación de San Esteban, antigua advocación de la iglesia, junto a Santiago el Menor y San Felipe. Todos ellos ofrecen cabezas personalizadas y la talla de los atributos y vestiduras realizados con una gran finura de inspiración clásica.

En el nivel inferior un conjunto de escenas y animales hacen referencia al inframundo o estado de la humanidad antes de la llegada del mensaje cristiano. En el espacio de las jambas aparecen grandes leones devorando hombres como símbolos de la derrota bajo el pecado y las fuerzas infernales, mientras que en las basas de las columnas se recrean grandes cabezas de leones junto a pasajes bíblicos y mitológicos en los que estos animales también tuvieron protagonismo, como la historia de Hércules y el león de Nemea, Sansón y Dadila y Sansón luchando contra un león, ambos en la parte izquierda, y Daniel entre los leones y el Combate de una cabra y un león en la derecha. 
Detalle de San Juan y San Pedro
A estas escenas simbólicas y moralizantes se suman relieves colocados en los laterales de inspiración mitológica, como Hércules y los Cercopes y Hércules con la piel de toro en el muro izquierdo y Leones con un centauro en el derecho.

Los trabajos escultóricos se completan con los canecillos que sustentando el frontón representan cabezas de animales, figuras humanas y formas vegetales, que, al igual que los capiteles de las columnas y los múltiples motivos florales y geométricos que decoran el alero y toda la portada, presentan un exquisito tratamiento en su ejecución.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.


Detalle de San Pablo y San Andrés



NOTAS

1 La identificación con el Trófimo que menciona san Pablo es una de las invenciones características del martirólogio de Adón, según consta  en «Martyrologes Historiques» de Quentin, pp. 303 y 603, y en «Fastes Episcopaux» de Duchesne, vol. I, pp. 253-254.






León devorando a un hombre como símbolo del pecado














Daniel entre los leones como símbolo de la protección divina














Sansón y Dalila y Sansón luchando con el león, símbolo del combate 
contra el mal
























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Música en abril: OMBRA MAI FU, de Georg Friedrich Händel, por Philippe Jaroussky

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Aria de la ópera "Jerjes", estrenada en Londres en 1738. Grabación: Berlín, 2012.

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VIAJE: VIZCAYA, 7 y 8 de mayo 2016

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PROGRAMA

Sábado 7 de mayo
Salida a las 7,15 horas desde parada de taxis de Vallsur y a las 7,30 desde la plaza de Colón con dirección a Vizcaya. Llegada a San Juan de Gaztelugache para visitar el hermoso entorno de la ermita de San Juan. Después nuestro viaje proseguirá hacia Guernica para visitar esta localidad histórica del Señorío de Vizcaya, donde se realizará la comida. Al finalizar, traslado a Bermeo, con breve visita a esta pintoresca ciudad del norte de España. Alrededor de las 17 h. salida hacia la ciudad de Bilbao para visitar el Museo Guggenheim. Al finalizar, breve tiempo libre. Aúltimas horas traslado al hotel, cena y alojamiento.

Domingo 8 de mayo
A las 9 h. visita a la ciudad de Bilbao con un guía local. A las 12 h. entrada al Museo de Bellas Artes. Comida en el hotel. A las 15,30 horas, salida hacia las Salinas de Añana y al finalizar la visita regreso a  Valladolid.  

PRECIO SOCIO: 150 €. (habitación doble)
PRECIO NO SOCIO: 160 €. (habitación doble)
PRECIO SOCIO: 180 €. (habitación individual)
PRECIO NO SOCIO: 190 €. (habitación individual)

REQUISITOS: Grupo mínimo 30 y máximo 45 personas.

INCLUYE:
Autocar durante todo el circuito.
Dossier Domus Pucelae.
Pensión completa durante el viaje (comida en Guernica en el restaurante Boliña Viejo, cena y comida en el hotel de Bilbao).
Entradas a la Casa de Juntas, Museo de Bellas Artes, Museo Guggenheim y Salinas.
Seguro de Viaje.
Habitaciones dobles o individuales en el hotel Ibis Centro de Bilbao.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 a partir de las 0 horas del día 12 de abril.

ORGANIZA: Agencia de viajes Raso Tour.


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Revista ATTICUS nº 32

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En abril 2016 se ha publicado el número 32 de la Revista Atticus, en la que junto a las habituales secciones de editorial, fotodenuncia, humor gráfico y fotografía destacan los siguientes artículos:

* Ceroplástica II: La escultura de cera en España. José Miguel Travieso.
* El ciclo de la Leyenda de la Vera Cruz de Piero della Francesca. Almudena Martínez Martín.
* El doble en la literatura. Adrián Pastor Pascual.
* La ciencia de Leonardo. Mapi Pamplona.
* El sentido del hiperrealismo en la pintura actual. Silvia Raquel Sánchez Pérez.
* Exposición "Del Divisionismo al Futurismo", el arte italiano hacia la modernidad. Luis José Cuadrado.
* Museo de Santa Ana y San Joaquín en Valladolid. Isabel Escalera Fernández.
* Gregory Peck, el rostro de Atticus Finch. Katy Villagrá Saura.
* Centauros del desierto 60 años después. Ángel Comas.
* Crítica de cine, relatos, poesía y cocina.

Descarga en pdf : Revista Atticus 32

Recordamos que se puede acceder directamente a esta revista virtual desde el icono que aparece como acceso directo en la parte izquierda de esta página o en la dirección http://www.revistaatticus.es/, donde se encuentran archivados todos los ejemplares publicados hasta la fecha, a los que se puede acceder de forma gratuita.

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Museo Nacional de Escultura: MÚSICA EN EL NÁPOLES DE CARLOS III, 17 de abril 2016

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Theatrum: SAN BRUNO EN MEDITACIÓN, recogimiento estético y espiritual

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SAN BRUNO EN MEDITACIÓN
Carlo Bononi (Ferrara, 1569-1632)
H. 1630
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Pintura barroca italiana. Escuela de Ferrara















Carlo Bononi. Boceto previo de la pintura,, h. 1630
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
De esta pintura que representa a San Bruno de Colonia, fundador de la Orden de la Cartuja, se desconoce su lugar de procedencia, aunque el hecho de haber ingresado en el Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid, germen del futuro Museo Nacional de Escultura, como uno de los bienes incautados a los conventos vallisoletanos que fueron desamortizados en el siglo XIX, hace presuponer, con todas las reservas posibles, que llegara desde la cercana Cartuja de Aniago, de la que también fueron trasladadas otras obras a Valladolid.

La gran calidad de la pintura y la escasez de datos sobre la misma hizo que en un primer momento se atribuyera a Zurbarán por el magnífico tratamiento del hábito blanco, aunque un estudio exhaustivo de la obra del gran maestro pacense indujera a desestimarlo. También fue propuesto como posible autor el florentino Vicente Carducho, que durante su estancia en España pintó una buena colección de temas protagonizados por estos monjes para la Cartuja de Santa María del Paular, en las proximidades de Rascafría (Madrid), aunque su estilo tampoco se ajustara demasiado. Sería en 1981 cuando la historiadora italiana Anna Maria Fioravanti publicaba la existencia de otra versión de esta pintura en la Caja de Ahorros de Ferrara1, obra del pintor Carlo Bononi, nacido en aquella ciudad italiana, lo que ha permitido que también le fuera atribuida la pintura de Valladolid.

Por avatares del destino, en febrero de 2011 era presentado por el Museo Nacional de Escultura, dentro de la exposición "El Museo crece. Últimas adquisiciones 2005-2010", un dibujo que el Estado había adquirido a un coleccionista particular y entregado al museo vallisoletano2, un dibujo a lápiz sobre papel —27 x 19 cm.— que justamente puede considerarse como el boceto previo a la realización de la pintura de San Bruno en meditación, lo que venía a sumar dos nuevos alicientes: la certificación de la autoría de Carlo Bononi, por la innegable relación del boceto con las pinturas de Ferrara y Valladolid, y el que el Museo Nacional de Escultura dispusiera tanto del dibujo preparatorio de una pintura como de su concreción final al óleo, algo de indudable interés didáctico que por otro lado es poco frecuente en los museos más prestigiosos.   

Carlo Bononi. Izda: Cristo muerto con San Sebastián y San Bernardino,
Museo del Louvre. Dcha: Sacrificio de Isaac, Pinacoteca de Ferrara
BREVE SEMBLANZA DEL PINTOR CARLO BONONI        

Fuentes escritas indican que Carlo Bononi nació en Ferrara en 1569, aunque la información sobre datos de su vida y actividades son más bien escasos. G. Mazos afirma que fue discípulo en aquel municipio de Giuseppe Mazzuoli, conocido como Bastarolo, encontrándose entre sus primeras obras La aparición de la imagen de Santo Domingo en Soriano, conservada en la iglesia dedicada al santo en Ferrara, y el Martirio de San Pablo, actualmente en el palacio Schönborn de Pommersfelden (Baviera). En 1589, cuando tenía 20 años, tras morir su maestro Bastarolo ahogado en el Po, Carlo Bononi se vinculaba a Scarsellino, por entonces el pintor más famoso de Ferrara.

Por su espíritu inquieto, en los últimos años del siglo XVI se trasladaba a Bolonia, donde dejaría las pinturas de San Jerónimo, San Sebastián y un retablo dedicado a la Ascensión en la iglesia de San Salvador.

Carlo Bononi. Izda: Ángel Custodio, Pinacoteca Nacional de Bolonia
Dcha: Natividad de la Virgen, iglesia de la Natività, Bagnolo Po (Rovigo)
En la primera década del siglo XVII realizaba el Nacimiento de la Virgenque se conserva en la iglesia de la Natividad de Bagnolo Po (Rovigo), donde muestra la influencia de la pintura veneciana. Se le atribuye la Anunciación de la iglesia de San Bartolomeo de Módena, pintada en 1611 por encargo del marqués Bentivoglio, y está documentado el Milagro de San Gualberto (h. 1614) de la Pinacoteca de Mantua.

Tras pasar por Fano, cerca de Urbino, donde pintó la Historia de San Paterniano, con elementos tardomanieristas, en 1615 regresaba a Ferrara para iniciar en 1617 y terminar en 1621 un importante ciclo decorativo en la nave y el ábside de la iglesia de Santa Maria in Vado de aquella ciudad dedicado a la Gloria del nombre de Dios, en el que quedaba demostrada su decidida tendencia hacia las formas barrocas y su madurez como un pintor ecléctico que asumió especialmente los estímulos lumínicos del manierismo boloñés, sobre todo de los Carracci, y el tratamiento de la luz al modo de Caravaggio, cuya obra le impresionó durante los más de dos años que había pasado en Roma, llegando a realizar algunas copias hasta asumir su estilo basado en los contrastes lumínicos, aunque también el desbordante color de la pintura veneciana de Tintoretto y Veronés, por lo que establecer su desarrollo estilístico es muy difícil debido al periplo por distintas ciudades italianas con fines formativos.

Carlo Bononi. Boceto y pintura de San Bruno, h. 1630
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
A principios de la segunda década del siglo XVII Carlo Bononi incorporaba influencias de Guercino y de Lanfranco, cuya cúpula de Sant'Andrea della Valle de Roma (1625-1627) se considera el punto fundacional de la decoración barroca. Esto puede apreciarse en la Virgen de Loreto con santos del Musée des Augustins de Toulouse (h. 1620), en las pinturas realizadas para la Basilica della Madonna della Ghiara de Reggio Emilia (1622) y en el Cristo muerto sujeto por ángeles y acompañado de San Sebastián y San Bernardino, hoy en el Museo del Louvre.
En su última obra recuperaría el espíritu romántico de la pintura caballeresca que Dosso Dossi había implantado en Ferrara en la primera mitad del siglo XVI, siendo su última obra la pintura de San Luis evitando la plaga que asoló Ferrara(Kunsthistorisches Museum de Viena) que le encargara en 1632 el magistrado de Ferrara, obra que dejó inacabada por producirse su muerte en aquella ciudad el 3 de septiembre de 1632.
Carlo Bononi, autor de excelentes frescos y pinturas durante la segunda década del siglo XVII, abierto y sensible a las innovaciones artísticas de su tiempo, está considerado como el último gran maestro de la escuela de Ferrara.

LA PINTURA DE SAN BRUNO DEL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA DE VALLADOLID   

Bruno nació hacia el año 1027 en Colonia, ciudad alemana en la que fue canónigo. Tras estudiar filosofía y teología en Reims, donde llegó a ser catedrático en 1057 durante 18 años y donde tuvo como alumno al futuro papa Urbano II. Allí compuso comentarios sobre los Salmos y las Epístolas de San Pablo, decidiendo vivir como eremita bajo la dirección espiritual de Roberto de Molesmes, para lo que el obispo de Grenoble le cedió un terreno en Chartreuse. Después el conde Rogelio  le donó el fértil valle calabrés de La Torre, donde construyó un oratorio rodeado de celdas en el que se instaló con algunos discípulos, siendo donde en 1084 fundaría la Orden de la Cartuja,  de carácter contemplativo.
Pese a ser llamado a Roma por Urbano II y de serle ofrecido el obispado de Reggio, prefirió vivir en soledad junto a una pequeña comunidad en la cartuja de La Torre, en Calabria, lugar donde murió y fue enterrado en 1101.

San Bruno nunca ha sido canonizado formalmente como tal,  aunque en 1514 la Orden obtuvo el permiso del papa León X para celebrar la fiesta del fundador, que Gregorio XV haría extensiva a toda la Iglesia el 17 de febrero de 1623. A partir de entonces comienzan a aparecer representaciones del "santo" en sus fundaciones para celebrar el reconocimiento papal, como es el caso de esta pintura de Carlo Bononi, realizada hacia 1630.

En ella aparece el santo aislado y ensimismado en actitud de meditación mientras contempla una calavera que sujeta en su mano izquierda, elemento que se convertiría en el atributo habitual en sus representaciones plásticas, aunque en ocasiones es sustituido por un crucifijo, como ocurre en la extraordinaria escultura barroca de San Bruno, de Manuel Pereira, que recibe culto en la Cartuja de Miraflores de Burgos, elaborada con motivo de la misma celebración en 1635.

La pintura muestra al santo revestido con el hábito blanco de la Orden, compuesto por una amplia túnica a la que se superpone una cogulla con capucha y bandas laterales, cuya luminosidad se recorta sobre un fondo oscuro de rocas difuminadas que aluden al valle de la Torre, cuyo carácter neutro obliga al espectador a fijar su mirada sobre el monje. San Bruno está representado de perfil y con la cabeza rasurada inclinada hacia adelante, dejando visible una fisionomía enjuta originada por la dureza y las penitencias de la vida elegida, con unas facciones muy remarcadas, cuencas oculares muy hundidas, barba canosa incipiente y piel curtida por su contacto con la naturaleza, complementando su gesto meditativo con la actitud declamatoria de su mano derecha, dispuesta en escorzo con dedos largos y huesudos.

La escena aparece iluminada con una estudiada luz cenital que define los volúmenes y sombras hasta adquirir un sentido escultórico, proporcionando una virtuosa volumetría al boceto previo, al que se ajusta con gran fidelidad, llegando a adquirir el color blanco valores místicos expresados con sinceridad, con pliegues a mitad de camino entre el trampantojo y la naturaleza muerta. Todo ello es resultado de la apasionada relación que el pintor Carlo Bononi vivió con lo sagrado, pues era una persona, según su biógrafo Girolamo Baruffaldi, extremadamente piadosa tanto en privado como en público, capaz de impregnar de piedad la humanidad de su personajes. No obstante, aunque este artista ha fascinado durante mucho tiempo a los expertos, aún está pendiente de una recopilación definitiva de su obra por parte de la crítica e historiadores.    

Manuel Pereira. San Bruno, 1635
Cartuja de Miraflores, Burgos

Informe: J. M. Travieso.



NOTAS

1 FIORAVANTI BARALDI, Anna Maria: La pittura a Ferrara nel secolo XVII. La Chiesa di San Giovanni Battista e la cultura ferrarese del Seicento. Milán, 1981, p. 127.

2 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: San Bruno en meditación. En: BOLAÑOS ATIENZA, María: El Museo crece: Últimas adquisiciones 2005-2010. Madrid, 2011, pp. 54-57.







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Exposición: SONANDO CERVANTES, INSTRUMENTOS MUSICALES EN TIEMPOS DE "EL QUIJOTE", del 14 de abril al 29 de mayo 2016

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SALA MUNICIPAL DE EXPOSICIONES DE LA CASA REVILLA
Calle Torrecilla 5, Valladolid




Dentro de los actos conmemorativos del 400 Aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, ilustre vecino de Valladolid, el Ayuntamiento ha organizado una muestra de instrumentos de la época del escritor de la que son comisarios el folclorista Joaquín Díaz y el músico y coleccionista Luis Delgado.

Ambos toman como pretexto el texto de El Quijote—un libro con música— para realizar una ilustrativa compilación de los instrumentos que pusieron la banda sonora a una época en que la literatura y teatro estaban íntimamente unidos. Según Joaquín Díaz, gracias a los textos narrativos de Cervantes, que introduce escenas festivas y celebraciones en las que participan diferentes tañedores y músicos, podemos saber cuáles eran los gustos musicales del pueblo en su tiempo, a lo que añade Luis Delgado que a través de las fuentes iconográficas que proporcionan pinturas y grabados, junto a las narraciones literarias, es posible reconstruir los propios instrumentos y saber cómo eran tocados, información necesaria para devolver a la vida los sonidos que emitía la colección de instrumentos originales expuesta, muchos de los cuales han pervivido y evolucionado desde el siglo XVII hasta nuestros días.

En la muestra se pueden encontrar instrumentos de cuerda como la guitarra, la vihuela, el laúd, el rabel y variedades del salterio, aunque puede resultar más sorprendente la serie de instrumentos de viento ya en desuso, como la dulzaina, el pífano, la chirimía, la churumbela, el albogue, la gaita zamorana que precedió a la asturiana y gallega, la bocina, la trompa de París, el cuerno y la flauta que se tocaba con el tamboril, instrumento del grupo de percusión al que también pertenecen los atabales militares, el pandero, las sonajas, el cencerro o las curiosas matracas que tronaban en los días de Semana Santa. No falta en esta documentada muestra una representación de un órgano positivo portátil, instrumento mixto de teclado y viento.

Queda para la imaginación evocar estos sonidos en el entorno del Rastro de los Carneros, a orillas del Esgueva, donde Cervantes y las "cervantas" disponían de un alojamiento tan rudimentario como muchos de los instrumentos que se presentan en la exposición.     

HORARIO DE VISITAS
De martes a domingos, incluyendo festivos, de 12 a 14 y de 18.30 a 21.30 h.
Lunes cerrado.
Entrada gratuita.

Organiza: Ayuntamiento de Valladolid, Fundación Joaquín Díaz y Museo de la Música (Colección Luis Delgado) de Urueña.

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Museo Nacional de Escultura: JORNADAS DE ESCULTURA, del 25 al 28 de abril 2016

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